Deshumanizaci¨®n y venganza de una ¡°perdedora¡±
En ¡®Simone Biles vuelve a volar¡¯ resulta devastador ver a la gimnasta enfrentarse a los insultos que provocaron su abandono en Tokio. La llamaron cobarde, rajada, perdedora¡ Poco ha cambiado la cosa. La deshumanizaci¨®n de los deportistas no cesa
No escojo el mejor momento para decir que no me gusta la gimnasia de Simone Biles, pero al menos nadie me tachar¨¢ de oportunista. Escribo esto mientras se proclama campeona ol¨ªmpica nuevamente, un hito m¨¢s que sumar a un palmar¨¦s deslumbrante. No hay espacio en esta columna para citar todos sus logros y sin embargo no encuentro nada en su gimnasia de lo que me hizo enamorarme de ese deporte. Dicen que ha cambiado la gimnasia para siempre y no tengo claro que sea para bien. Tampoco es responsabilidad suya, s¨®lo es l...
No escojo el mejor momento para decir que no me gusta la gimnasia de Simone Biles, pero al menos nadie me tachar¨¢ de oportunista. Escribo esto mientras se proclama campeona ol¨ªmpica nuevamente, un hito m¨¢s que sumar a un palmar¨¦s deslumbrante. No hay espacio en esta columna para citar todos sus logros y sin embargo no encuentro nada en su gimnasia de lo que me hizo enamorarme de ese deporte. Dicen que ha cambiado la gimnasia para siempre y no tengo claro que sea para bien. Tampoco es responsabilidad suya, s¨®lo es la culminaci¨®n de un proceso que han seguido muchos deportes. La elegancia ha sido sustituida por la potencia; el tiempo ya no se congela en cada salto, se acelera; el ritmo no es el del ballet que parec¨ªan practicar las evanescentes Boguinskaia, Gutsu o Khorkina, es el v¨¦rtigo de un videojuego; la espectacularidad se impone, ya no parece posible a?adir m¨¢s dificultad a no ser que entre rondada y flicflac Biles resuelva la conjetura de Hodge o componga una cantata en sistema dodecaf¨®nico. Soy una anciana grit¨¢ndole a una nube, soy consciente.
Cuando termin¨® su ejercicio de suelo el p¨²blico aull¨®, incluso su principal rival, la elegante Rebeca Andrade, aplaudi¨® con una alegr¨ªa que parec¨ªa sincera. Tambi¨¦n aplaud¨ª yo porque no me gusta la gimnasia de Simone Biles, pero me gusta mucho Simone Biles. Es f¨¢cil encandilarse con su historia, y para saber por qu¨¦ s¨®lo hay que ver Simone Biles vuelve a volar.
El documental de Netflix empieza en el momento que se torci¨® su carrera, la noche que su amanar perdi¨® un giro para pasmo del p¨²blico y tambi¨¦n de Paloma del R¨ªo ¡ªla gran ausencia de estos juegos no es Rusia, es ella, todo parece menos importante sin su narraci¨®n¡ª. Pero para Biles en aquel momento lo principal no era ganar, sino no morir, y abandon¨® los que iban a ser sus juegos. Y hubo quien no le perdon¨® que priorizase su salud f¨ªsica y mental.
Resulta devastador verla enfrentarse a los insultos en las redes sociales. La llamaron cobarde, rajada, perdedora¡ Poco ha cambiado la cosa. En estos juegos se han lanzado improperios similares contra Nadal. ?Nadal!, p¨¢smense. Mayor escarnio a¨²n tiene que aguantar la boxeadora argelina Imane Khelif, en este caso el odio llega v¨ªa bulo de la ultraderecha, la ¨²nica que sale ganando en todas las guerras culturales que implican la deshumanizaci¨®n del otro. En unas olimpiadas de la inmundicia no habr¨ªa oro para tanto miserable.
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