Vivir aislados en Pasto
El derrumbe de tierra sobre la Panamericana obliga a los ciudadanos de Nari?o a hacer largas filas para repostar gasolina y a pagar el sobreprecio de los alimentos. La soluci¨®n para una nueva v¨ªa no parece cercana
A veces en medio del caos hay una extra?a sensaci¨®n de tranquilidad. Eso se siente en la ma?ana de este lunes en Pasto, la capital de Nari?o. Filas interminables de veh¨ªculos rodean las estaciones de servicio de la ciudad para llenar sus tanques. Nadie sabe cu¨¢ntas horas pasar¨¢ ah¨ª esta vez. Tampoco el precio del gal¨®n. Pero nadie toca un claxon ni da un grito. Avanzan y paran, as¨ª durante horas. La costumbre de quienes se sienten ¡°la cola de Colombia¡± les ha provisto de unos nervios de acero. Incluso ahora, que ...
A veces en medio del caos hay una extra?a sensaci¨®n de tranquilidad. Eso se siente en la ma?ana de este lunes en Pasto, la capital de Nari?o. Filas interminables de veh¨ªculos rodean las estaciones de servicio de la ciudad para llenar sus tanques. Nadie sabe cu¨¢ntas horas pasar¨¢ ah¨ª esta vez. Tampoco el precio del gal¨®n. Pero nadie toca un claxon ni da un grito. Avanzan y paran, as¨ª durante horas. La costumbre de quienes se sienten ¡°la cola de Colombia¡± les ha provisto de unos nervios de acero. Incluso ahora, que un deslave de tierra hace dos semanas los mantiene aislados del resto del pa¨ªs.
Las im¨¢genes de las filas interminables de veh¨ªculos, ciclomotores y taxis recuerdan m¨¢s a la vecina Venezuela que a Colombia. El presidente Gustavo Petro estaba en Europa la semana pasada y ante la escasez de combustible en el departamento de Nari?o decidi¨® regresar a Colombia ¡°de inmediato¡±. Desde Ipiales, en la frontera con Ecuador, anunci¨® el domingo un precio m¨¢ximo por gal¨®n de gasolina de 8.916 pesos. Un d¨ªa despu¨¦s es dif¨ªcil encontrar ese precio.
Cuando Daniel llega a cargar su tanque de la camioneta despu¨¦s de tres horas de espera parece un corredor que acaba de cruzar la meta. Feliz y cansado, aunque no se ha levantado del asiento. El precio de la gasolina no se encuentra publicado por ning¨²n lado, as¨ª que hay que dividir el importe final entre los galones surtidos. ¡°Me ha salido a 10.200. No est¨¢ mal, estuvo a 12.000¡å, dice. Pasar tres horas en la fila para los pastusos es una bendici¨®n. Hace una semana las colas llegaban a las 16 horas.
En Nari?o quedarse aislado no es una novedad, aunque nunca se ha visto un caso tan grave como este, en el que las fechas para una soluci¨®n son difusas. Cuando hay un paro o una protesta, los manifestantes cortan la v¨ªa Panamericana. Hacerlo es como desenchufar a Nari?o del pa¨ªs. Ni puede entrar ni salir nada. El derrumbamiento de hace 15 d¨ªas tampoco cogi¨® a nadie por sorpresa. Hace unos 70 a?os que el departamento pide a los Gobiernos centrales una soluci¨®n para la arteria que los une con el resto del pa¨ªs y que entre el Cauca y Nari?o se construyo sobre una falla geol¨®gica. Las lluvias torrenciales de los meses pasados llevaron al desastre. Un enorme tap¨®n de tierra cort¨® la carretera el 9 de enero.
Ese es el camino que Julio G¨®mez, de 50 a?os, sol¨ªa hacer hasta ahora con su tractomula para cargar gasolina en Yumbo, en Valle del Cauca, a 340 kil¨®metros. Tardaba dos d¨ªas. Hace una semana, cuando ya el combustible empezaba a escasear, parti¨® junto a otros 39 veh¨ªculos como el suyo, a trav¨¦s de Ecuador, la ¨²nica posibilidad de llegar. El viaje de 800 kil¨®metros por caminos y trochas les llev¨® ocho d¨ªas. ¡°Los gastos del cami¨®n se triplicaron¡±, se queja. Esos 400.000 galones que trajeron los camiones este pasado domingo son los que han dado aire a la situaci¨®n, pero no es suficiente.
La alcald¨ªa de Pasto ha puesto funcionarios en todas las estaciones para anotar las placas de quienes repostan, porque ning¨²n particular puede volver a hacerlo antes de las 72 horas. Los taxistas, cada 48. Quieren evitar el mercado negro que se extendi¨® por la ciudad y que no ha desaparecido. Tampoco es que la gente se esconda. Hay motoristas que recargan su tanque y a la salida lo pasan a botellas con un tubo de pl¨¢stico para volverse a poner a la fila.
