Americanas: Mujeres que narran la violencia y madres que buscan a sus hijas
Cada semana, EL PA?S Am¨¦rica env¨ªa un bolet¨ªn informativo con ideas y noticias con perspectiva de g¨¦nero
Esta es la versi¨®n web de Americanas, el bolet¨ªn de EL PA?S Am¨¦rica que aborda noticias e ideas con perspectiva de g¨¦nero. Para recibirlo cada domingo puede suscribirse en este enlace. En esta entrega, Elena Reina y Gladys Serrano nos cuentan la historia de Aimee Melo, una valiente fot¨®grafa que recorre las calles de Tijuana cubriendo la violencia, que el ¨²ltimo mes se ha llevado a cuatro de sus colegas en todo M¨¦xico, el pa¨ªs m¨¢s letal para la prensa y uno de los lugares donde la violencia haci...
Esta es la versi¨®n web de Americanas, el bolet¨ªn de EL PA?S Am¨¦rica que aborda noticias e ideas con perspectiva de g¨¦nero. Para recibirlo cada domingo puede suscribirse en este enlace. En esta entrega, Elena Reina y Gladys Serrano nos cuentan la historia de Aimee Melo, una valiente fot¨®grafa que recorre las calles de Tijuana cubriendo la violencia, que el ¨²ltimo mes se ha llevado a cuatro de sus colegas en todo M¨¦xico, el pa¨ªs m¨¢s letal para la prensa y uno de los lugares donde la violencia hacia las mujeres se cuenta a diario. Beatriz Guill¨¦n y Nayeli Cruz viajaron a la capital del M¨¦xico de las cruces rosas que marcan los feminicidios, Ciudad Ju¨¢rez. All¨ª hablaron con las madres que buscan a sus hijas en una ciudad donde han asesinado a m¨¢s de 2.300 mujeres en tres d¨¦cadas y cientos contin¨²an desaparecidas.
El miedo en la guantera y la c¨¢mara en alto, por Elena Reina
Aunque la violencia contra la prensa no entiende de g¨¦nero, Aimee Melo, de 27 a?os, sabe muy bien que meterse a ciertas horas a cubrir un homicidio en Tijuana es mucho m¨¢s peligroso ¡ªsi cabe¡ª para ella que para sus compa?eros. Melo, fot¨®grafa del medio Punto Norte, desde Tijuana, no ha tenido m¨¢s remedio que tomar el relevo que dej¨® su compa?ero Margarito Mart¨ªnez, asesinado de un balazo a las puertas de su casa el pasado 17 de enero. Se guarda el miedo en la guantera y dispara: ¡°Se podr¨¢n negar muchas cosas, pero contra la foto no se puede hacer nada¡±.
En el peor momento para ser periodista en M¨¦xico, el pa¨ªs m¨¢s letal del mundo para el oficio, seg¨²n el Comit¨¦ para la Protecci¨®n de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en ingl¨¦s), y solo una semana despu¨¦s de que ejecutaran a Margarito, primero, y a Lourdes Maldonado, despu¨¦s, Melo sabe que lo ¨²nico que puede hacer por ellos, as¨ª como la mayor¨ªa de sus compa?eros en Tijuana, es seguir trabajando.
Escala las calles de los barrios bravos de una de las ciudades m¨¢s violentas del pa¨ªs con su cochecito rojo. A cualquier hora y sobre todo de noche, pues la violencia asoma con m¨¢s voracidad cuando el sol se esconde. Pegada a su celular, recibe avisos de asesinatos, lesionados con arma de fuego y la tarde en la que EL PA?S la acompa?¨®, el caso de un menor acribillado de un balazo en la cabeza en una cancha de f¨²tbol. Esa tarde y ya de noche, alrededor de las 18.30 horas, Melo sub¨ªa con su carro a uno de los barrios que pueblan sin ning¨²n orden los cerros. Donde m¨¢s matan y donde no sube nadie que no sea de all¨¢. Solo ellos: los fot¨®grafos de nota roja, que desde hace d¨¦cadas la violencia de los c¨¢rteles no les ha dado tregua. Y Melo es la ¨²nica mujer de cinco compa?eros.
