La aventura de caminar solas
En Ciudad de M¨¦xico, Par¨ªs o Nueva York, las mujeres idean f¨®rmulas para ir seguras por las calles sin perder libertad
Las llaves en una mano, en punta hasta llegar de madrugada al portal. Una aplicaci¨®n para transmitir la ubicaci¨®n en tiempo real a las amigas. Una llamada simulada al m¨®vil. Un recorrido m¨¢s largo (pero m¨¢s seguro) dando un rodeo hasta la avenida m¨¢s ancha... De las callejuelas oscuras de la mediterr¨¢nea Barcelona al barrio m¨¢s pendenciero de Ciudad de M¨¦xico, del metro de Par¨ªs al autob¨²s urbano de Buenos Aires, las mujeres coinciden ...
Las llaves en una mano, en punta hasta llegar de madrugada al portal. Una aplicaci¨®n para transmitir la ubicaci¨®n en tiempo real a las amigas. Una llamada simulada al m¨®vil. Un recorrido m¨¢s largo (pero m¨¢s seguro) dando un rodeo hasta la avenida m¨¢s ancha... De las callejuelas oscuras de la mediterr¨¢nea Barcelona al barrio m¨¢s pendenciero de Ciudad de M¨¦xico, del metro de Par¨ªs al autob¨²s urbano de Buenos Aires, las mujeres coinciden en los m¨¦todos y f¨®rmulas que usan para avanzar tranquilas cuando caminan solas de noche o de madrugada.
El reciente asesinato de la ejecutiva Sarah Everard, de 33 a?os, en Londres mientras volv¨ªa a su casa, ha reavivado el debate de la seguridad de ellas, pero con una vuelta que el feminismo lleva d¨¦cadas reclamando: no son las mujeres las que deben limitar su libertad, vigilar c¨®mo se visten, cu¨¢ndo salen o decidir finalmente no salir para evitar el peligro ¡ªcomo pidieron los polic¨ªas a las londinenses cuando Everard desapareci¨®¡ª, sino la sociedad en general, las fuerzas del orden y los hombres en particular quienes deben dar la vuelta a esa violencia.
Miles de londinenses se movilizaron tras el asesinato, por el que ha sido detenido un oficial de polic¨ªa. ¡°Reclamemos estas calles¡± se convirti¨® en su grito de guerra. As¨ª las reclaman seis mujeres de seis capitales del mundo. Algunas est¨¢n en la veintena y otras en la treintena, la mayor de ellas ha pasado los 50. Todas han sentido miedo al volver de noche a casa. / PILAR ?LVAREZ
EUGENIA PONCE / Ciudad de M¨¦xico
¡±Mi madre nos ense?¨® que quien pega primero, pega dos veces¡±
Cuando cae la noche, la calle es un esqueleto de puestos de mercado desarmados, toldos amarillos que escurren el agua de lluvia y el ¨²nico alumbrado que funciona es el de algunos locales de tacos y antojitos mexicanos. Si hay un lugar por el que una mujer ¡ªy probablemente un hombre forastero¡ª no caminar¨ªa sola de noche en Ciudad de M¨¦xico, ese sitio se llama Tepito. Pero para Eugenia Ponce, de 52 a?os, este entresijo de callejones dispuestos para el comercio ilegal de cualquier mercanc¨ªa, desde pantallas de plasma hasta armas o drogas, es la ¨²nica fortaleza que resiste en M¨¦xico.
Ponce se crio en este barrio. Y como la mayor¨ªa de mujeres de una zona peligrosa y brava de la capital, aprendi¨® desde muy chica que la ¨²nica forma de sobrevivir es moverse como ellos, hablar como ellos, caminar con la frente alta y sin miedo. Dentro de uno de los lugares m¨¢s peligrosos de la capital, se siente segura. ¡°Mi madre era una cabrona, nos ense?¨® desde chicas que el que pega primero, pega dos veces¡±, recuerda. Su hija esconde un bate de b¨¦isbol bajo el negocio de cupcakes, tortitas y dulces en miniatura que mantiene abierto hasta bien entrada la madrugada. El ¨²nico negocio que alumbra despu¨¦s de las 23.00 la oscura calle Matamoros. ¡°No debes agarrar el bate y golpear al tipo. Porque te lo pueden agarrar y ya valiste. El chiste es que lo empujes¡±, advierte.
