Deforestar la Amazon¨ªa colombiana como una forma de vida
Generaciones de agricultores incendian la selva desde hace d¨¦cadas para sembrar pasto para su ganado o plantaciones de coca
A mediados de febrero, en plena temporada de quemas en la Amazon¨ªa colombiana, un joven de 30 a?os sali¨® a su predio de cuatro hect¨¢reas con combustible en una mano y un encendedor en la otra. Mucho del bosque tropical ya se hab¨ªa derrumbado unos meses atr¨¢s y, en su lugar, quedaban algunos troncos ca¨ªdos y capas densas de hojas y arbustos secos, listas para la quema. Fredy dej¨® un rastro de llamas por donde pisaba, que r¨¢pidamente se descontrolaron. El joven campesino se refugi¨®...
A mediados de febrero, en plena temporada de quemas en la Amazon¨ªa colombiana, un joven de 30 a?os sali¨® a su predio de cuatro hect¨¢reas con combustible en una mano y un encendedor en la otra. Mucho del bosque tropical ya se hab¨ªa derrumbado unos meses atr¨¢s y, en su lugar, quedaban algunos troncos ca¨ªdos y capas densas de hojas y arbustos secos, listas para la quema. Fredy dej¨® un rastro de llamas por donde pisaba, que r¨¢pidamente se descontrolaron. El joven campesino se refugi¨® a una distancia segura del calor de la quema. El fuego sigui¨® creciendo hasta que una nube espesa de humo blanco tap¨® toda la vista, incluso el sol enrojecido por el verano. Un paisaje apocal¨ªptico.
Para los ambientalistas, estas escenas de incendios son aterradoras. Vistas desde los sobrevuelos, el humo de las quemas se extiende a lo largo de muchos kil¨®metros y destruye los ecosistemas boscosos de la Amazon¨ªa, los mismos bosques que absorben gases de efecto invernadero y ayudan a frenar el cambio clim¨¢tico.
Para los campesinos, los incendios son parte del ciclo agr¨ªcola. Durante d¨¦cadas, el inicio de la temporada seca en el mes de enero ha marcado una nueva ¨¦poca de quemas, cuando los campesinos arrasan con los bosques para introducir pasto para su ganado y, en algunas zonas, las plantaciones de coca. ¡°El ganado se va reproduciendo y uno tiene que deforestar para tener el ganado y sostenerse,¡± explica Fredy, quien prefiri¨® reservar su apellido por temas de seguridad.
Generaciones de campesinos han ido colonizando la Amazon¨ªa desde la d¨¦cada de los 50, cuando la violencia pol¨ªtica dej¨® a miles de colombianos sin refugio, desplazados desde el interior del pa¨ªs. Muchos buscaron seguridad y tierras en la Amazon¨ªa. Otros fueron alentados por el Gobierno colombiano a colonizar estas zonas remotas con promesas de t¨ªtulos de propiedad.
Hoy en d¨ªa, estas familias han echado ra¨ªces en departamentos amaz¨®nicos, en el sur del pa¨ªs, como el Caquet¨¢, el Meta y el Guaviare, donde se disparan las tasas de deforestaci¨®n. Solo en 2020, Colombia perdi¨® m¨¢s de 170.000 hect¨¢reas de bosque, la gran mayor¨ªa en la Amazon¨ªa, lo que representa un aumento de 8% en comparaci¨®n con el a?o anterior. Una de las causas de la crisis, junto con el acaparamiento de tierras y la especulaci¨®n, es la expansi¨®n de la frontera agr¨ªcola por el campesinado.
Aunque muchos agricultores entrevistados reconocen el da?o ambiental causado por la tala, sostienen que no hay alternativas. Si bien la deforestaci¨®n en la Amazon¨ªa ahora es un punto clave en la agenda internacional contra el cambio clim¨¢tico, para los campesinos es una cuesti¨®n de supervivencia.
El pasado mes de febrero, EL PA?S viaj¨® hasta Nuevo Horizonte, una vereda de Cartagena del Chair¨¢, en el departamento del Caquet¨¢, y un foco de deforestaci¨®n, para conocer a los colombianos que est¨¢n incendiando la selva. Aqu¨ª, como en otras partes, la deforestaci¨®n es una actividad tradicional de la zona, pasada de generaci¨®n en generaci¨®n. Aun as¨ª, la tala se ha desbordado en los a?os posteriores al Acuerdo de Paz entre el Estado y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). En 2017, cuando las FARC se desarmaron, la deforestaci¨®n lleg¨® a un pico de 220.000 hect¨¢reas arrasadas. En zonas donde la guerrilla hab¨ªa ejercido poder e implementado reglas en contra de la deforestaci¨®n, nuevos grupos armados y empresarios los suplantaron, tomando control de tierras y comprando latifundios para la ganader¨ªa extensiva, la miner¨ªa ilegal y el narcotr¨¢fico.
