Clubhouse para introvertidos: ?tiene sentido entrar a la red social de la voz si no te encanta hablar en p¨²blico?
Un silencioso paseo por la nueva plataforma, donde tomar la palabra no es tan importante
Nunca me han gustado los telefonillos. Llamar a un timbre o escuchar su ta?ido da pie a oscuros enigmas que me crispan los nervios. ¡°?Me habr¨¦ equivocado de puerta?¡±, ¡°?Ser¨¢ un asesino?¡±, ¡°?Conseguiremos comunicarnos con ¨¦xito a trav¨¦s de esa chatarra que suena como un walkie talkie en una papelera?¡±, ¡°?Habr¨¢ conseguido entrar?¡±, ¡°?Empujar¨¦ la puerta a tiempo?¡±. Clubhouse, la aplicaci¨®n de moda, es un descomunal patio de vecinos con puertas y ventanas abiertas de par en par. Los reci¨¦n ...
Nunca me han gustado los telefonillos. Llamar a un timbre o escuchar su ta?ido da pie a oscuros enigmas que me crispan los nervios. ¡°?Me habr¨¦ equivocado de puerta?¡±, ¡°?Ser¨¢ un asesino?¡±, ¡°?Conseguiremos comunicarnos con ¨¦xito a trav¨¦s de esa chatarra que suena como un walkie talkie en una papelera?¡±, ¡°?Habr¨¢ conseguido entrar?¡±, ¡°?Empujar¨¦ la puerta a tiempo?¡±. Clubhouse, la aplicaci¨®n de moda, es un descomunal patio de vecinos con puertas y ventanas abiertas de par en par. Los reci¨¦n llegados no llaman al timbre: se tiran en paraca¨ªdas sobre las salas abiertas de esta red social, basada solo en audio, nacida en 2020 y por ahora restringida a usuarios con la fortuna de tener un iPhone y una invitaci¨®n.
Despu¨¦s de recurrir a la generosidad de terceros para cumplir los requisitos anteriores, aterrizo en la nueva plataforma una ma?ana de jueves. Para acceder, basta introducir el n¨²mero de tel¨¦fono al que se envi¨® la invitaci¨®n, teclear un c¨®digo de confirmaci¨®n, seleccionar las ¨¢reas de inter¨¦s ¡ªconocimiento, asuntos internacionales, deportes, lugares, tecnolog¨ªa, entretenimiento, arte¡¡ª y seguir a tus amigos.
El problema de llegar a Clubhouse con un iPhone prestado es que, sin la posibilidad de importar los contactos del dispositivo, me descubro sola en medio de un sinf¨ªn de corrillos de desconocidos conversando: en uno est¨¢n hablando de la mejor manera de usar Telegram, otros parecen para gente que se hace compa?¨ªa mientras pasea, hay una sala donde se est¨¢ desarrollando una sesi¨®n de meditaci¨®n. Sale entonces a la luz una versi¨®n renovada de los enigmas del telefonillo: ¡°?Qui¨¦n es esa gente?¡±, ¡°?Me estar¨¢n viendo?¡±, ¡°?Y si me dicen algo?¡±, ¡°?Y si intento hablar y no me entienden?¡±,
Entrar en una habitaci¨®n llena de gente es f¨¢cil, nadie va a reparar en un nuevo avatar cuando hay m¨¢s de 300 usuarios conectados. Asomarse a conversaciones m¨¢s peque?as es otra cuesti¨®n. Al llegar a uno de los grupos de gente que pasea, veo mi nombre junto al de cuatro personas m¨¢s. Pasan 10 segundos muy largos. Nadie habla. Alguien respira fuerte. Me angustio y huyo a toda prisa, como quien acaba de llamar al timbre equivocado.
Una voz amiga
En esta populosa y digital casa de T¨®came Roque, encontrarse un amigo es como topar con un espa?ol en una tierra lejana. Despu¨¦s de hacer unas gestiones por Whatsapp ¡ªClubhouse no permite enviar mensajes de texto¡ª, una voz familiar me cuenta que lleva dos semanas en la plataforma: ¡°Pienso que est¨¢ teniendo mucho ¨¦xito porque es un poco como salir al bar con los amigos cuando no puedes salir al bar con los amigos. Terminas de trabajar y dices: ¡®Me voy un rato a Clubhouse¡¯. Y encima tienes una parroquia que te escucha¡±. El sonido es cristalino, sin ecos de walkie talkie ni desfases en la transmisi¨®n. Mejor que una llamada de WhatsApp, pero sin a?adidos que lo hagan m¨¢s conveniente que un tel¨¦fono de toda la vida para una conversaci¨®n entre dos personas.
Con renovado coraje, salgo de nuevo a los interminables pasillos de esta red social, en busca de nuevas ch¨¢charas. Al parecer, Jared Leto, actor, cantante, e ilustre usuario pionero de Clubhouse, est¨¢ en una de las habitaciones. Tras 20 minutos escuchando voces desconocidas organizando lo que parec¨ªa una campa?a para solicitar a los fundadores de la plataforma que hagan algo para frenar a los troles ¡ªen todos los hornos se cuecen habas??¡ª, me fui a desayunar convencida de que Leto ni estaba ni se le esperaba.