¡°Llegar sola a una escena donde hay a lo mejor 15 soldados hombres es meterte a la boca del lobo¡±, cuenta Melo despu¨¦s de una jornada interminable. Despu¨¦s de fotografiar el cad¨¢ver embolsado de un ni?o, ha despedido en el velatorio a su compa?era Lourdes Maldonado. ¡°Lo he platicado con mis compa?eros y aunque ellos est¨¦n tambi¨¦n en peligro, es muy diferente: por el hecho de ser mujer el riesgo es mayor¡±, agrega. Adem¨¢s de las medidas de seguridad b¨¢sica que la mayor¨ªa de sus compa?eros est¨¢n implementando estos d¨ªas de miedo y furia, Melo debe cuidarse tambi¨¦n de quienes la ven como un blanco f¨¢cil. Una chica sola ante la escena del crimen; una joven atrevida que incomoda tanto a autoridades como a criminales. Con ella no hay compadreo ni chistes, hay trabajo. Y muy pocos lo entienden.
En Tijuana las mujeres periodistas cumplen un papel crucial. Cuando la directora del legendario semanario Zeta, Adela Navarro, se presenta a un acto, representa toda una autoridad local. Una publicaci¨®n amenazada desde hace m¨¢s de 30 a?os, que sigue llamando a las cosas por su nombre y que solo unos d¨ªas despu¨¦s del asesinato de dos compa?eros se atreve a mencionar unas siglas innombrables para muchos medios en M¨¦xico: ¡°Arma [que mat¨® a Margarito] es del Cartel Jalisco Nueva Generaci¨®n¡±, el grupo criminal m¨¢s sanguinario.
In¨¦s Garc¨ªa es editora de Punto Norte y jefa de Melo. Estos d¨ªas siente mucho miedo de mandar a alguien al terreno. ¡°Por suerte, nadie se ha echado para atr¨¢s¡±, comenta. Ella ya hab¨ªa decidido tomar medidas que algunos consideraban excesivas antes del asesinato de sus compa?eros: sentarse siempre de frente a la puerta de un restaurante, nunca estacionar su coche frente a su casa si sospechaba que la segu¨ªan, cambiar de rutas al volver del trabajo y jam¨¢s decirle a nadie, excepto a los cercanos, que era periodista. Ellas, y muchas otras que este reportaje sobre el enorme trabajo de los periodistas de Tijuana no ha alcanzado a mencionar, son un ejemplo para el oficio en el resto del pa¨ªs y cuyo coraje deber¨ªa ser reconocido por sus lectores. Con su valent¨ªa lanzan adem¨¢s un mensaje a los verdugos de sus compa?eros: ¡°No se mata a la verdad, matando periodistas¡±.
El dolor de las madres de Ju¨¢rez, por Beatriz Guill¨¦n
En las calles de Ju¨¢rez apenas hay mujeres caminando. Son silenciosas, solitarias. Es una ciudad triste de chicas que faltan y madres que buscan. Hace a?os que Ju¨¢rez export¨® la idea de feminicidio; sus cruces rosas ¡ªque est¨¢n por todas partes¡ª trascendieron las fronteras y los asesinatos de las trabajadoras de las maquilas aparecen hasta en la ¨²ltima temporada de ¡®Narcos¡¯. Pero en cierta manera es peor de lo que se imagina: es real.
Nosotras hablamos con Susana Montes y Norma Laguna, les compramos burritos para desayunar ¡ªde barbacoa y de chile relleno, son los que les gustan¡ª. Ten¨ªan que recordar a sus hijas, que desaparecieron en 2009 y 2010 en el centro de Ju¨¢rez. Encontraron sus restos en el 2012 en el cauce de un arroyo seco que los carteles hab¨ªan convertido en un cementerio clandestino lleno de cuerpos de mujeres. ¡°Yo tuve una hija con mucho amor, completita, con carnita¡¡±, dec¨ªa Susi. Estas madres lloraron durante casi toda la entrevista, pero hace un tiempo, cuando hablaban de esto, llegaban a desmayarse. Llevan a?os de terapia para solo ¡ªdicen¡ª aprender a vivir con el dolor. Pens¨¦ mucho en mi madre al o¨ªrlas: buscaron a sus hijas con garras, se metieron en barrios controlados por el narco, pararon el tr¨¢fico, caminaron kil¨®metros repartiendo sus fotos, pero no lo lograron. Nunca las ayud¨® la polic¨ªa, todo lo hicieron solas. Recuerdan con una precisi¨®n impactante qu¨¦ hicieron ese d¨ªa, qu¨¦ les dijeron a sus hijas, qu¨¦ hora era cuando salieron, c¨®mo iban vestidas.
