No es la historia, es el presente y, sobre todo, el futuro
Lo que realmente une a las comunidades imaginarias del siglo XXI son valores de solidaridad e igualdad que jam¨¢s se le pasaron por la cabeza a ning¨²n antepasado
En estos d¨ªas de reclusi¨®n forzada, me viene a la cabeza el concepto de ¡°comunidades imaginadas¡±, acu?ado por Benedict Anderson en los a?os 80: comunidades de gentes que, aunque no nos conozcamos, ni jam¨¢s vayamos a darnos siquiera la mano, estamos convencidos de estar unidos porque compartimos una lengua, unas creencias o unos valores que pensamos nos distinguen de las dem¨¢s. Anderson apunt¨® adem¨¢s el papel que jugaron los medios de comunicaci¨®n de masas o la educaci¨®n en la difusi¨®n y exaltaci¨®n de los rasgos propios de cada una de estas comunidades, lo que explica, al menos en parte, el aug...
En estos d¨ªas de reclusi¨®n forzada, me viene a la cabeza el concepto de ¡°comunidades imaginadas¡±, acu?ado por Benedict Anderson en los a?os 80: comunidades de gentes que, aunque no nos conozcamos, ni jam¨¢s vayamos a darnos siquiera la mano, estamos convencidos de estar unidos porque compartimos una lengua, unas creencias o unos valores que pensamos nos distinguen de las dem¨¢s. Anderson apunt¨® adem¨¢s el papel que jugaron los medios de comunicaci¨®n de masas o la educaci¨®n en la difusi¨®n y exaltaci¨®n de los rasgos propios de cada una de estas comunidades, lo que explica, al menos en parte, el auge pol¨ªtico que han tenido los nacionalismos en los dos ¨²ltimos siglos.
Una de las creencias m¨¢s arraigadas entre los miembros de cada una de estas ¡°comunidades imaginadas¡± es la existencia de un ¡°pasado com¨²n¡±. Infinidad de historiadores han dado cuerpo a esta idea con relatos de h¨¦roes nacionales o pueblos ancestrales, que habr¨ªan vivido y, a veces, habr¨ªan luchado e incluso muerto, enarbolando la misma lengua y los mismos ideales que supuestamente nos identifican. Cualquiera puede recitar de carrerilla los grandes personajes o haza?as que historiadores, ense?antes o publicistas le han contado que encarnaron en el pasado el esp¨ªritu de esta o de aquella naci¨®n: desde Don Pelayo o los Reyes Cat¨®licos, hasta Rafael Casanovas y los sucesos de 1714, pasando por la irreductible resistencia del pueblo vasco frente a cualquier enemigo exterior. Naturalmente, estas reivindicaciones provocan interminables discusiones sobre la falsedad hist¨®rica de cuanto propone la comunidad rival a la nuestra, pues siempre hay argumentos para intentar demostrar que ni Don Pelayo inici¨® la Reconquista, ni los Reyes Cat¨®licos tuvieron un proyecto de unidad nacional, ni los catalanes que se rebelaron contra los Borbones lo hicieron por algo que no fuera m¨¢s que una mera querella din¨¢stica. Es un bucle sin fin.
Adem¨¢s de in¨²til, siempre me ha parecido peligroso este empe?o por buscar en el pasado ¡°unidades de destino en lo universal¡±, sean del signo que sean. Las identidades a trav¨¦s de los tiempos las carga el diablo, como bien demuestran quienes practican violencias f¨ªsicas y verbales justific¨¢ndolas en los deberes sagrados y las heroicas resistencias de los ancestros. Por eso, ya va siendo hora de que los historiadores dejemos de jugar a ser los astr¨®logos que descifran constelaciones nacionales en el pasado, y pasemos a ser los astr¨®nomos que escudri?an en el universo del tiempo los elementos que nos han tra¨ªdo hasta aqu¨ª. Quiz¨¢ de esta forma, ser¨ªamos capaces de entender y hacer entender que lo que realmente une a las comunidades imaginarias del siglo XXI son valores de solidaridad e igualdad que jam¨¢s se le pasaron por la cabeza a ning¨²n antepasado. Sin esos valores no se explicar¨ªa que exista un personal sanitario que, sin conocernos, nos atiende sin distinci¨®n de edad, raza o religi¨®n, que cada d¨ªa haya gentes que garantizan nuestra subsistencia y nuestra seguridad, o que ahora mismo hombres y mujeres en todo el mundo est¨¦n trabajando contrarreloj para buscar una cura que frene la pandemia. De todos ellos, y de los v¨ªnculos imaginarios que les unen a nosotros, depende en estos momentos todo nuestro futuro.
Eduardo Manzano Moreno es profesor de investigaci¨®n del CSIC y British Academy Global Professor en la Universidad de St. Andrews. Su ¨²ltimo libro La corte del Califa. Cuatro a?os en la C¨®rdoba de los omeyas ha sido publicado por la Editorial Cr¨ªtica.
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