El consuelo clandestino de Louis C. K.
He pagado 7,99 d¨®lares para disfrutar en internet del ¨²ltimo espect¨¢culo del apestado Louis C. K. como catarsis individual
Lo peor no es el confinamiento. No puede serlo en mi caso, pues soy un privilegiado que ya trabajaba en casa y viv¨ªa encerrado en su concha. Lo peor es la angustia de los datos, la escalada de muertos, la curva que se aplana pero no del todo, la solemnidad del luto, el miedo de la gente, la impotencia de la ruina de tantos amigos y la perspectiva de un futuro que cada vez parece menos digno de ser vivido. Entiendo que muchos exorcicen todo esto aplaudiendo a las ocho, sum¨¢ndose a esa catarsis nacional que funciona como las v¨¢lvulas de las ollas a presi¨®n, pero estoy convencido de que no soy el...
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Lo peor no es el confinamiento. No puede serlo en mi caso, pues soy un privilegiado que ya trabajaba en casa y viv¨ªa encerrado en su concha. Lo peor es la angustia de los datos, la escalada de muertos, la curva que se aplana pero no del todo, la solemnidad del luto, el miedo de la gente, la impotencia de la ruina de tantos amigos y la perspectiva de un futuro que cada vez parece menos digno de ser vivido. Entiendo que muchos exorcicen todo esto aplaudiendo a las ocho, sum¨¢ndose a esa catarsis nacional que funciona como las v¨¢lvulas de las ollas a presi¨®n, pero estoy convencido de que no soy el ¨²nico al que esa euforia lit¨²rgica y obligada, como una misa, le deja el ¨¢nimo hecho migas.
Hay quien necesita el consuelo de la comuni¨®n colectiva y hay quienes, como yo, nos desahogamos en la clandestinidad. Soy de los que creen que tan importantes son los ritos funerarios como la transgresi¨®n de los mismos. Uno no se siente del todo consolado hasta que no susurra tres o cuatro chistes negros en un rinc¨®n de la cafeter¨ªa del tanatorio. Solo entonces se afloja un poco el nudo de la corbata de luto y se renuevan las fuerzas necesarias para seguir de pie.
He pagado 7,99 d¨®lares para disfrutar en internet del ¨²ltimo espect¨¢culo del apestado Louis C. K. Sesenta minutos de carcajadas que me han reconciliado conmigo mismo de una forma inalcanzable para ninguna liturgia social o palabra de ¨¢nimo. Dice al principio, en lo que parece un acto de contrici¨®n, que ha aprendido muchas cosas desde su escandalera. Por ejemplo, a comer solo en los restaurantes mientras la gente le mira, le se?ala y le insulta. Ha descubierto tambi¨¦n qui¨¦nes son sus verdaderos amigos, y resulta que nunca son los que uno desear¨ªa. Nunca son los m¨¢s divertidos ni los que m¨¢s quieres. Moraleja: ojal¨¢ no se te vaya la vida por el desag¨¹e, porque no se saca nada bueno de ello.
No es para todos los p¨²blicos, como el humor negro de tanatorio. Por eso hay que pagar 7,99 d¨®lares, para que la catarsis sea privada y clandestina.