La historia de Lupita e Idaly ¡ªas¨ª se llamaban¡ª es una pesadilla, obligadas a prostituirse en una red de trata que funcion¨® durante los peores a?os de la guerra contra las drogas. A las chicas secuestradas las golpeaban, las drogaban, no les daban de comer; las mataban despu¨¦s. Sigue en pie el lugar donde eso pasaba, el Hotel Verde, y todav¨ªa la zona est¨¢ controlada por el cartel. En Ciudad Ju¨¢rez la violencia ocasionada por el crimen organizado se ha normalizado de manera que pocos lugares parecen seguros, tampoco los hogares en los que se han quedado confinadas las mujeres a causa de la pandemia. Preguntamos a investigadores y expertos, a la entonces directora del Instituto de Mujeres de Ju¨¢rez, si algo as¨ª pod¨ªa estar ocurriendo ahora todav¨ªa: en las casas bajas de adobe del centro o en las colonias de la periferia donde apenas se atreven a entrar los agentes. No lo sab¨ªan, dijeron. D¨¦cadas despu¨¦s Ju¨¢rez sigue siendo una ciudad asediada por la violencia contra sus mujeres.
Estos son nuestros art¨ªculos recomendados de la semana:
?El presidente de M¨¦xico es mis¨®gino?
Piedad Bonnett: ¡°Hay una comodidad innata en los hombres¡±.
Rita Moreno habla de lo que sufri¨® en su relaci¨®n con Marlon Brando
Miss EE UU 2019 y la urgencia de hablar sobre la salud mental
Y para despedirnos, unas sugerencias:
Un documental:
La once. Entre las cinco y las siete de la tarde, los chilenos se re¨²nen a tomar ¡°la once¡±, lo que en otros pa¨ªses se conoce como la merienda. Combinan comida dulce, salada y, por supuesto, t¨¦. En La once, el documental que Netflix acaba de incluir en su cat¨¢logo, la fant¨¢stica cineasta chilena Maite Alberdi nos permite sentarnos a tomar la once en la misma mesa con un grupo de ancianas que hablan de amor, sexo, maridos que ya murieron y f¨²tbol. Durante cinco a?os, la directora registr¨® a su abuela y a sus amigas compartiendo esos encuentros y el resultado es un hermoso retrato de la amistad y la vejez. Como lo hizo con El agente topo, nominada a los Oscar en 2021, la chilena Alberdi logra retratar con much¨ªsimo humor la vida de este grupo de ancianas, que comparten sus vidas desde que estaban en el colegio.
Una cuenta en Instragram:
Mujeres.haciendo.ciencia. Se trata de un espacio en el que mujeres latinoamericanas comparten sus experiencias en el mundo cient¨ªfico. Hace una semana habl¨¢bamos en este bolet¨ªn sobre la dificultad que todav¨ªa existe para abrirse espacio en esta disciplina y ellas son ejemplo de c¨®mo, a pesar de las limitantes de g¨¦nero, se pueden liderar investigaciones de alcance mundial. Las publicaciones de la cuenta est¨¢n en espa?ol y portugu¨¦s.
Una fot¨®grafa:
Fabiola Ferrero. Es una periodista y fot¨®grafa venezolana que retrata la crisis de su pa¨ªs m¨¢s all¨¢ de las noticias. Su trabajo, como lo explica ella, busca contrastar sus recuerdos de infancia en una Venezuela que no es la mismo de hoy. Con Mujer trashumante, uno de sus trabajos recientes acompa?a a mujeres migrantes en la frontera entre su pa¨ªs y Colombia.
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