En un pa¨ªs con 10 mujeres asesinadas al d¨ªa y con un 80% que declara haber sufrido en su vida alg¨²n tipo de violencia machista, sentirse segura en cualquier rinc¨®n de M¨¦xico se reduce a la menor posibilidad de que las maten, las violen, las hagan desaparecer. Todo lo dem¨¢s, para muchas mexicanas, implica haber corrido con suerte: ¡°Desgraciadamente hemos normalizado la violencia. Decimos, qu¨¦ bueno que no te pas¨® nada. Cuando realmente s¨ª te pas¨®, pero est¨¢s viva, lo puedes contar¡±, se?ala Ponce.
Fuera de la fortaleza de Tepito, Ponce recuerda que corr¨ªa al salir del trabajo. En el barrio cuenta con el apoyo de los vecinos, los que pudieran agredirla son hijos o nietos de conocidos, pero en el resto de la monstruosa Ciudad de M¨¦xico se siente desprotegida. Hace ocho a?os secuestraron a su sobrino y a otros 12 j¨®venes m¨¢s en una discoteca a una cuadra del ?ngel de la Independencia, conocido como caso Heavens. Les entregaron solo algunos huesos despu¨¦s de tres meses de b¨²squeda. ¡°A partir de ah¨ª s¨ª sent¨ª que algo hab¨ªa cambiado. Ya no me cre¨ªa tan chingona, vi de cerca todo lo que te puede pasar y que nadie haga nada¡±.
Cada noche, recoge el puesto de camisas que su hija convertir¨¢ en cafeter¨ªa callejera hasta la madrugada y atraviesa la penumbra de Matamoros hasta un punto de taxis. Le deja tranquila saber que ella se queda con su pareja y no sola. Y como si se tratara de una norma no escrita en M¨¦xico, a cualquier mujer que despide, le pide que le escriba al llegar a casa. El coraz¨®n en un pu?o cada vez que ese mensaje tarda m¨¢s de lo esperado. Pero la frente alta y el miedo bien guardado: ¡°La calle tambi¨¦n es nuestra¡±. / ELENA REINA
SOF?A FARELEIRA / Barcelona
¡°Prefiero el trayecto largo a corto y solitario¡±
La entrevista ya ha acabado. Justo empieza la sesi¨®n de fotograf¨ªas. Sof¨ªa Fareleira, de 40 a?os, mira su reflejo en un escaparate y se coloca bien el pelo. En ese momento, tres hombres cruzan por detr¨¢s de ella. Como si estuviese escrito en el guion m¨¢s previsible de su vida, uno de ellos se acerca mucho, y le suelta al o¨ªdo: ¡°No te mires, est¨¢s guap¨ªsima¡±. ¡°Y encima se supone que tienes que estar feliz porque te digan esas cosas¡±, se resigna Fareleira. Esas cosas, ¡ª¡±hombres que te molestan, que no respetan tu privacidad, que te dicen guarradas, que te tocan el culo sin que lo pidas¡¡±¡ª hacen que, desde siempre, tome precauciones cuando sale a la calle, de d¨ªa o de noche. ¡°En general, no te sientes segura¡±, resume esta dise?adora de moda portuguesa que ha vivido en Lisboa, en Londres y, desde 2006, en Barcelona. En Espa?a, el 57,3% de las mujeres han sufrido alg¨²n tipo de violencia, desde tocamientos a una violaci¨®n, seg¨²n datos oficiales.
La primera medida que aplica es mirar c¨®mo se viste. ¡°Siempre llevo un abrigo largo, o una trench [una especie de gabardina] por si voy con falda o minifalda. Es m¨¢s c¨®modo. Si vas corta de abajo y corta de arriba, ves miradas, te dicen algo¡¡±, asegura. ¡°Lo hago de manera natural, sin pensar mucho. Est¨¢ enraizado¡±, explica. ¡°Vives como si fuera una yincana, haciendo malabarismos¡±, a?ade.
