El accidente de Los Andes: ¡°Llevar un poco de nuestros amigos en el cuerpo y en el alma fue un honor¡±
Dos supervivientes del avi¨®n uruguayo que se estrell¨® el 13 de octubre de 1972 recuerdan el accidente que los dej¨® varados en la nieve 72 d¨ªas y los oblig¨® a comer los restos de sus compa?eros para sobrevivir
A veces pasa como en las pel¨ªculas. Despu¨¦s de que su avi¨®n se estrellara en medio de las monta?as, despu¨¦s de que las autoridades los dieran por muertos y quedaran a su suerte en la oscuridad y la nieve, despu¨¦s de perder a amigos queridos y hacer lo impensable por sobrevivir durante m¨¢s de dos meses a 25 grados bajo cero, Carlos P¨¢ez recuerda, sobre todo, el final. ¡°La llegada de los helic¨®pteros fue la llegada de la libertad¡±, cuenta. ¡°Creo que ver¨¦ el final de nuestra pel¨ªcula mil veces¡±.
El 13 de octubre de 1972, un avi¨®n de la Fuerza A¨¦rea uruguaya en el que viajaba un equipo de rugby juvenil junto a sus familiares y amigos se estrell¨® en medio de la cordillera de Los Andes. El piloto hab¨ªa confundido su posici¨®n por la poca visibilidad y, pensando que descend¨ªa para aterrizar en Santiago, cay¨® en las monta?as de la frontera entre Chile y Argentina. En el Fairchild Hiller FH-227D, una aeronave de fabricaci¨®n estadounidense con capacidad para 50 personas, viajaban 40 pasajeros y cinco tripulantes. Tras 72 d¨ªas malviviendo en medio de las monta?as, solo sobrevivieron 16 personas.
De los horrores que tuvieron que atravesar los supervivientes se han escrito 26 libros, se han rodado nueve documentales y producido cinco pel¨ªculas. Carlos P¨¢ez (Montevideo, 68 a?os) sali¨® de la cordillera, es padre y t¨¦cnico agropecuario. Tambi¨¦n vivi¨® para contarlo. ¡°En ese momento no pele¨¢bamos por llegar a Hollywood o para que nos entrevistaran 50 a?os despu¨¦s. Yo peleaba por volver a casa con mi mam¨¢ y mi pap¨¢¡±, cuenta en 2022, cuando se cumpli¨® medio siglo del accidente, en una videollamada con varios medios internacionales, incluido EL PA?S. ¡°Era un chico de 18 a?os, hijo de un pintor famoso, que con tal de que no lo molest¨¢ramos nos daba todo. En ese entonces yo todav¨ªa ten¨ªa ni?era, que fue quien me hizo la valija para el viaje¡±, recuerda. ¡°Nunca hab¨ªa tenido fr¨ªo, nunca hab¨ªa tenido hambre, nunca hab¨ªa hecho nada ¨²til. Y me toc¨® vivir la historia de supervivencia m¨¢s incre¨ªble de todos los tiempos¡±.
El avi¨®n se estrell¨® al final de la tarde de un viernes en el extremo occidental de Argentina, 150 kil¨®metros al sur de su destino final: Santiago de Chile. Tres tripulantes y ocho pasajeros murieron en el choque ¡ªel avi¨®n golpe¨® las monta?as dos veces y perdi¨® las alas y la cola¡ª. A 3.570 metros sobre el nivel del mar, contra la furia g¨¦lida del viento y la falta de alimentos, otras 18 personas fallecieron mientras esperaban un rescate que nunca lleg¨®. Ocho d¨ªas despu¨¦s del accidente, sin encontrar rastro de un avi¨®n blanco en la nieve, los operativos de b¨²squeda fueron cancelados a la espera de que el verano austral derritiera la nieve y se pudieran buscar los cuerpos. ¡°El mensaje m¨¢s poderoso de nuestra historia es que no nos encontraron, nosotros fuimos a buscar los helic¨®pteros¡±, cuenta P¨¢ez. ¡°Aprend¨ª eso con el tiempo: una cosa es que las cosas pasen y otra es salir a hacer que pasen¡±.
?Viven!, la pel¨ªcula m¨¢s popular sobre la tragedia, es para P¨¢ez un retrato muy fiel de los d¨ªas que pas¨® en la nieve. En el filme de 1993, el actor John Malkovich interpreta a un P¨¢ez adulto, narrador de la tragedia que cambi¨® su vida cuando era un adolescente. Sobre la escena final, aquella en la que dos helic¨®pteros llegan hasta los restos del fuselaje donde se refugian los supervivientes y que el Carlos P¨¢ez de la vida real tiene grabada a fuego, Malkovich relata la epopeya final de la manera m¨¢s simple: ¡°Nando y Canessa atravesaron Los Andes y nos salvaron. No hay mucho m¨¢s que pueda contarles¡±.
