M¨¢s all¨¢ del impuesto a las iglesias
No me sorprendi¨® que se cayera el impuesto a las iglesias de la reforma tributaria, pero s¨ª que eso ocurriera con la complicidad vergonzosa de ese partido que se dice liberal
No me sorprendi¨® que se cayera el impuesto a las iglesias de la reforma tributaria, pero s¨ª que eso ocurriera con la complicidad vergonzosa de ese partido que se dice liberal. Ana Bejarano tiene raz¨®n en su columna de hace unas semanas cuando habla de chantaje, porque eso fue lo que tuvo lugar en nuestro congreso marrullero, y tiene raz¨®n en se?alar el ...
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No me sorprendi¨® que se cayera el impuesto a las iglesias de la reforma tributaria, pero s¨ª que eso ocurriera con la complicidad vergonzosa de ese partido que se dice liberal. Ana Bejarano tiene raz¨®n en su columna de hace unas semanas cuando habla de chantaje, porque eso fue lo que tuvo lugar en nuestro congreso marrullero, y tiene raz¨®n en se?alar el cabildeo grotesco, y tiene raz¨®n en sugerir esa curiosa paradoja de la historia: el partido que amenaz¨® con retirar su apoyo a la reforma si pasaba el impuesto a las iglesias ¨Csi se obligaba a las iglesias millonarias a hacer lo mismo que hacen todos los ciudadanos: colaborar con el funcionamiento de la sociedad en que existen¨C es el mismo partido que hace ochenta a?os apenas fue perseguido por tantos curas desde sus p¨²lpitos y desde la prensa, con los m¨¢s extremistas llamando incluso a la violencia para acabar con el ¡°ate¨ªsmo liberal¡±: porque el liberalismo era pecado. Desde luego, no se puede decir que la historia no tenga sentido de la iron¨ªa.
Estas iglesias de creaci¨®n reciente ¨Cmiles surgen cada a?o, o piden permiso para hacerlo¨C se han vuelto espacios de convivencia imprescindibles para muchos, y eso est¨¢ muy bien y es muy respetable, pero el asunto de los impuestos tendr¨ªa que poner sobre la mesa la vieja conversaci¨®n sobre la relaci¨®n dif¨ªcil entre religi¨®n y pol¨ªtica. Pues los pastores no s¨®lo se hacen presentes en el congreso para evitarse el cumplimiento de las obligaciones que tenemos los dem¨¢s, sino tambi¨¦n para moldear las pol¨ªticas p¨²blicas que definen la forma en que los dem¨¢s vivimos: intervienen para oponerse a la legalizaci¨®n de la droga, al derecho de las mujeres a abortar (incluso en casos de violaci¨®n o de riesgo de muerte), al matrimonio homosexual. En mayo pasado habl¨¦ en esta columna de la relaci¨®n demasiado estrecha que ten¨ªa el Pacto Hist¨®rico con Alfredo Saade, el pastor abiertamente hom¨®fobo que ha atacado el derecho al aborto y ha opinado que quitar las c¨¢tedras religiosas en las aulas es correr el riesgo de degradaci¨®n moral. Me parec¨ªa ingenuo, por decir lo menos, creer que los millones de votos que traer¨ªa Saade vendr¨ªan sin consecuencias. Ahora me parece ingenuo pensar que la ca¨ªda del impuesto ser¨¢ la ¨²ltima de ellas.
El papel pol¨ªtico de estas iglesias es cada vez mayor y m¨¢s presente. Eso es parte de la misma conversaci¨®n, aunque a veces no lo parezca, o aunque muchos quieran fingir que no lo es. Pero las iglesias traen votos a los partidos porque los pastores hacen proselitismo abiertamente, y eso, la politizaci¨®n de la fe, est¨¢ ocurriendo en todo el continente americano. Como tantos de los fen¨®menos culturales que marcan nuestro tiempo, ¨¦ste tiene parte de sus ra¨ªces en Estados Unidos, donde hace d¨¦cadas que las iglesias evang¨¦licas declararon la guerra al laicismo, o, por mejor decirlo, se convencieron equivocadamente de que el laicismo les hab¨ªa declarado la guerra a los creyentes. Las disputas culturales ¨Clos lentos cambios de mentalidad de una sociedad que poco a poco va dando m¨¢s derechos a m¨¢s gente¨C no parec¨ªan estar de su lado en nada: y as¨ª llegaron a la conclusi¨®n de que el laicismo no era, como lo creemos sus defensores, la neutralidad del Estado frente a todas las religiones, sino un ataque contra la religi¨®n ¨Cno todas, sino la suya¨C de parte del Estado. Y decidieron pasar al activismo de una manera que nuestras sociedades no hab¨ªan conocido nunca.
