Iztapalapa, entre la pasi¨®n y el virus
El popular barrio de Ciudad de M¨¦xico confina las multitudinarias procesiones de Semana Santa a la soledad del atrio de la catedral por la pandemia
En Iztapalapa, una Semana Santa a puerta cerrada es como un derbi porte?o sin Maradona colgado de la tribuna de La Bombonera: impensable. Pero as¨ª son estos d¨ªas en M¨¦xico y el resto del mundo, dif¨ªciles de asimilar. Mientras la cuarentena aterriza lentamente en las decisiones de la clase dirigente, el barrio de Iztapalapa se prepara para uno de los eventos m¨¢s extra?os que se han visto en Ciudad de M¨¦xico. Un viacrucis a puerta cerrada. Este a?o, la Semana Santa m¨¢s famosa y multitudinaria de Am¨¦ric...
En Iztapalapa, una Semana Santa a puerta cerrada es como un derbi porte?o sin Maradona colgado de la tribuna de La Bombonera: impensable. Pero as¨ª son estos d¨ªas en M¨¦xico y el resto del mundo, dif¨ªciles de asimilar. Mientras la cuarentena aterriza lentamente en las decisiones de la clase dirigente, el barrio de Iztapalapa se prepara para uno de los eventos m¨¢s extra?os que se han visto en Ciudad de M¨¦xico. Un viacrucis a puerta cerrada. Este a?o, la Semana Santa m¨¢s famosa y multitudinaria de Am¨¦rica Latina se representar¨¢ en la soledad del atrio de la catedral del barrio.
No habr¨¢ procesiones, ni desplazamientos, ni empujones, ni riadas humanas. Solo versiones reducidas del libreto, todas adaptadas para que los actores no tengan que coincidir demasiado en escena, que hablarse de cerca, tocarse. Se elimina el viacrucis, las grandes puestas en escena, se elimina, en fin, todo lo que hace de la Semana Santa, la semana santa. Eso s¨ª, el comit¨¦ organizador ha negociado con un canal de televisi¨®n en abierto para que retransmita todo.
¡°Los nazarenos no lo est¨¢n tomando bien¡±, explica Juan Pablo Serrano, tesorero del comit¨¦ organizador. No es para menos. Los nazarenos protagonizan uno de los momentos estelares de la semana, la subida al cerro de la Estrella, todos cargando con sus cruces; la coreograf¨ªa del alzamiento de las cruces, mientras Jes¨²s de Nazareth queda anclado a la suya y la gente llora, grita, gime: se emociona. ¡°Es la parte que m¨¢s le pesa a todos¡±, reconoce Serrano, con tono resignado. La pregunta es evidente: ?no vale la pena cancelar y dejarlo para el a?o que viene? Pero nadie aqu¨ª parece haberse planteado tal cosa.
Este a?o son solo 65 interpretes cuando en un a?o normal, explica el tesorero, suman m¨¢s de 1.500. Serrano los ha convocado esta tarde en el local de ensayos, una vecindad en el centro del barrio. Son j¨®venes, se hacen bromas. Murmullan. Serrano pide que todos recen un ave mar¨ªa y luego un padre nuestro, cosa que normalmente hacen agarrados de la mano y que, esta vez, hacen cada uno por su lado. Luego les explica que las representaciones de este a?o son en realidad una vuelta al origen, un homenaje a Semanas Santa pasadas. ¡°Durante la Guerra Cristera¡±, dice, ¡°cuando los templos estaban cerrados, nuestros ancestros tuvieron que adaptarse. En ese entonces, la representaci¨®n se hizo en el atrio de la catedral¡±. Los actores asienten desganados.
En Iztapalapa, participar como actor en la Semana Santa es un gran honor. Un privilegio. Como jugar el derbi arriba mencionado. Y representar a Jes¨²s de Nazareth es jugar de delantero o mediapunta. De Maradona. O de Cuauht¨¦moc Blanco, que aunque no naci¨® aqu¨ª, s¨ª jug¨® en una liga local, el campeonato de la Central de Abasto, el gran mercado que surte a toda Ciudad de M¨¦xico.
Cada a?o, el comit¨¦ organizador de la Semana Santa elige a un Cristo. Se presentan m¨¢s de una docena de aspirantes, j¨®venes castos, intachables. Desde que existen las redes sociales, el comit¨¦ afina mucho la selecci¨®n. Hace tres a?os, el elegido result¨® casado y no dijo nada. Cuando los organizadores se enteraron, le cesaron de inmediato.
Este a?o, Cristo es un joven de 19 a?os, flaco y alto, con un lunar en el rostro y un discurso que ya le gustar¨ªa a m¨¢s de uno en la C¨¢mara de Diputados. Se llama Mauricio Luna, estudia ciencias del deporte y vive en una cuarentena voluntaria que solo se salta en d¨ªas como hoy, cuando hay ensayo. ¡°Tal vez me queda la nostalgia¡±, dice, por la Semana Santa que no ser¨¢. ¡°Me hubiera encantado vivir todas las escenas tal como estaba acostumbrado a verlas, la crucifixi¨®n, la bajada en jueves santo. Pero, bueno, por algo Dios me puso aqu¨ª este a?o¡±, dice. Cristo Mauricio se lava las manos continuamente desde hace ya varios d¨ªas. La Semana Santa no ser¨¢ la de otros a?os, pero ¨¦l no baja la guardia. Prefiere prevenir. Su ausencia a ¨²ltima hora por enfermedad ser¨ªa una cat¨¢strofe.
Mientras Juan Pablo Serrano trata de animar a sus muchachos, la lluvia empieza a caer en Iztapalapa. Luego se convierte en granizo y el ensayo se suspende. En el patio de una vecindad, la lona que proteg¨ªa a los actores se viene abajo. Todos se meten en una peque?a sala a esperar que pare de llover, entre im¨¢genes de santos. Nadie lleva cubrebocas. Ya de noche, antes de irse, el tesorero recuerda que cuando pase la pandemia, har¨¢n una procesi¨®n de ¡°agradecimiento¡±.
El Cristo Mauricio no sale del local de ensayo hasta que lo hacen los dem¨¢s. Hacer de Cristo durante la Semana Santa de Iztapalapa consiste tambi¨¦n en personificar el bien. Y ¨¦l tiene muy asumida su tarea. Mirando al cielo, la lona rota, el palmo de granizo en el patio, dice que la lluvia es buena. ¡°Limpia el ambiente¡±, sonr¨ªe.
Fuera de la vecindad, la calle parece el escenario de un cap¨ªtulo de Fargo. En la Central de Abasto, los techos de varias naves se vinieron abajo por el peso del hielo y en las avenidas, algunos juegan a lanzarse hielo.
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