¡®Vestidas para la revoluci¨®n¡¯: as¨ª cambiaron los movimientos contraculturales femeninos nuestra forma de entender la moda
No fueron los dise?adores, sino un pu?ado de mujeres rebeldes las que han logrado que hoy llevemos ciertas prendas. La ilustradora Laura Castell¨® lo demuestra con un libro que repasa las subculturas de los ¨²ltimos dos siglos.
No todos los cambios de mentalidad conllevan un cambio est¨¦tico, pero s¨ª todos los cambios est¨¦ticos responden a un cambio de mentalidad. Es m¨¢s, la historia del traje contempor¨¢neo podr¨ªa narrarse con la sucesi¨®n de grandes dise?adores (eso, si la empezamos a contar desde el siglo XX), pero incluso para entender a esos dise?adores habr¨ªa que hablar de contracultura: no se entiende a Chanel sin todas esas mujeres, las garconnes, que se opusieron a las barreras est¨¦ticas y conductuales de g¨¦nero; a Yves Saint Laurent sin la juventud rebelde de Mayo del 68; a Paco Rabanne sin el Swinging London ...
No todos los cambios de mentalidad conllevan un cambio est¨¦tico, pero s¨ª todos los cambios est¨¦ticos responden a un cambio de mentalidad. Es m¨¢s, la historia del traje contempor¨¢neo podr¨ªa narrarse con la sucesi¨®n de grandes dise?adores (eso, si la empezamos a contar desde el siglo XX), pero incluso para entender a esos dise?adores habr¨ªa que hablar de contracultura: no se entiende a Chanel sin todas esas mujeres, las garconnes, que se opusieron a las barreras est¨¦ticas y conductuales de g¨¦nero; a Yves Saint Laurent sin la juventud rebelde de Mayo del 68; a Paco Rabanne sin el Swinging London o a buena parte del dise?o de pasarela de los ochenta y noventa sin los punk o los blitz kids. Es decir, la evoluci¨®n de la moda (o, al menos, de la moda que de verdad se lleva puesta) no se entiende sin la contracultura, sin todos aquellos movimientos, en principio minoritarios, que se opusieron a los valores imperantes de su tiempo a trav¨¦s de la m¨²sica, las din¨¢micas de ocio y, por supuesto, del vestido.
Para demostrarlo, la ilustradora Laura Castell¨® acaba de publicar Vestidas para la revoluci¨®n (Lunwerg), un libro ilustrado que repasa los movimientos sociales que han hecho evolucionar la indumentaria femenina, de la Revoluci¨®n Francesa hasta nuestros d¨ªas. ¡°Son las mujeres, a base de golpes en la mesa, las que han hecho que la moda femenina cambie. Este libro es una oda a todas esas mujeres que se partieron la espalda para que yo hoy, por ejemplo, lleve pantalones¡±, comenta la autora.
Todo empez¨® hace un par de a?os, cuando Laura se top¨® con la imagen de una teddy girl en Internet. Aquellas mujeres brit¨¢nicas de los a?os 50 uniformadas como divas del rock and roll llamaron su curiosidad. ¡±Empec¨¦ a investigar, y de repente me vi enlazando aquella imagen con las de flappers, gar?onnes¡ Vi una conexi¨®n; la moda se utilizaba para romper convenciones sociales, sobre todo para reivindicar ciertos aspectos feministas¡±, explica.
Durante los a?os ochenta el estudio sobre las subculturas se populariz¨® en las universidades, sobre todo brit¨¢nicas; sin embargo, la mayor¨ªa de an¨¢lisis que hay al respecto (capitaneados por el departamento de estudios culturales de la universidad de Birmingham) est¨¢n focalizados en ambos g¨¦neros y, sobre todo, en la contracultura de los a?os 60 y 70. ¡°Cost¨® mucho encontrar recursos¡±, explica Laura, ¡°me ayudaron con la bibliograf¨ªa los profesores de la escuela de dise?o de Valencia, pero al final hubo que unir piezas¡±, comenta.
El viaje hist¨®rico de ¡®Vestidas para la revoluci¨®n¡¯ comienza con ¡®las maravillosas¡¯, esas mujeres que, durante la Revoluci¨®n Francesa, reclamaban la vuelta al Antiguo R¨¦gimen a trav¨¦s de una apariencia exc¨¦ntrica, cercana al disfraz (¡°no suele ser com¨²n que un movimiento contracultural reclame algo reaccionario, pero existen ejemplos como este¡±, apunta), y se extiende durante m¨¢s de dos siglos para hablar de movimientos locales (como las ¡°sin sombrero¡± de los a?os 20 y 30 o las ¡°chicas topolino¡± durante el franquismo) o mirar a subculturas no occidentales: de las Herero, mujeres namibias que se apropiaron orgullosas de la indumentaria occidental para no olvidar el brutal proceso de colonizaci¨®n y posterior independencia, a las Sukeban de los 70, pandilleras japonesas que vest¨ªan uniformes escolares para hacerse notar. ¡°Es una din¨¢mica que suele suceder en cualquier cultura. Se utiliza la ropa como expresi¨®n personal, pero a la vez como identificaci¨®n dentro de un grupo¡±, comenta la autora.
Cambiar las reglas de la vestimenta para significarse y posicionarse ideol¨®gicamente es un eficaz recurso que existe, a grandes rasgos, desde la Revoluci¨®n Francesa (es decir, desde que fueron aboliendo las leyes que otorgaban prendas espec¨ªficas a cada clase social o estamento). Sin embargo, casi siempre el final es el mismo: si un movimiento contracultural triunfa, su legado se convierte en mayoritario a medida que pierde autenticidad y va borrando su significado primigenio. ¡°Es inevitable. Por un lado esa est¨¦tica triunfa, pero por otro se pierde el sentido¡±, apunta Laura refiri¨¦ndose a movimientos tan homogeneizados (y ya casi vac¨ªos) como el punk.
En este sentido, las modas juveniles del presente son controvertidas. Muchas de las prendas y estilos ahora aclamados globalmente por veintea?eros tienen sus ra¨ªces en diferentes rebeliones de grupos minoritarios y/o oprimidos; son ?modas? lucrativas y popularizadas por celebridades o l¨ªderes de opini¨®n que deval¨²an su potencial pol¨ªtico y cultural.? Al mismo tiempo, muchos adictos a la nostalgia argumentan que las revoluciones contraculturales son cosa del pasado, y que la juventud actual no se acerca a la indumentaria con un prop¨®sito de ruptura, ¡°supongo que Internet hace que se nos escape. Las redes sociales generan corrientes muy mayoritarias pero tambi¨¦n nichos minoritarios que desconocemos¡±, razona Laura. Pero no todo est¨¢ perdido: ¡°Al hacer el libro me he dado cuenta de que los movimientos m¨¢s potentes y creativos nac¨ªan despu¨¦s de grandes crisis, eran luz tras ¨¦pocas de oscuridad. Ojal¨¢ ahora pase lo mismo¡±.