Seis mujeres de una misma familia, con edades entre los 12 y los 45 a?os, echan la ma?ana sentadas en una esquina de la calle alrededor de dos cajas de fruta que funcionan como un altar para varias botellas que antes fueron de licor y ahora tienen gasolina. Si saben que lo que hacen es ilegal, no les importa. ¡°Siempre tenemos y siempre viene gente que la necesita, que no puede hacer la cola¡±, dice una de las menores. La venden a 30.000 el gal¨®n, el triple que en una estaci¨®n de servicio. ¡°Todos hemos recurrido a comprar as¨ª alguna vez¡±, reconoce un hombre.
La gasolina no es lo ¨²nico que ha subido de precio. En el mercado del Potrerillo, el m¨¢s popular de la capital, Jos¨¦ Felix Mora atiende su carnicer¨ªa, en la que empieza a escasear el cerdo porque ¡°lo traen del Cali¡±, al otro lado de la Panamericana. La res llega del sur del departamento, pero m¨¢s cara por el alza del combustible. ¡°A m¨ª me suben el precio y yo se lo tengo que subir al pueblo, qu¨¦ pena, pero qu¨¦ le hago¡±, se lamenta. Unos puestos m¨¢s adentro, bajo un enorme cartel de ¡°se compra pelo¡±, Aura Rivera ve una serie en su tel¨¦fono en su puesto de verdura. No hay un cliente. ¡°Si no se arregla la carretera, vamos a perder. Estamos botando producto. Vend¨ªamos 100.000 pesos diarios y ahora la mitad. Estamos jodidos aqu¨ª¡±. De lo que ella vende dependen sus tres hijos, que est¨¢n estudiando.
Pero si nada entra, tampoco sale. Nari?o es una zona que produce sobre todo papa y leche. El excedente ha tirado los precios. El saco de papa que hace unas semanas costaba 130.000 pesos ahora se vende a 75.000. Y los productores de leche ya han tenido que deshacerse de parte del producto. El Gobierno se ha comprometido a comprar las cosechas que podr¨ªan perderse para repartirlas en el interior del departamento y las zonas m¨¢s pobres. Nari?o representa menos del 2% del PIB nacional y en ¨¦l viven algo m¨¢s de 1.800.000 personas, unas 400.000 en la capital. Aqu¨ª las obras en marcha tambi¨¦n han comenzado a pararse. Al no llegar los materiales, o llegar tan altos de precio, los proyectos han dejado de ser rentables. El desempleo ser¨¢ el que suba en los pr¨®ximos meses.
El Gobierno planea construir en 30 d¨ªas una v¨ªa alterna, pero provisional. La soluci¨®n definitiva, un nuevo trazo para la Panamericana, podr¨ªa tardar a?os en construirse. Luis Eladio P¨¦rez, exsenador pastuso y pr¨®ximo candidato a la gobernatura de Nari?o, considera que lo que hay que hacer es un poliducto para arreglar el eterno problema del desabastecimiento. Este pol¨ªtico liberal, de 70 a?os, no puede dar un paso por su ciudad sin encontrarse con alg¨²n conocido. Su nombre se hizo famoso, adem¨¢s de por ser gobernador del departamento hace tres d¨¦cadas, por su secuestro por las FARC, que lo tuvieron siete a?os retenido.
Uno de los que se cruza P¨¦rez esta ma?ana lunes es el empresario Luis Ernesto Ch¨¢vez, que est¨¢ plet¨®rico. En minutos saldr¨¢ en coche hasta el puerto de Tumaco, a tres horas de la capital, para recibir al primer gran barco cargado de combustible que llega al departamento. Un barco que hubo que traer de Houston y que se espera que ahora haga la ruta entre Buenaventura y Tumaco cada cuatro d¨ªas con 1.500.000 galones de combustible. Ch¨¢vez lo recibir¨¢ con todos los alcaldes de la regi¨®n y con parte del Gobierno nacional. Petro lo celebr¨® en Twitter: ¡°Arrib¨® al puerto de Tumaco el primer buque (...). No dejaremos desabastecer al suroccidente del pa¨ªs ni de combustibles ni de alimentos.
En 10 d¨ªas el Gobierno revisar¨¢ si las medidas surten efecto o se declarar¨¢ la emergencia nacional econ¨®mica para ampliar las ayudas. El aeropuerto se ha convertido estos d¨ªas en la ¨²nica v¨ªa de escape para los que pueden pagarlo. La frecuencia se ha multiplicado y los aviones aterrizan y despegan constantemente en esta peque?a pista que bordea un acantilado. El futuro nunca es f¨¢cil en Nari?o. Enclavado entre monta?as, en la regi¨®n Andina, apenas hay industria y la mayor¨ªa de la poblaci¨®n es rural. Salir de aqu¨ª no es sencillo ni cuando la Panamericana est¨¢ abierta. Ahora, cerrada, es como una olla a presi¨®n que solo los nervios de acero de los pastusos evitan que no explote. Al menos, por ahora.
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