Ella, como muchas mujeres, tambi¨¦n evita caminar sola, sobre todo por la noche. ¡°Prefiero o quedarme en casa de una amiga a dormir o, si no, siempre en taxi. Me da igual que sea solo para una manzana¡±, describe. En el peque?o tramo que se vea obligada a ir sin compa?¨ªa, lleva el m¨®vil y las llaves en la mano, en estado de alerta. ¡°Camino muy r¨¢pido y estoy atenta por si escucho pasos, una bici, una moto o cualquier cosa que no prevea¡±. Si se cruza con un hombre, cambia de acera.
M¨¢s que las calles oscuras, evita las solitarias. ¡°Prefiero hacer un trayecto largo y transitado, a uno corto y solitario¡±. Y con sus amigas tienen siempre la misma consigna: ¡°A medida que vas llegando a casa, avisas¡±. Si es tarde y alguna dice que se ir¨¢ sola caminando, le recomiendan que se coja un taxi.
¡°Tampoco vivo con miedo, simplemente act¨²o con precauci¨®n. Si puedo evitar ir sola, pues lo evito. Si puedo evitar que me digan cosas, me ahorro un disgusto. Pero es a costa de mi libertad¡±, resume. ¡°Me gustar¨ªa que los hombres entendieran que no es nada personal hacia ellos. Y s¨¦ que no todos son as¨ª. Pero, en mi opini¨®n, falta un poco de empat¨ªa por su parte. Un poco de implicaci¨®n para ver c¨®mo arreglamos esto¡±, lamenta. El problema, repite, es que sean ellas quienes deban tomar medidas. ¡°No pido que las mujeres se comporten como yo lo hago. Hay que educar para que no pasen estas situaciones, no decirnos a nosotras c¨®mo evitarlas¡±, insiste. ¡°?O si no, qu¨¦? ?Nos tapamos todas para que los hombres no sientan la tentaci¨®n?¡±. / REBECA CARRANCO
BEL?N ?LVAREZ TER?N / Buenos Aires
¡°La culpa siempre se pone de nuestro lado¡±
Bel¨¦n ?lvarez Ter¨¢n, como la mayor¨ªa de mujeres de Buenos Aires, cambia su forma de recorrer la ciudad seg¨²n la hora. Las mismas calles por las que pasea tranquila con el sol en lo alto se vuelven amenazadoras de noche. ¡°De d¨ªa ando con auriculares, pero por la noche me los saco porque si no, no me entero si viene alguien detr¨¢s. Camino m¨¢s r¨¢pido y no voy nada tranquila. No me preocupa que me roben sino que me chupen [secuestren] de un auto¡±, dice la joven poeta y escritora de 29 a?os.
?lvarez Ter¨¢n cuenta que trata de evitar las calles de casas bajas y arboladas, donde a ciertas horas no pasa ni un alma. Despu¨¦s de vivir toda su vida en Avellaneda, en la periferia sur de Buenos Aires, hace unas semanas se mud¨® a la capital. ¡°All¨¢ m¨¢s o menos s¨¦ qui¨¦n es el vecino y ellos me conocen. Ac¨¢ no sab¨¦s. Se abre la puerta de un auto y te infart¨¢s hasta ver que no pasa nada¡±. Seg¨²n las ¨²ltimas estad¨ªsticas oficiales, de 2014 a 2018, se duplicaron los delitos sexuales, al pasar de 1.009 casos a 2.020.
Su familia nunca la dej¨® salir sola de noche de peque?a. ¡°Si sal¨ªa a alg¨²n boliche [discoteca] o donde fuera, mis pap¨¢s ven¨ªan a buscarme o si no pod¨ªan ellos, ven¨ªa el vecino, que era remisero [taxista]¡±, recuerda. ¡°No empec¨¦ a ir sola en colectivo [autob¨²s] hasta los 16 y no pod¨ªamos tomar [beber] porque sab¨ªamos que era un peligro. Estaba el discurso de que si tom¨¢s los chicos te pod¨ªan hacer algo, que a la que le pasaba algo era porque iba borracha o por la ropa que llevaba. La culpa siempre se pon¨ªa en nuestro lado y no del otro¡±, dice.
