?Volver a salir? Preferir¨ªa no hacerlo
Llegado el esperado momento de pisar las calles de nuevo, muchas personas eligen quedarse en casa por seguridad o comodidad
Tanto tiempo esperando volver a la vida cotidiana y, al final, hay quien se echa para atr¨¢s. Tras el anuncio del regreso a las calles, las complejas fases de la desescalada y la meta de la nueva normalidad, muchos ciudadanos sienten, como en El ¨¢ngel exterminador de Luis Bu?uel, que quiz¨¢s a¨²n no es el momento de salir. ...
Tanto tiempo esperando volver a la vida cotidiana y, al final, hay quien se echa para atr¨¢s. Tras el anuncio del regreso a las calles, las complejas fases de la desescalada y la meta de la nueva normalidad, muchos ciudadanos sienten, como en El ¨¢ngel exterminador de Luis Bu?uel, que quiz¨¢s a¨²n no es el momento de salir. Quieren extender el #Qu¨¦dateEnCasa al infinito. Los motivos son varios: el miedo a contagiarse, la ansiedad ante el regreso al exigente ritmo de la realidad o el haber descubierto que la sencilla vida en el hogar es placentera. Esto no es un lujo al alcance de cualquiera: es preferible tener salud, una vivienda digna (luz natural, espacio) y, a poder ser, compa?¨ªa. El teletrabajo o los estudios ayudan a estructurar las horas.
¡°Siempre he sentido presi¨®n por participar en actividades sociales como salir de noche, pero me ve¨ªa obligada a ello cuando lo que me apetec¨ªa era estar en mi sof¨¢¡±, explica Mar¨ªa Flores, de 50 a?os y adjunta a la gerencia de una empresa. Reconoce que le ha cogido el gusto al confinamiento, aunque ¡°le da cosa¡± reconocerlo: ¡°teme¡± la vuelta a la (nueva) normalidad. A muchas personas esta experiencia les ha reconciliado con ciertas facetas de su vida y su personalidad que entraban en conflicto con el mundo.
Es el caso de Pablo, de 29 a?os, que prefiere no dar su verdadero nombre. Con su empleo precario no pod¨ªa afrontar los gastos de la vida social al ritmo que llevaban sus amigos. ¡°Esa presi¨®n ha cedido durante estas semanas de confinamiento¡±, confiesa. Ahora vuelve la dura realidad y adem¨¢s ha perdido el empleo. Otros se han encontrado tan a gusto en casa, tan ajenos a la vor¨¢gine exterior, que ahora les invade la pereza al volver a montarse en el carrusel y tener que elegir qu¨¦ ropa ponerse. Hay quien ha llamado a esto el s¨ªndrome de la caba?a.
Nuestros domicilios se han convertido en un refugio, a salvo de la enfermedad y el mundo. ¡°Estamos percibiendo un mayor n¨²mero de personas angustiadas con la idea de volver a salir¡±, explica la especialista Timanfaya Hern¨¢ndez, del Colegio Oficial de Psic¨®logos de Madrid. ¡°Hemos establecido un per¨ªmetro de seguridad y ahora tenemos que abandonarlo en un clima de incertidumbre¡±, a?ade. Igual que el primer mecanismo de defensa fue comprar papel higi¨¦nico, ahora es quedarse atrincherado, sobre todo cuando permanecen las dudas sobre los s¨ªntomas de la covid-19. ¡°Vivimos en la sociedad del hacer: siempre haciendo cosas, siempre produciendo¡±, dice Hern¨¢ndez. Las personas que viv¨ªan estresadas y hayan llevado bien el confinamiento, con tiempo para ellas, sus seres queridos y sus aficiones, ahora pueden ser reacias a volver a su fren¨¦tica vida anterior.
Hay ense?anzas que podemos extraer de este confinamiento, como explica el escritor y sacerdote Pablo D¡¯Ors, que en su obra (por ejemplo, Biograf¨ªa del silencio, publicado por Siruela) promueve el ejercicio de la meditaci¨®n. Primera lecci¨®n: la vulnerabilidad, ¡°darnos cuenta de que no somos dioses. Lo sab¨ªamos, pero se nos hab¨ªa olvidado¡±. Segunda: la interioridad, ¡°no quedarnos en el entretenimiento; si estamos dentro, ir de verdad dentro. Hacer silencio, repetir una oraci¨®n, respirar conscientemente, atender los latidos del coraz¨®n, pasear con lentitud, mirar la naturaleza, jugar con tu mascota¡±.
