Mayores
La vejez se sigue reduciendo a las cifras de la salud, los problemas de los sistemas de pensi¨®n y se reserva la dignidad solo para el bien morir
"Envejecemos, pero no nos hacemos mayores¡±, sentenci¨® el fil¨®sofo surcoreano Byul Chun Han, cuya lectura actualiz¨® el virus coronado que al desacelerar el tiempo del rendimiento nos devolvi¨® su aroma y al obligarnos al confinamiento nos permiti¨® hacer hablar al silencio, condici¨®n fundamental para el pensamiento. Como estoy entre los que no aceptamos las marcas del calendario y seguimos activos laboral e intelectualmente, solo ahora, cuando el planeta se ha confinado para protegernos, nos convertimos de golpe en mayores, sin poder contraponer ni derechos ni dignidad.
?C¨®mo reclamar si s...
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"Envejecemos, pero no nos hacemos mayores¡±, sentenci¨® el fil¨®sofo surcoreano Byul Chun Han, cuya lectura actualiz¨® el virus coronado que al desacelerar el tiempo del rendimiento nos devolvi¨® su aroma y al obligarnos al confinamiento nos permiti¨® hacer hablar al silencio, condici¨®n fundamental para el pensamiento. Como estoy entre los que no aceptamos las marcas del calendario y seguimos activos laboral e intelectualmente, solo ahora, cuando el planeta se ha confinado para protegernos, nos convertimos de golpe en mayores, sin poder contraponer ni derechos ni dignidad.
?C¨®mo reclamar si se nos presenta el sacrificio planetario como una protecci¨®n para los que tuvimos 20 a?os en los setenta y vivimos el privilegio de llegar hasta aqu¨ª? Los ¡°grupos de riesgo¡± definidos antes por la edad laboral, la de la jubilaci¨®n, que por el derecho a existir en igualdad sin ser descartados por la edad. En cuanto la defensa de los derechos a la informaci¨®n, la privacidad y la protecci¨®n de los datos personales advierten sobre la elevada conciencia que existe en Espa?a en torno a las que fueron conquistas democr¨¢ticas, impulsadas por el sistema internacional de los derechos humanos que le dieron a Europa progreso moral y prosperidad econ¨®mica. Esa ¡°religi¨®n laica de alcance planetario¡±, como llam¨® Elie Wiesel a la revoluci¨®n jur¨ªdica de los Derechos Humanos que puso en el centro de la protecci¨®n a la dignidad de la persona. Sin embargo, la vejez se sigue reduciendo a las cifras de la salud, los problemas de los sistemas de pensi¨®n y se reserva la dignidad solo para el bien morir. No el bien vivir, respetados como seres humanos iguales con derecho a la autonom¨ªa, sin discriminaci¨®n.
Desde hace tiempo, los estudios demogr¨¢ficos nos advierten de que tan solo en 10 a?os, habr¨¢ 1.400 millones de personas por encima de 60 a?os, un 64% m¨¢s que los 900 millones registrados en 2015. En Espa?a, no solo aument¨® el n¨²mero de personas mayores, sino que la edad media de la poblaci¨®n subi¨® a 43,3 a?os, cuando era de 32,7 en 1970, la d¨¦cada en la que irrumpi¨® otro fen¨®meno demogr¨¢fico, el de la juventud que modific¨® culturalmente la vida, los derechos, la m¨²sica, la moda y el amor.
El ideal de verse j¨®venes y bellos esclaviz¨® a hombres y mujeres en tiempos de libertad. Si, como dec¨ªa Eduardo Galeano, la paradoja es la forma que toma la Historia para burlarse, cu¨¢nto sarcasmo hay en la paradoja de ver a aquellos rebeldes de ayer convertidos en los viejitos de hoy a los que hay que sacar de la vida para preservarles la vida. En un mes, aquellas muchachas de los setenta pasamos de ser las ¡°brujas a las que no pudieron quemar¡± de los c¨¢nticos de las j¨®venes feministas de las manifestaciones del 8 de marzo al grupo de riesgo a confinar.
Cuando todav¨ªa pende sobre nuestras cabezas el virus maldito, seguramente suena extempor¨¢neo mirar el envejecimiento a la luz de los derechos humanos, pero me temo que el postcoronavirus naturalmente estar¨¢ dominado por las urgentes razones del dinero y en nombre de esas urgencias, seremos, tambi¨¦n, los ¨²ltimos en salir del doble confinamiento, el del virus coronado y el cultural que infantiliza a los mayores. Ya hay algunos indicios: en Buenos Aires, las personas de m¨¢s de 70 a?os tendr¨¢n que pedir a las autoridades un permiso para salir de sus casas.
No se trata de eludir ni dejar de acatar las recomendaciones del confinamiento sino de atraer la mirada sobre un colectivo, definido antes como problema, jerarquizado socialmente solo como abuelos, sin que se reconozca el derecho a seguir en la vida con los otros en igualdad y como cada uno elija vivir con libertad, independiente de la edad.
Norma Morandini es periodista, escritora y fue diputada y senadora argentina.
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