La irrupci¨®n del feminismo en 2015 sacudi¨® ese andamiaje machista. Hubo avances, como la ley de acoso callejero que castiga con sanciones econ¨®micas el hostigamiento en la v¨ªa p¨²blica, que aseguran haber sufrido m¨¢s del 90% de las argentinas. ¡°Ahora, los tipos se cuidan much¨ªsimo m¨¢s. Te miran libidinosamente, pero no te dicen nada. Cuando era m¨¢s chica s¨ª viv¨ª casos como que te llamaran para pedirte una direcci¨®n y ver que se estaban haciendo la paja¡±.
Ella recurre a las amigas. ¡°Tenemos un grupo de WhatsApp, y ah¨ª nos mandamos la ubicaci¨®n en tiempo real cuando salimos. Avisamos de con qui¨¦n estamos, si vamos a ver a alguien que nunca vimos antes¡¡±, explica. Al despedirse: ¡°Avis¨¢ cuando lleg¨¢s¡±. Ninguna se acuesta hasta leer en la pantalla de la otra: ¡°Amiga, llegu¨¦¡±. / MAR CENTENERA
KATHIE PHAN / Berl¨ªn
¡°A veces simulo que hablo por el m¨®vil¡±
Kathie Phan, enfermera de 20 a?os, llega puntual a la cita en la estaci¨®n de Zoologischer Garten, el principal nudo de transporte de la parte oeste de Berl¨ªn. Acaba de salir de trabajar en una consulta de ortopedia cercana y suele tomar el cercan¨ªas en esta estaci¨®n para volver a su casa, en el barrio de Friedrichshain, al este de la ciudad. Son las seis de la tarde y todav¨ªa hay luz, pero ya es posible entender por qu¨¦ esta zona suele aparecer entre las peores cuando en las encuestas se pregunta a las mujeres d¨®nde se sienten inseguras en su ciudad. Varias personas sin hogar viven bajo el puente por donde pasan las v¨ªas y es habitual cruzarse con hombres bebiendo alcohol en los alrededores. ¡°Si salgo tarde del trabajo y ya es de noche, a veces prefiero caminar un poco m¨¢s y llegar hasta la siguiente estaci¨®n de mi l¨ªnea para no tener que pasar por aqu¨ª¡±, cuenta Phan.
Comparada con Espa?a y otras capitales europeas, Berl¨ªn es una ciudad muy oscura. Salvo las calles comerciales, la mayor¨ªa de v¨ªas est¨¢n muy poco iluminadas. Pese a ello, en general las mujeres aseguran sentirse bastante seguras, pero Phan y sus amigas toman varias precauciones cuando salen por la noche. ¡°Siempre mando un mensaje a mi novio o a mi madre para decirles que estoy de camino a casa. Tambi¨¦n comparto mi localizaci¨®n con mi mejor amiga, que as¨ª puede ver en todo momento por d¨®nde camino¡±, explica esta futura estudiante de Medicina de padres vietnamitas emigrados a Alemania. Es habitual, a?ade, que si pasan por zonas mal iluminadas o donde sienten sensaci¨®n de incomodidad o peligro, se llamen unas a otras y vayan hablando por tel¨¦fono ese trecho. ¡°A veces simplemente hacemos como que hablamos por el m¨®vil sin haber llamado a nadie¡±, a?ade.
Phan cuenta que ha sufrido alg¨²n episodio de acoso callejero y que desde entonces pasa a¨²n m¨¢s miedo por la noche. Recuerda que en una ocasi¨®n, volviendo a casa del trabajo, cuatro hombres en un coche empezaron a preguntarle a gritos por qu¨¦ iba sola y si quer¨ªa que la llevaran a alg¨²n sitio. No la dejaban cruzar la calle. ¡°Pasaba gante, y creo que ve¨ªan que necesitaba ayuda, pero me ignoraron¡±, recuerda. Empezaron a seguirla con el coche, as¨ª que tuvo que salir corriendo y refugiarse en una tienda. Aunque estaba cerca de su portal le pareci¨® m¨¢s seguro que no vieran d¨®nde viv¨ªa.