Tercera: la solidaridad. Y, por ¨²ltimo, la austeridad. No es que se pueda vivir con menos, ¡°es que se vive mejor¡±. ?D¨®nde est¨¢ el reto? En dominar el miedo y conseguir un equilibrio entre la vida hacia dentro y la vida hacia fuera. ¡°Muy pocos saldr¨¢n transformados de este largo retiro obligatorio¡±, opina D¡¯Ors, ¡°pero creo firmemente que son esos pocos los que har¨¢n que el mundo vaya haci¨¦ndose m¨¢s hermoso¡±.
En la mili, durante las primeras semanas se contaba el tiempo para salir, en las ¨²ltimas ¡°el humor se hac¨ªa cada vez m¨¢s sombr¨ªo porque la cabeza se hab¨ªa llenado de imaginarios que activaban muchas formas de miedo¡±, recuerda Fernando Broncano, fil¨®sofo y catedr¨¢tico de la Universidad Carlos III. Miedo a que la libertad no cumpliese las expectativas, miedo al paro, a tomar decisiones, a dejar la vida organizada por una autoridad.
La situaci¨®n ahora es similar: ¡°Para algunos ese miedo es mucho menor que el sufrimiento de un piso peque?o y de las penalidades de un confinamiento sin medios¡±, opina el pensador. ¡°Aun as¨ª, la vuelta a la cotidianidad nos hace ser conscientes de que lo cotidiano es un mundo lleno de claroscuros, de gozos y de sombras. Quiz¨¢s, como los ni?os que sienten miedo a la oscuridad y oyen un ruido, preferimos taparnos con la manta que salir al pasillo a comprobar qu¨¦ pasa¡±, a?ade.
¡°Podr¨ªa vivir as¨ª¡±
Contra la impresi¨®n general, hay ni?os que han preferido quedarse en casa, pero no por miedo, sino por confort: ¡°Cuando lleg¨® el d¨ªa de salir no ten¨ªa muchas ganas, estoy bien aqu¨ª¡±, dice Judit, de 12 a?os, que pasa sus jornadas entretenida entre deberes, ejercicio para mantenerse en forma (es jugadora de baloncesto), clases de ingl¨¦s o series de Netflix. ¡°Veo a mis amigos por videollamada; no es lo mismo, pero lo pasamos bien¡±, a?ade. ¡°Yo creo que podr¨ªa vivir as¨ª mucho m¨¢s tiempo: son como unas vacaciones, pero sin salir de casa¡±.
Aunque se espera que estas posturas de resistencia casera sean minoritarias, se plantea un dilema: si nadie saliera a la calle y eligiera vivir de otra manera, bajar¨ªa el consumo y la econom¨ªa se estancar¨ªa. ?C¨®mo compatibilizar la rueda econ¨®mica con una vida menos consumista? No parece que tengamos que preocuparnos por eso; como apunta el economista Jos¨¦ Carlos D¨ªez, hay precedentes: ¡°Pas¨® en Nueva York tras el 11-S. En las pr¨®ximas semanas habr¨¢ mucha gente que no salga. Luego ir¨¢n perdiendo el miedo cuando bajen los muertos por el virus y los medios dejen de hablar de la pandemia a todas horas. Tardar¨¢¡±. Por el momento, cabe reaccionar como el personaje de Bartleby en el relato de Herman Melville. ?Volver a salir? ¡°Preferir¨ªa no hacerlo¡±.
Del s¨ªndrome de la caba?a a la agorafobia
Se ha llamado s¨ªndrome de la caba?a a la evitaci¨®n del exterior despu¨¦s de un largo aislamiento, como el que se ha vivido tras el coronavirus. Es un t¨¦rmino acu?ado en esas regiones de Estados Unidos en las que el crudo invierno obliga a la hibernaci¨®n, aunque no est¨¢ totalmente aceptado por los psic¨®logos. ¡°Conocemos casos de personas que, despu¨¦s de una hospitalizaci¨®n o un presidio, pierden seguridad y sienten temor hacia lo que hay fuera¡±, explica la psic¨®loga Timanfaya Hern¨¢ndez.
?Agorafobia? ¡°Aunque puedan aparecer algunos s¨ªntomas similares en algunos casos, muy poca gente desarrollar¨¢ esta fobia, que tiene que ver con otras circunstancias personales y laborales¡±, a?ade la especialista.
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