En un art¨ªculo de The Atlantic, Tim Alberta, hijo de un pastor de Michigan, cuenta el caso de una de esas iglesias evang¨¦licas, que en 2020 pas¨® de recibir un centenar de fieles a tener m¨¢s de 1500, cada uno feliz de contribuir con su dinero. ?Qu¨¦ ocurri¨® en ese momento, qu¨¦ razones explican el estallido de popularidad? Muy sencillo: el pastor comenz¨® a usar su micr¨®fono para sugerir que las vacunas hacen da?o, que la izquierda quiere prohibir a Dios y que las elecciones hab¨ªan sido robadas. Claro: el activismo pol¨ªtico ya no es lo que era antes. Las redes sociales lo han cambiado; ha cambiado la manera de ejercerlo; han cambiado los resortes que mueven las emociones y los votos, y las maneras como esos votos y esas emociones pueden manipularse con enga?os o mentiras. Las iglesias, por convicci¨®n o por astucia, se han convertido en promotoras de teor¨ªas de la conspiraci¨®n y de falsas noticias, y han descubierto un fil¨®n inagotable en la vulnerabilidad de esos fieles que tanto las necesitan. Basta enmarcar todo asunto en t¨¦rminos de persecuci¨®n o de ataque ¨Ccontra los valores, contra la familia¨C para despertar una fidelidad pol¨ªtica a toda prueba. Pas¨® en Colombia en 2016; pas¨® en Brasil en las ¨²ltimas elecciones. El m¨¦todo no ha sido distinto.
Durante meses, el bolsonarismo en general y Flavio Bolsonaro en particular se dedicaron machaconamente a difundir la convicci¨®n de que Lula, de llegar al poder, cerrar¨ªa las iglesias y prohibir¨ªa la fe cristiana. Poco antes de las elecciones, una encuesta revel¨® que el 57% de los evang¨¦licos bolsonaristas cre¨ªa que as¨ª iba a ocurrir. Otras iglesias, como Renacer de Cristo, acusaron a la izquierda de destrucci¨®n de la familia. (Pero esto es lo moderado: seg¨²n algunos pastores, Lula ten¨ªa tratos con el diablo. Y esto no era una met¨¢fora.) En Colombia, como lo recordar¨¢n ustedes, los pastores se unieron para convencer a sus fieles de votar contra los acuerdos de paz, y algunos de sus argumentos ya son parte de la historia nacional de la infamia: que los acuerdos, con su ideolog¨ªa de g¨¦nero, iban a volver homosexuales a los ni?os; que los acuerdos ¨Cnuevamente¨C iban a destruir la familia cristiana. Despu¨¦s hemos sabido que un grupo de pastores visit¨® a Santos con la confesi¨®n de que nunca hab¨ªan le¨ªdo los acuerdos: creyeron, simplemente, en lo que les dec¨ªa el Procurador Alejandro Ord¨®?ez, probado caso de intolerancia y fanatismo.
Toda sociedad es una negociaci¨®n contante, y es normal y deseable que sus sectores defiendan intereses opuestos; y yo, que soy ateo, quiero una sociedad en la que cada uno pueda tener el Dios que quiera y practicar como quiera su fe. Lo que no es deseable ¨Cperd¨®n por el truismo, pero en ese punto estamos¨C es que algunos pastores mientan, distorsionen, desinformen y enga?en; lo que no es normal es que algunas iglesias exploten su creciente poder pol¨ªtico, o se aprovechen del ascendiente que tienen sobre creyentes de buena fe, para intercambiar votos por privilegios o prebendas. Y lo que es francamente vergonzoso, desde luego, es que los partidos pol¨ªticos se presten para el trueque. Son muchas las conquistas que la sociedad laica y pluralista ha conseguido en los ¨²ltimos a?os. Me perdonar¨¢n ustedes si a veces me parece que all¨¢, en el congreso, ya son pocos los que no las ven como monedas de cambio.
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