La voz humana
Desde que empez¨® el estado de alarma, mi tel¨¦fono no ha recibido llamadas err¨®neas, por lo que he vuelto a enchufarlo
Por una flojera muy propia de m¨ª a la hora de entablar reclamaciones, o de enderezar entuertos leves, mi tel¨¦fono fijo se cruza con el de una compa?¨ªa aseguradora. Llevo un a?o alternando temporadas de desenchufe con otras de ponerme en jarras al contestar, a veces con lo que creo ingeniosos chascarrillos, a veces con recomendaciones poco amables. Lo siento.
Desde que empez¨® el estado de alarma, mi tel¨¦fono no ha recibido llamadas err¨®neas, por lo que he vuelto a enchufarlo. Lo uso para las charlas interminables que mantengo con mi mejor amiga; as¨ª no abuso del m¨®vil.
Pero este s...
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Por una flojera muy propia de m¨ª a la hora de entablar reclamaciones, o de enderezar entuertos leves, mi tel¨¦fono fijo se cruza con el de una compa?¨ªa aseguradora. Llevo un a?o alternando temporadas de desenchufe con otras de ponerme en jarras al contestar, a veces con lo que creo ingeniosos chascarrillos, a veces con recomendaciones poco amables. Lo siento.
Desde que empez¨® el estado de alarma, mi tel¨¦fono no ha recibido llamadas err¨®neas, por lo que he vuelto a enchufarlo. Lo uso para las charlas interminables que mantengo con mi mejor amiga; as¨ª no abuso del m¨®vil.
Pero este s¨¢bado recib¨ª un ringazo que no era de ella, y un desconocido estuvo a punto de hacerme la pregunta de siempre: ¡°Es..?¡±. Le cort¨¦: ¡°No, no es aqu¨ª¡±. Para mi asombro, le di muchas explicaciones, como si le hubiera tenido a?oranza. Qu¨¦ demonios, a todos ellos les echaba en falta.
El hombre ten¨ªa una voz preciosa, una voz humana, de esas que te gustar¨ªa escuchar a cualquier hora pero sobre todo cerca, y en estos d¨ªas. Era la voz de alguien que, sin saber de m¨ª y despu¨¦s de contarle, me pidi¨® disculpas. Encontr¨¦ un preciso placer en responderle que no me molestaba, que no era culpa suya, sino de mi dejadez (Telef¨®nica, hablaremos cuando esto termine). Me dio las gracias y a?adi¨®: ¡°Cu¨ªdate mucho¡±. Le respond¨ª: ¡°T¨² tambi¨¦n, cari?o¡±. Y me parece que a ninguno de los dos nos import¨® no conocer nuestros rostros ni nombres. Ni el convencimiento de que nunca volveremos a hablarnos.
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