¡°No te vimos. No te acariciamos. No te escuchamos. Nos perdimos perderte¡±
La lectora narra la incapacidad de volar de regreso a Espa?a para acompa?ar los ¨²ltimos d¨ªas de un ser muy querido
EL PA?S inicia la publicaci¨®n de una selecci¨®n de las historias personales enviadas por los lectores sobre la pandemia. Cientos han respondido con sus relatos y experiencias a la invitaci¨®n de la redacci¨®n.
El 16 de marzo supimos que te ibas. Nos dijeron que te daban un par de semanas, pero se equivocaron.
Aquel lunes empezaba a trabajar. Con el jaleo de la mudanza apenas hab¨ªa tenido tiempo de seguir lo que estaba pasando en Es...
EL PA?S inicia la publicaci¨®n de una selecci¨®n de las historias personales enviadas por los lectores sobre la pandemia. Cientos han respondido con sus relatos y experiencias a la invitaci¨®n de la redacci¨®n.
El 16 de marzo supimos que te ibas. Nos dijeron que te daban un par de semanas, pero se equivocaron.
Aquel lunes empezaba a trabajar. Con el jaleo de la mudanza apenas hab¨ªa tenido tiempo de seguir lo que estaba pasando en Espa?a. Mis padres, que hab¨ªan llegado a Inglaterra antes de que se decretase el estado de alarma, estaban nerviosos desde el s¨¢bado. Tem¨ªan no poder volver.
Entonces recibimos aquella llamada y todo se precipit¨®. Buscamos autobuses, trenes y vuelos que nos llevasen de regreso. Cada vez hab¨ªa menos, los precios eran desorbitados, las conexiones pr¨¢cticamente nulas. Encontramos un vuelo y a las veinticuatro horas nos lo cancelaron. Lo cambiamos por otro y a las doce horas, con las maletas listas, tambi¨¦n lo cancelaron. El siguiente vuelo, con una espera posterior de dieciocho horas en Barajas y un trayecto en autocar de diez, no sal¨ªa hasta una semana despu¨¦s.
El viernes te enviaron a casa con una m¨¢quina de morfina. Lograste subir las escaleras hasta tu habitaci¨®n por tus propios medios, pero las piernas ya no te respond¨ªan del todo.
En esos siete d¨ªas de limbo Inglaterra se fue paralizando lentamente, con una parsimonia ficticia diametralmente opuesta a nuestra angustia. Keep calm and carry on. Cada d¨ªa revis¨¢bamos nuestras cuentas de correo espoleados por el miedo a que el tercer vuelo tambi¨¦n se cancelase. Cambiamos los billetes de autob¨²s cuatro veces seg¨²n se iban anulando, una por una, las frecuencias. Flotaba en el ambiente la sensaci¨®n de que hab¨ªa que huir antes de que el barco se hundiese, de que tonto el ¨²ltimo, de que est¨¢bamos participando en una contrarreloj sin una l¨ªnea de meta clara.
Nos ganaste por la mano. Te fuiste un d¨ªa antes de que pudi¨¦ramos volar. Estaba trabajando desde casa, son¨® el tel¨¦fono y el tono en la respuesta de mi madre me caus¨® un escalofr¨ªo. Cuando colg¨® tardamos unos momentos en reaccionar. Me sent¨ªa como si me hubieran dado una paliza y en mi cuerpo todav¨ªa no hubiesen aparecido los cardenales. Me imaginaba de pie a la orilla del mar mientras las olas me derribaban constantemente cada vez que intentaba levantarme.
Aquella noche so?¨¦ contigo. Viniste a verme, serena y sonriente, me abrazaste y pude respirar el olor de tu piel con la misma nitidez que si hubiera estado despierta. Me gustar¨ªa creer que, de alg¨²n modo inconcebible para mi mente racional y agn¨®stica, nuestros yoes on¨ªricos tuvieron la oportunidad de despedirse un 25 de marzo.
Al d¨ªa siguiente, mientras nos despeg¨¢bamos del suelo en Heathrow, t¨² te convertiste en aire. A lo mejor nos cruzamos por el cielo; no comprob¨¦ en qu¨¦ direcci¨®n soplaba el viento aquel jueves. Cuando tocamos tierra eras polvo.
No te vimos. No te acariciamos. No te escuchamos. Nos perdimos perderte.
Todav¨ªa no te he llorado con suficientes l¨¢grimas. Apenas consigo escribirte. La vida sigue en suspenso. Observo la ciudad let¨¢rgica tras mi ventana y es como si nada hubiera sucedido. Quiz¨¢s es esta calma avasalladora la que vuelve todo tan aterrador. Es tan f¨¢cil enga?arse; es tan sencillo esconderse entre correos electr¨®nicos y reuniones de Zoom. Es tan tentador anestesiarse el alma para olvidarme de que ya no est¨¢s.
A principios de junio habr¨ªas cumplido 35.
La ¨²ltima vez que nos vimos, el 25 de diciembre, cantamos juntas al son de una guitarra. Desde que te fuiste se me ha resquebrajado la voz; quiz¨¢s mis cuerdas vocales no quieran vibrar porque temen soltarte tanto como yo.
Informaci¨®n sobre el coronavirus
- Aqu¨ª puede seguir la ¨²ltima hora sobre la evoluci¨®n de la pandemia
- As¨ª evoluciona la curva del coronavirus en Espa?a y en cada autonom¨ªa
- Preguntas y respuestas sobre el coronavirus
- Gu¨ªa de actuaci¨®n ante la enfermedad
- En caso de tener s¨ªntomas, estos son los tel¨¦fonos que se han habilitado en cada comunidad
- Pinche aqu¨ª para suscribirse a la newsletter diaria sobre la pandemia