Nuevo Horizonte, una vereda ganadera situada al borde de la frontera agr¨ªcola, ha ido creciendo despu¨¦s de que el Frente 14 de las FARC abandonara la regi¨®n, pero sin que el Estado llegara como autoridad. Fernando Reyes, de 41 a?os, l¨ªder de Nuevo Horizonte, explica que esta fuerza guerrillera hab¨ªa delimitado zonas donde se prohib¨ªa la tala para preservar la cubierta forestal que los ayudaba a operar desapercibidos para las fuerzas armadas. ¡°Cuando ya se desmovilizaron es que vemos que la gente se desboc¨®, no solamente la gente de ac¨¢ de la zona sino gente del pueblo, gente de otras partes. Se desbordaron y empezaron a talar¡±, cuenta el l¨ªder campesino.
Estos bosques protegidos han recibido en los ¨²ltimos a?os a poblaci¨®n vulnerable a la que, si se hubiera producido una implementaci¨®n rigurosa del acuerdo de paz, se les deber¨ªa haber asignado terrenos en otras partes no protegidas del pa¨ªs. ¡°Ante una muy baja aplicaci¨®n del Acuerdo de Paz en Colombia, que ten¨ªa previsto el Catastro Multiprop¨®sito y la asignaci¨®n de tierras, hay una demanda de tierras y de derechos por parte de grupos poblaciones vulnerables, en particular grupos campesinos,¡± se?ala Rodrigo Botero, director de la Fundaci¨®n para la Conservaci¨®n y el Desarrollo Sostenible (FCDS).
En Colombia, uno de los pa¨ªses con los peores ¨ªndices de desigualdad agraria en Am¨¦rica Latina, la deforestaci¨®n en la Amazon¨ªa siempre ha estado ligada a la concentraci¨®n de tierras. Luego de que varias reformas agrarias fracasaran a mediados del siglo pasado, las ¨¦lites del interior del pa¨ªs le prometieron t¨ªtulos de tierras a campesinos desplazados y empobrecidos en zonas lejanas de la Amazon¨ªa, donde hoy se concentra la mayor deforestaci¨®n en el pa¨ªs. ¡°Las ¨¦lites andinas, como no son capaces de redistribuir las tierras en su entorno, y hay un proceso de violencia muy fuerte, expulsan a la gente,¡± explica Estefan¨ªa Ciro, profesora en la Universidad de los Andes. ¡°Les dicen: ¡®Aqu¨ª, no pueden estar, pero pueden estar all¨¢ en los llanos o en la selva¡¯¡±, a?ade.
Otras familias migraron sin la esperanza de adquirir un t¨ªtulo de tierra, pero con el objetivo de encontrar seguridad. As¨ª llegaron los abuelos de Reyes hasta el Caquet¨¢ en los a?os 50, escapando de la violencia que se desataba entre los liberales y conservadores en el departamento del Tolima. Miles de familias de los departamentos de Tolima, Caldas, Huila y otras regiones llegaron al Caquet¨¢ sin garant¨ªas. Explotaban las selvas para la pesca y la venta de pieles como medio de subsistencia hasta el auge del narcotr¨¢fico en los a?os 70.
Los cultivos de coca
De peque?o, Reyes aprendi¨® a pescar gracias a sus padres, una actividad que los llev¨® a vivir en una finca en el municipio de Cartagena del Chair¨¢. De mayor encontr¨® trabajo como raspach¨ªn, cosechando hojas de coca de finca en finca. Era una ¨¦poca de abundancia en la Amazon¨ªa, pero no dur¨® mucho en Cartagena. A mediados de los a?os 90 se inici¨® la fumigaci¨®n con glifosato en este municipio, que acab¨® con los cultivos il¨ªcitos de coca en la zona sin ofrecer alternativas para los campesinos cocaleros. ¡°Mucha gente se desplaz¨® y algunos nos quedamos¡±, recuerda Reyes. ¡°No hab¨ªa forma de comercio, de cultivos, nos toc¨® sobrevivir como pudimos. A la mayor¨ªa nos toc¨® buscar otro medio de sustento.¡± Ese otro medio fue la ganader¨ªa.
Un s¨¢bado, a mediados de febrero, Reyes se despert¨® a las seis de la ma?ana en su peque?a caba?a amaz¨®nica para orde?ar leche para la venta del d¨ªa. Desde hace siete a?os vive en esta finca de 178 hect¨¢reas con su familia. Con su esposa y su hijo mayor se encargan de todos los oficios relacionados con la ganader¨ªa: alimentar, medicar y orde?ar el ganado, adem¨¢s de sacar la leche a la carretera, donde es recogida por un servicio de transporte que lleva el producto hasta el pueblo.