Siguiendo el ejemplo de Suecia, donde se encarga del servicio la polic¨ªa, una ONG alemana ha puesto en marcha un n¨²mero de tel¨¦fono al que llamar en caso de necesitar ese acompa?amiento en el camino a casa. Lo atienden un centenar de voluntarios, que dan conversaci¨®n a las mujeres ¨Dellas son mayor¨ªa pero tambi¨¦n lo usan hombres¨D hasta que llegan a su puerta. En general contribuyen con ocho horas al mes de su tiempo. Y reciben una media de 220 llamadas a la semana. Durante la charla van preguntando d¨®nde se encuentra su interlocutor y si ocurre una situaci¨®n de peligro, avisan a la polic¨ªa. Phan asegura caminar m¨¢s tranquila por la ciudad desde que empez¨® la pandemia. ¡°Tengo la sensaci¨®n de que hay m¨¢s polic¨ªa en las calles y eso me hace sentir m¨¢s segura. O quiz¨¢ es simplemente que ya casi no salgo de noche¡±, bromea. / ELENA G. SEVILLANO
G?NESIS MAYEN / Nueva York
¡°Hay chicas que buscan refugio en mi tienda¡±
G¨¦nesis Mayen lleg¨® hace tres a?os a Nueva York para reunirse con su esposo, esperando dejar atr¨¢s el machismo en su pa¨ªs, Honduras. Tres a?os despu¨¦s, en los que todo le ha ido rodado (¡°llegu¨¦ un mes de enero y en febrero ya estaba trabajando¡±, cuenta), el miedo a andar sola por la calle, de noche, o a sufrir una agresi¨®n no han amainado. Al rev¨¦s, dice, ¡°pensaba que aqu¨ª encontrar¨ªa seguridad y protecci¨®n, pero hay el mismo machismo que en Honduras¡±.
Mayen, que trabaja en una tienda de ropa en Queens y estudia Educaci¨®n Infantil, se ve obligada por sus quehaceres y horarios a pasar mucho tiempo en la calle. ¡°Entre 45 minutos y una hora de vuelta a casa, siempre que puedo en autob¨²s, porque los asientos est¨¢n m¨¢s separados y el metro suele ir m¨¢s lleno, es m¨¢s expuesto¡±, explica. Tambi¨¦n sortea, aunque ello le obligue a prolongar el trayecto hasta la siguiente, ¡°una parada de bus justo enfrente de la tienda, porque est¨¢ en un parque y de noche es muy solitaria¡±.
Mayen reconoce ir siempre ¡°muy alerta por la calle¡±, de d¨ªa o de noche. Cuando coinciden, suelen salir juntas varias compa?eras de trabajo, pero las mayor¨ªa de las veces regresa sola. ¡°Algunas compa?eras llevan espray pimienta en el bolso, yo no. Lo que siempre hago es mandarle a mi esposo el n¨²mero del bus y la hora a la que salgo, o el n¨²mero del vag¨®n de metro si opto por este transporte¡±, detalla Mayen, madre de un ni?o de siete a?os, al que educa ¡°para que respete a las mujeres¡±.