Salto al club de startups, escucho a un emprendedor recitar un poema y explicar las virtudes de su startup, que seg¨²n alcanzo a entender desde la ducha, busca conectar mentes creativas en una red de talento basada en blockchain. Una voz que parece ser de un inversor le explica que todav¨ªa est¨¢ esperando a ver una aplicaci¨®n verdaderamente ¨²til de esta tecnolog¨ªa. Seg¨²n registra la aplicaci¨®n, hay otras 416 personas conectadas. Tan abarrotada est¨¢ la sala que se hace imposible localizar el avatar de quien habla.
El rostro de Clubhouse
Cuando me dispongo a marcharme en busca de mejores pastos, oigo un cotilleo que satisface a la maruja que hay en m¨ª: esa persona que sonr¨ªe de perfil en el nuevo logo de Clubhouse es Axel Mansoor, el organizador del Lullaby Club ¡ªclub de las nanas¡ª, donde cada d¨ªa, a las 9 de la noche (hora del Pac¨ªfico) se entonan canciones de cuna. Me pongo el despertador a las 6 de la ma?ana hora espa?ola y vuelvo a salir al patio de vecinos.
Un aparente punto positivo de este modelo de red social es que no exige clavar la vista en la pantalla, lo que ahorra las horas de scroll descerebrado que alimentan otras redes sociales y permite compartir el tiempo dedicado a esta aplicaci¨®n con otras actividades. A las 13:00 me subo a la bici est¨¢tica justo cuando comienza una nueva sesi¨®n de hablar y pasear donde una media de 10 personas ¡ªcontando las ovejas que entran y las que salen¡ª, hablan de lo primero que les viene a la cabeza mientras intentan alcanzar sus 10.000 pasos diarios. Despu¨¦s de casi un a?o de solitario teletrabajo, se agradece la compa?¨ªa si bien siento que estoy poniendo las antenas en una conversaci¨®n ajena. Al cabo de media hora, harta de seguir el hilo de la charla y las indicaciones del entrenamiento, abandono el paseo.
Completo la ma?ana en Clubhouse con la sensaci¨®n de que deambular por la red social es como callejear por una ciudad desconocida. Lo mismo acabas en un rinc¨®n especial al que merece la pena volver, que en un pol¨ªgono industrial donde no hay nada que ver. Resulta un poco artificial e incluso elitista el hecho de que en esas conversaciones participen ¨²nicamente usuarios de iPhone que han sido invitados, pero se supone que es cuesti¨®n de tiempo que la plataforma se abra al mundo.
Por la tarde caigo de casualidad en una interesant¨ªsima conversaci¨®n sobre la industria musical y c¨®mo las nuevas plataformas han puesto patas arriba las exigencias que deben cumplir los artistas para ganarse la vida en ellas. Me la llevo al supermercado y la sigo con atenci¨®n mientras decido si la bici de la ma?ana me permite comprar una bolsa de patatas fritas. La experiencia no es distinta de ir escuchando la radio o un podcast, aunque quiz¨¢s s¨ª hay algo m¨¢s de cercan¨ªa y espontaneidad, con gente que se va sumando al di¨¢logo de forma casual, como quien visita la casa de un amigo por estar en el vecindario.
Nanas de madrugada
A las 6 de la ma?ana, parcialmente resucitada por el despertador, me arrastro al Lullaby Club, ya en marcha, donde me recibe el susurro escalofriante de la moderadora de turno. Seg¨²n parece, es obligatorio hablar en voz baja y se sigue la din¨¢mica de un micro abierto: un grupo de cantantes que se han apuntado previamente arrullan a los m¨¢s de 400 oyentes con versiones ac¨²sticas de todo tipo de canciones. Adem¨¢s, por ser jueves, es posible hacer peticiones v¨ªa Instagram. Ya desvelada, me llevo las nanas a la bici y aunque dudo que vuelva a madrugar para ello, disfruto bastante de las actuaciones, que incluyen un sorprendente mash-up de Baby¡¯s got back, de Sir Mix-a-lot, y Slow dancing in a burning room, de John Mayer.
Contra todo pron¨®stico, hay hueco en esta corrala para quienes temen a los telefonillos y en general, a las situaciones que potencialmente implican hablar ante un p¨²blico desconocido. Tiene sentido ser una parte silenciosa de la red y utilizarla como una fuente m¨¢s de entretenimiento: ¡°Me aburro, ?qu¨¦ se cuece en Clubhouse?¡±. No es que sea un foro imprescindible y puede que su ¨¦xito beba del encierro generalizado impuesto por la pandemia. En cualquier caso, no cabe duda de que a¨²n est¨¢n por ver las locuras que pueden hacerse en la plataforma.
Puedes seguir a EL PA?S TECNOLOG?A RETINA en Facebook, Twitter, Instagram o suscribirte aqu¨ª a nuestra Newsletter.