Fernando Nando Parrado y Roberto Canessa salieron a buscar ayuda despu¨¦s de escuchar en un radiotransmisor hallado entre los restos del avi¨®n que la operaci¨®n de rescate hab¨ªa sido cancelada. ¡°Escuchar que te decretan muerto, que ya no est¨¢s y que el mundo sigue sin ti, quita el dilema de si esperar el rescate o salir a caminar¡±, recuerda Canessa, hoy un m¨¦dico reputado, en otra videoconferencia. ¡°Ninguno quer¨ªa salir, se fue decantando. Algunos salieron los primeros d¨ªas y volvieron totalmente congelados. En mi caso, sal¨ª porque estaba bien. Me acuerdo que Arturo Nogueira [que muri¨® herido en la monta?a] me dijo: ¡®qu¨¦ suerte ten¨¦s vos, que ten¨¦s las piernas sanas y pod¨¦s salir a caminar y salvar a los dem¨¢s¡¯. Eso me dio una inyecci¨®n de hero¨ªsmo, de esperanza. En lugar de morirnos en el fuselaje, que ya nos estaba destruyendo, me dio una oportunidad de aunque sea morir caminando, con alguna posibilidad de llegar¡±.
El 12 de diciembre, casi dos meses exactos despu¨¦s del accidente, Canessa y Parrado comenzaron a escalar las monta?as hacia el oeste. No pod¨ªan saberlo, pero el pueblo m¨¢s cercano estaba a menos de 70 kil¨®metros. Al noveno d¨ªa de caminata, se encontraron con vacas. Y por la noche vieron al due?o, un arriero chileno llamado Sergio Catal¨¢n. ¡°Nos hab¨ªa visto antes, y pens¨® que est¨¢bamos cazando. Como llev¨¢bamos barras de metal para trepar, pens¨® que eran escopetas. Le gritamos, pero no entend¨ªa nada¡±, recuerda Canessa. Los hombres le escribieron una nota y se la lanzaron atada a una roca. ¡°Era la tarde en la monta?a y ¨¦l solo nos dec¨ªa ¡®?Ma?ana!, ?ma?ana!¡¯ y fue el ma?ana m¨¢s maravilloso de nuestras vidas¡±.
¡°?Alguno de ustedes no lo hubiera hecho?¡±
Tras su rescate, el 22 de diciembre de 1972, la fama golpe¨® al grupo de supervivientes con proyectos para escribir libros, invitaciones al extranjero para contar lo vivido y para copar portadas de revistas. ¡°A los 18 a?os es muy agradable ser famoso¡±, recuerda P¨¢ez. Pero su encuentro con la fama tambi¨¦n choc¨® con la maldad. Mientras los j¨®venes volv¨ªan a Uruguay, un rumor empez¨® a extenderse por Montevideo: los supervivientes hab¨ªan asesinado a algunos miembros del grupo cuando empezaron a quedarse sin comida. Algunos decidieron no salir en p¨²blico y centrarse en el presente. Otros, como P¨¢ez y Canessa, decidieron que lo mejor era salir a hablar.
¡°Esto nos molest¨® porque no era cierto, y levant¨® dudas en la mente de las familias de los chicos que murieron¡±, le dijo P¨¢ez a The Washington Post en 1978. ¡°Algunas revistas dec¨ªan que ¨¦ramos can¨ªbales, y eso no es cierto porque significa matar a otra persona porque te gusta comer carne humana. No hicimos eso¡±.
En la actualidad, con la perspectiva de los a?os y de miles de conferencias alrededor del mundo, ambos hablan del tema sin tapujos. ¡°Nosotros no hicimos nada para arrepentirnos¡±, afirma Canessa. ¡°Llevar un poco de nuestros amigos en el cuerpo y en el alma es un honor que yo hubiera sentido si hubiera muerto: que me hubieran usado para vivir¡±. P¨¢ez cuenta c¨®mo aborda el tema en sus conferencias. ¡°Yo suelo hacer la pregunta al rev¨¦s¡±, dice. ¡°?Alguno de ustedes no lo hubiera hecho? Nunca nadie levanta la mano. Es como dice San Francisco de As¨ªs: empieza por hacer lo necesario, luego lo que es posible y te encontrar¨¢s viviendo lo imposible. Cuando est¨¢s en el proceso de vivir 10 d¨ªas sin comer absolutamente nada, las cosas se resuelven m¨¢s f¨¢cil. Te digo m¨¢s: si ahora me cayera en la cordillera de los Andes, yo no espero 10 d¨ªas para hacerlo¡±.
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