Sin perd¨®n
El grito de ¡°vete al m¨¦dico¡± es tan gratuito como salvaje, es el exabrupto de un miserable impune, es la barbarie y el desprecio hacia los m¨¢s d¨¦biles en estado puro
La iglesia cat¨®lica no permit¨ªa enterrar en el cementerio a los suicidas. Con el infalible pretexto de que s¨®lo Dios, ese desconocido borracho de atributos, era el ¨²nico que pod¨ªa otorgar la vida y la muerte. Imagino que a los que decid¨ªan su tr¨¢gico destino les importaba una mierda d¨®nde iban a descansar sus huesos. Solo anhelan el final del sufrimiento f¨ªsico o moral, del acorralamiento, la soledad y la devastaci¨®n con los que les castig¨® la vida. Pero tambi¨¦n se necesita coraje para el definitivo adi¨®s.
A lo largo de 15 a?os fui internado en cuatro cl¨ªnicas de rehabilitaci¨®n, refugio...
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La iglesia cat¨®lica no permit¨ªa enterrar en el cementerio a los suicidas. Con el infalible pretexto de que s¨®lo Dios, ese desconocido borracho de atributos, era el ¨²nico que pod¨ªa otorgar la vida y la muerte. Imagino que a los que decid¨ªan su tr¨¢gico destino les importaba una mierda d¨®nde iban a descansar sus huesos. Solo anhelan el final del sufrimiento f¨ªsico o moral, del acorralamiento, la soledad y la devastaci¨®n con los que les castig¨® la vida. Pero tambi¨¦n se necesita coraje para el definitivo adi¨®s.
A lo largo de 15 a?os fui internado en cuatro cl¨ªnicas de rehabilitaci¨®n, refugios contra el desastre, treguas en nombre de la supervivencia. El alcohol y la coca¨ªna, tan gratos y consoladores durante mucho tiempo, me exig¨ªan su brutal factura an¨ªmica, exceso de tristeza, algo cercano a la desesperaci¨®n. En ellas conviv¨ª con gente rota. Con el cerebro y el coraz¨®n averiados, con demonios internos a los que la medicaci¨®n pretend¨ªa aplacar o desterrar. Bastantes de ellos no eran adictos a la droga ni al trago compulsivo. Simplemente les inund¨® un oc¨¦ano de tristeza, el miedo, los fantasmas, la locura, el desvalimiento mental, la impotencia para vencerlos. Y sientes inmensa piedad hacia sus gestos helados, sus miradas acuosas o doloridas, su desesperanza, su alivio temporal o su resignaci¨®n, su deseo de abandonar el t¨²nel.
Un pol¨ªtico, por convencimiento o a la caza de votos, qu¨¦ m¨¢s da, habl¨® el otro d¨ªa en el Parlamento de los suicidas, de los que tienen enferma el alma y el cerebro, de los que necesitan ser escuchados por la psiquiatr¨ªa y p¨ªldoras que hagan desaparecer su cotidiano infierno. Pero surgi¨® la irritante voz del m¨¢s idiota, cruel e irresponsable de la clase grit¨¢ndole al que ped¨ªa al Gobierno que se ocupara de los n¨¢ufragos ¡ªlos psic¨®logos y la medicaci¨®n son caras¡ª: ¡°Vete al m¨¦dico¡±. Es tan gratuito como salvaje, es el exabrupto de un miserable impune, es la barbarie y el desprecio hacia los m¨¢s d¨¦biles en estado puro. Dicen que la bestia, intentando atenuar el esc¨¢ndalo, despu¨¦s pidi¨® perd¨®n en Twitter. William Munny le dir¨ªa: ¡°Sin perd¨®n¡±. Yo tambi¨¦n. Pero ah¨ª sigue el fulano. Cobrando del erario p¨²blico, representando al pueblo.
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