¡°El orde?o es el sustento de nosotros¡¯', dice Reyes. Mensualmente, su familia de seis personas puede ganar hasta cuatro millones de pesos del orde?o. De ah¨ª saca para el sustento de m¨¢s de 100 vacas, quienes requieren de alimento y medicamentos. Pero cuando toca aportar dinero para la mejora de las infraestructuras como v¨ªas o puentes, el dinero se agota y queda poco para sobrevivir. Despu¨¦s de sus labores matutinas, Reyes se dirige en su moto a un r¨ªo, donde los hombres de la vereda sudan bajo el sol amaz¨®nico construyendo un puente.
En la vereda de Nuevo Horizonte, donde la presencia del Estado es escasa, las infraestructuras son construidas entre la comunidad gracias a los recursos recolectados de cada finca. ¡°La colonizaci¨®n es un proceso colectivo,¡± dijo Ciro, la profesora. ¡°No es un proceso de una familia simplemente que se mete a la selva, sino que requiere una enorme articulaci¨®n del colectivo.¡±
Esta colectividad tambi¨¦n ha ayudado a las comunidades a determinar temas ambientales. All¨¢ donde iban llegando colonos, iban formando Juntas de Acci¨®n Comunal (JAC) que impon¨ªan reglas sobre el uso de tierras. Las JAC determinaban d¨®nde se cultivaba, en qu¨¦ partes estaba prohibida la tala para preservar el nacimiento de agua y d¨®nde se depositaban las basuras. Tambi¨¦n se han fundado organizaciones ambientales como la Asociaci¨®n Campesina Ambiental de Losada-Guayabero (Ascal-G), creada en 1996 en el Meta, que ha actuado como autoridad ambiental y ha llegado a consensos para limitar la huella humana en el medio ambiente.
Seg¨²n Elver Medina, representante legal de Ascal-G, casi 80 JAC, algunas ubicadas dentro del Parque Nacional Natural Tinigua, hacen parte de la asociaci¨®n y siguen sus normas: el 40% de los predios tienen que ser conservados, la tala est¨¢ prohibida cerca de los ca?os, los nacimientos y algunas especies en v¨ªa de extinci¨®n est¨¢n vetadas para la cacer¨ªa. Estas normas son cruciales para limitar la deforestaci¨®n en ¨¢reas protegidas como el Tinigua, donde hoy viven m¨¢s de 500 familias desde el l¨ªmite norte hasta el l¨ªmite sur.
Bram Ebus, investigador sobre deforestaci¨®n en la organizaci¨®n Crisis Group, considera que estas familias que ya viven dentro de los parques o en las fronteras agr¨ªcolas podr¨ªan convertirse en aliadas en la lucha del Gobierno contra de la deforestaci¨®n. ¡°Es muy dif¨ªcil para el Estado controlar o tener personal en los Parques Nacionales, pero si la gente ya est¨¢ viviendo en los parques se les puede formar o capacitar para que se conviertan en guardianes de los bosques a trav¨¦s de iniciativas de silvicultura comunitaria,¡± explica Ebus.
El Gobierno, sin embargo, ha escogido otra opci¨®n. La captura de familias que habitan las ¨¢reas protegidas. En el 2019, el presidente Iv¨¢n Duque lanz¨® un operativo en contra de la deforestaci¨®n llamado Operaci¨®n Artemisa, que por primera vez articula a las Fuerzas Armadas para la protecci¨®n del medio ambiente. En tres a?os, han arrestado a 106 personas por delitos ambientales, seg¨²n datos de la Fiscal¨ªa General de la Naci¨®n. La mayor¨ªa son campesinos, seg¨²n los expertos. ¡°Como siempre, Colombia ha optado por un camino de represi¨®n. La Operaci¨®n Artemisa no es una excepci¨®n,¡± critica el investigador.
En los ¨²ltimos tres a?os, en las inmediaciones del Parque Tinigua han capturado a 21 personas, seg¨²n el Ministerio P¨²blico. Estas quedan desplazadas de sus hogares porque los jueces les proh¨ªben regresar a los Parques Naturales. William Troches, un campesino de 53 a?os, lleva m¨¢s de dos d¨¦cadas asentado en el Parque Tinigua, pero en los ¨²ltimos a?os vive con terror de que el Ej¨¦rcito lo pueda desarraigar del ¨²nico lugar donde ha encontrado una vida sencilla, pero digna. ¡°Yo creo que nos miran como si fu¨¦ramos nosotros los enemigos n¨²mero uno. Si nos vieran como familias humildes, no actuar¨ªan de esa manera¡±, sentencia.
Este art¨ªculo se ha elaborado con el apoyo del Pulitzer Center.
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