Mayen, que admite haber vivido un solo incidente grave (¡°una noche en el bus un borracho se meti¨® conmigo, y lo ¨²nico que pude hacer fue cambiarme de asiento¡±), sigue otras precauciones b¨¢sicas: ¡°Vestirme decentemente, porque si no te dicen cosas¡±. Cierto que su barrio es muy mestizo, y que su principal temor proviene ¡°de los hombres borrachos y las barras [pandillas]¡± que pueblan las calles, pero es consciente de que su exposici¨®n al riesgo se multiplica por el hecho de ser mujer. ¡°La tienda donde trabajo es una muestra de ello: a menudo entran chicas para buscar refugio de alguien que las sigue por la calle, alguna se ha metido incluso en el probador. A veces mis compa?eras y yo las hemos acompa?ado de vuelta¡±, explica. / MAR?A ANTONIA S?NCHEZ VALLEJO
JUSTINE FEVRIER / Par¨ªs
¡°Mis amigos esperan que llegue mi mensaje¡±
En los 10 a?os que lleva viviendo en Par¨ªs, Justine Fevrier, una abogada de 28 a?os, nunca ha sido atacada volviendo sola a casa de noche. Pero sabe que el peligro est¨¢ ah¨ª: el 81% de las mujeres en Francia dicen haber sido v¨ªctimas de acoso sexual en lugares p¨²blicos, seg¨²n una encuesta de Ipsos en 2020. De acuerdo con la Secretar¨ªa de Estado para Igualdad, el 42% de las mujeres dicen tener a menudo miedo en la calle, el 40% en el transporte p¨²blico.
El metro es justamente el lugar donde Fevrier siempre se ha sentido menos segura. Antes de que la pandemia acabara con el ocio nocturno ¡ªbares, restaurantes, cines o teatros llevan cerrados casi cinco meses en Francia¡ª, Fevrier sol¨ªa salir ¡°hasta cualquier hora de la noche¡±, sobre todo en su ¨¦poca de estudiante.
Nunca ha usado alguna de las aplicaciones desarrolladas ¡ªen general por mujeres j¨®venes¡ª en los ¨²ltimos a?os en Francia como AppElles o Garde ton corps, que permiten enviar mensajes de urgencia y hasta proponen ¡°lugares seguros¡± ¡ªbares, comercios¡ª en la ruta de ida o vuelta. Aun as¨ª, Fevrier tomaba sus medidas de precauci¨®n. ¡°Le ped¨ªa a los amigos con los que hab¨ªa salido que estuvieran atentos hasta que les enviaba un mensaje diciendo que hab¨ªa llegado bien a casa¡±. A veces, para cubrir el trayecto desde su parada hasta su casa, siempre con las llaves en el bolsillo para entrar r¨¢pido, hablaba con alguien por tel¨¦fono hasta que llegaba. ¡°Me hac¨ªa sentirme m¨¢s segura el saber que estaba al tel¨¦fono con un amigo que, si me pasaba algo, pod¨ªa alertar a la polic¨ªa y darle mi direcci¨®n¡±. Con la pandemia, el problema sigue all¨ª, aunque distinto. ¡°Trabajo hasta tarde y vuelvo a casa siempre despu¨¦s del toque de queda [a las 19.00] y el metro est¨¢ casi desierto. Es la primera vez desde que estoy en Par¨ªs que no me siento totalmente segura cuando vuelvo del trabajo en metro¡±, reconoce.
La joven abogada no se definir¨ªa jam¨¢s como una persona temerosa. Ni creci¨® con historias preventivas en su Rennes natal. ¡°Mi madre estudi¨® tambi¨¦n en Par¨ªs la universidad, as¨ª que cuando llegu¨¦ no sent¨ªa aprensi¨®n ante una ciudad grande y peligrosa, solo me dijeron que prestara atenci¨®n, eso es todo¡±. Aun as¨ª, afirma, como todas sus amigas, sabe de alguien a la que le ha pasado algo, en general un intento de drogar su bebida en locales nocturnos.
Francia cuenta desde finales de 2018 con una ley que castiga el acoso sexual en la calle. Pero para Fevrier, lo importante es combinar las leyes con la educaci¨®n, ¡°desde casa, pero tambi¨¦n en el colegio¡±. Hay un problema, dice, cuando a las ni?as se les indica c¨®mo deben vestirse en clase, como el largo de la falda. ¡°Eso demuestra que todo el mundo se siente con derecho a opinar sobre la manera en que me visto, no es normal¡±, critica. ¡°Y da a entender que una ni?a no debe ense?ar demasiado su cuerpo, cuando son los hombres los que deben habituarse a no tratar a las chicas como un pedazo de carne. La educaci¨®n es la base¡±, insiste. / SILVIA AYUSO