Viejos
Sospecho que la ¨²nica compa?¨ªa casera de muchos ancianos es la televisi¨®n en abierto. Aterra pensar c¨®mo se pueden sentir con esa oferta asquerosa
El seductor y en aquella ocasi¨®n tenebroso escritor Bioy Casares imagin¨® en su novela Diario de la guerra del cerdo que sin razones explicables el personal decid¨ªa cazar y exterminar a todos los viejos de la gran ciudad. La tecnolog¨ªa y tantos buitres que se est¨¢n haciendo escandalosamente ricos con ella han decidido cargarse a los ineptos ancianos mediante el desamparo. Les estrangulan los bancos, la Administraci¨®n, la burocracia, los servicios m¨¦dicos, Hacienda, pol¨ªticos, el funcionariado perruno, todos lo...
El seductor y en aquella ocasi¨®n tenebroso escritor Bioy Casares imagin¨® en su novela Diario de la guerra del cerdo que sin razones explicables el personal decid¨ªa cazar y exterminar a todos los viejos de la gran ciudad. La tecnolog¨ªa y tantos buitres que se est¨¢n haciendo escandalosamente ricos con ella han decidido cargarse a los ineptos ancianos mediante el desamparo. Les estrangulan los bancos, la Administraci¨®n, la burocracia, los servicios m¨¦dicos, Hacienda, pol¨ªticos, el funcionariado perruno, todos los que han descubierto en internet su para¨ªso y tratan de impon¨¦rselo a hostias a los que no son capaces o no quieren desenvolverse en ¨¦l. Pero aparece un jubilado ur¨®logo que se atreve a gritar ante esa barbarie. Y el h¨¦roe urbano recibe infinitas adhesiones. Los asquerosos bancos se asustan, dicen que van a ser buenos a partir de ahora, que van a tener piedad con esos vejestorios a los que han desahuciado. Y los pol¨ªticos les incluir¨¢n en su rollo bastardo. Al fin y al cabo siguen siendo clientela, a¨²n tienen derecho a votar.
En mi oficio de paseante solitario, me cruzo en las calles todos los d¨ªas con habitantes de la tercera o la cuarta edad. La mayor¨ªa caminan esforzadamente, con mirada acuosa, o resignada, o viva, apoyados en su bast¨®n o en su muleta, acompa?ados los que tienen esa suerte, aliment¨¢ndose de la luz y del sol. Y me pregunto qu¨¦ les espera en su retorno a casa. Quiero pensar que muchos de ellos sobreviven gracias a sus recuerdos felices, o que si no les falla la vista y la afici¨®n el tiempo de la devastaci¨®n se les har¨¢ m¨¢s corto gracias a la lectura.
Pero sospecho que la ¨²nica compa?¨ªa casera ser¨¢ para muchos de ellos la televisi¨®n. Sin posibilidades econ¨®micas ni t¨¦cnicas a las plataformas de pago. Y aterra c¨®mo se pueden sentir con esa televisi¨®n asquerosa. Imagino que acojonados con lo que esta difunde sin prisas y sin pausas. Infinita estupidez sobre personalidades del famoseo hep¨¢tico, pero ante todo el imperio del sensacionalismo, cr¨ªmenes, violaciones, amenazas, violencia de g¨¦nero (la m¨¢s anhelada por los medios), pervivencia o futuras amenazas de la pandemia. Y si no le basta a su miedo con la continua apoteosis de todas esas desgracias, tambi¨¦n les informan morbosamente del probable estallido de la Tercera Guerra Mundial. No me extra?ar¨ªa que algunos deseen morirse. Todo sea por el share de los medios de comunicaci¨®n, infatigables buscadores de la verdad.
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