¡°Yo s¨ª te creo, hermana¡± y la presunci¨®n de inocencia
Un juicio justo exige que se demuestre la culpabilidad del agresor, por supuesto. Pero demasiadas veces, para defender la inocencia del violador se ha recurrido a culpabilizar a la v¨ªctima y arrojar toneladas de dudas sobre la veracidad de su relato
La violencia machista es una losa cultural tan pesada para las mujeres que el primer escollo que han de superar, una vez han sido agredidas, es no ser cre¨ªdas. De ese temor se deriva una l¨®gica aversi¨®n al calvario procesal, a tener que repetir una y otra vez, rememorar y rememorar, los detalles de un recuerdo que les resulta doloroso. No son temores infundados. Son el producto de a?os de historias judiciales adversas interiorizadas en el imaginario colectivo, que condicionan a todas las v¨ªctimas y en especial a aquellas que, paralizadas por el terror o siguiendo la consigna que muchas madres ...
La violencia machista es una losa cultural tan pesada para las mujeres que el primer escollo que han de superar, una vez han sido agredidas, es no ser cre¨ªdas. De ese temor se deriva una l¨®gica aversi¨®n al calvario procesal, a tener que repetir una y otra vez, rememorar y rememorar, los detalles de un recuerdo que les resulta doloroso. No son temores infundados. Son el producto de a?os de historias judiciales adversas interiorizadas en el imaginario colectivo, que condicionan a todas las v¨ªctimas y en especial a aquellas que, paralizadas por el terror o siguiendo la consigna que muchas madres les hemos inculcado, han decidido no resistirse para no agravar su situaci¨®n y poner adem¨¢s su vida en peligro. La integridad sexual es una parte muy importante de la vida. Pero la vida siempre vale m¨¢s.
La pasividad de quien lo ¨²nico que desea es que acabe cuanto antes la tortura que llev¨® a la v¨ªctima de La Manada a no resistirse a los cinco energ¨²menos que la violaban, es la que permiti¨® al primer tribunal que juzg¨® el caso a decidir que no hab¨ªa delito de agresi¨®n sexual porque no se apreciaba ni intimidaci¨®n ni violencia. La respuesta fue un clamor en las calles de toda Espa?a: ¡°Hermana, yo s¨ª te creo¡±, ¡°no es abuso, es violaci¨®n¡±. De esa movilizaci¨®n surgi¨® un cambio legislativo, la ley del solo s¨ª es s¨ª, que pretende cambiar el paradigma de manera que no sea la v¨ªctima la que tenga que demostrar que si no se resisti¨® no era porque estuviera consintiendo la violaci¨®n.
Desde ciertos sectores se ha querido tergiversar el alcance de ese ¡°Yo si te creo, hermana¡±. Alegan que esa filosof¨ªa impregna la nueva ley, y su aplicaci¨®n atenta contra la presunci¨®n de inocencia. Nadie est¨¢ pidiendo, y menos quienes promueven el cambio de paradigma, que ese principio del derecho penal quede afectado. El problema es que durante mucho tiempo en los casos de agresi¨®n sexual la presunci¨®n de inocencia se ha afirmado sobre la premisa de poner en cuesti¨®n la conducta de la v¨ªctima. Un juicio justo exige que se demuestre la culpabilidad del agresor, por supuesto. Pero demasiadas veces, para defender la inocencia del violador se ha recurrido a culpabilizar a la v¨ªctima y arrojar toneladas de dudas sobre la veracidad de su relato. La presunci¨®n de inocencia no debe ampararse en la desprotecci¨®n de la v¨ªctima.
Hacer ver que lo que la ley busca es que el tribunal grite ¡°hermana, yo s¨ª te creo¡±, es una caricatura interesada y grotesca. Basta que sea neutral y justo con las dos partes, en la manera de conducir los interrogatorios y en la valoraci¨®n de las pruebas. Cuando es realmente importante el ¡°hermana, yo si te creo¡± no es en la fase de juicio, que por naturaleza ha de ser contradictorio, sino antes, y muy especialmente en el momento posterior a la agresi¨®n. El caso Alves muestra lo crucial que resulta para el proceso judicial que en ese momento de desamparo y confusi¨®n, haya alguien que te coja de la mano y te diga, ¡°hermana, yo si te creo¡± y te voy a ayudar. Como hizo aquel portero de la discoteca Sutton de Barcelona, cuando al ver salir llorosa a la v¨ªctima le pregunt¨® qu¨¦ le ocurr¨ªa, la crey¨®, la llev¨® a un lugar discreto y puso en marcha un protocolo que allan¨® los primeros y decisivos pasos: llamar a los Mossos d¡¯Esquadra, que tomaron muestras, recogieron im¨¢genes, acompa?aron a la v¨ªctima al hospital de referencia, donde se hicieron an¨¢lisis y recibi¨® atenci¨®n psicol¨®gica. Teniendo en cuenta la cantidad de agresiones que se producen en un contexto de fiesta y ocio nocturno, esa filosof¨ªa exige que protocolos como este se extiendan a todo el territorio, de manera que las v¨ªctimas puedan presentar denuncia con la confianza de que no ser¨¢n cuestionadas y tendr¨¢n la oportunidad y las condiciones necesarias para probar la agresi¨®n.