Los debates que hay que dar sobre la agenda del ELN
La agenda de negociaci¨®n definida entre el Gobierno de Gustavo Petro y la guerrilla ha generado controversia, y resulta clave que esto no se quede en polarizaci¨®n pol¨ªtica
La agenda de negociaci¨®n definida entre el Gobierno de Colombia y el ELN ha generado controversia, y resulta clave que esto no se quede en polarizaci¨®n pol¨ªtica entre visiones ideol¨®gicas o experiencias de distintos Gobiernos, sino que contribuya a darle sostenibilidad y sustancia a este nuevo esfuerzo por ponerle fin al conflicto con esa guerrilla.
Este proceso le sigue en el tiempo a un Acuerdo ...
La agenda de negociaci¨®n definida entre el Gobierno de Colombia y el ELN ha generado controversia, y resulta clave que esto no se quede en polarizaci¨®n pol¨ªtica entre visiones ideol¨®gicas o experiencias de distintos Gobiernos, sino que contribuya a darle sostenibilidad y sustancia a este nuevo esfuerzo por ponerle fin al conflicto con esa guerrilla.
Este proceso le sigue en el tiempo a un Acuerdo que logr¨® desmovilizar a m¨¢s de 13.000 excombatientes, ponerle fin a las FARC como las conoc¨ªamos, proponer e iniciar una serie de reformas transformadoras en los municipios m¨¢s vulnerables a la violencia y crear el sistema integral de justicia transicional m¨¢s ambicioso que se ha conocido en el mundo.
Si el Acuerdo de 2016 nos ense?¨® algo, es que es viable lograr acuerdos transformadores y compromisos para poner fin a la violencia, llevar a cabo desmovilizaciones efectivas y pensar juntos en c¨®mo abordar las atrocidades del pasado. En Colombia ya sabemos que podemos firmar un Acuerdo de Paz ambicioso y ponerlo en marcha.
En este sentido, el debate sobre el ¡°Acuerdo de M¨¦xico¡± no deber¨ªa versar sobre qui¨¦n hizo m¨¢s en cu¨¢ntos meses, qui¨¦n es m¨¢s incluyente o qui¨¦n privilegia un formato de negociaci¨®n. Eso solo agudiza la polarizaci¨®n que ahora pareciera existir entre sectores que han tenido la paz como proyecto de vida; contribuye en poco o en nada a la urgencia humanitaria e hist¨®rica de ponerle fin al conflicto y de que las armas dejen de ser el veh¨ªculo para reclamar o proponer transformaciones.
Podr¨ªamos empezar por dar tres debates que caben en lo que plantea el ¡°Acuerdo de M¨¦xico¡± y ayudan a darle concreci¨®n, buscando que nutran lo que se hable en la Mesa y env¨ªen un mensaje de urgencia y de oportunidad.
El problema de las armas
El modelo de Irlanda del Norte, tan mencionado por estos d¨ªas en el debate, en el que el desarme tard¨® siete a?os, tiene que ser estudiado con cuidado porque gener¨® enormes tensiones y desconfianza entre las partes e implic¨® que tuvieran que pasar esos siete a?os para que el IRA renunciara completamente a la violencia.
Tambi¨¦n en 1957, por voluntad propia, la resistencia campesina de Marquetalia guard¨® sus armas en una caleta para siete a?os despu¨¦s sacarlas e iniciar lo que hasta el 2016 conocimos como las FARC. En La Habana las FARC alcanzaron a pensar en guardar las armas, pero se sumaron a la idea de que la participaci¨®n pol¨ªtica y el Acuerdo s¨®lo eran viables si las dejaban, aceptando hablar de ¡°dejaci¨®n de armas¡±, no de entrega. Ese fue el t¨¦rmino que qued¨®.
Necesitamos que este sea un tema central que invite al ELN a participar -sin armas- de las transformaciones, que no se pueden hacer sin ellos pero tampoco con armas que puedan volver a utilizarse en cualquier momento. En M¨¦xico, por ejemplo, una de las circunstancias que m¨¢s alimenta la violencia y la criminalidad, incluso por encima del narcotr¨¢fico y otras econom¨ªas ilegales, es la circulaci¨®n y existencia de un n¨²mero tan elevado de armas.
El ¨¦nfasis que tiene el discurso del ELN en la participaci¨®n y protecci¨®n de la poblaci¨®n civil necesita de un cese de hostilidades y requiere que desaparezcan las armas de la ecuaci¨®n, que siempre son una fuente de sufrimiento, zozobra e inestabilidad de los procesos.
Si la participaci¨®n de la sociedad civil sobre todos los temas ¡°que ata?en a la democracia y a las transformaciones para la paz¡± ¨Cque seg¨²n la agenda es el eje central del proceso-, llama la atenci¨®n que el uso de las armas no aparezca all¨ª. Seguramente las comunidades del Choc¨® que el pasado 25 de febrero enfrentaron un paro armado del ELN quisieran tambi¨¦n pronunciarse al respecto.
Por d¨®nde empiezan las transformaciones para la paz
La resiliencia y el empoderamiento de las comunidades que tanto han luchado por la construcci¨®n de paz deja ver que las transformaciones no son solo una tarea del Estado, y que quienes mejor pueden guiarla son las comunidades.
Al respecto, el punto 3 de la agenda sobre transformaciones para la paz plantea ¡°pactar pol¨ªticas y un plan integral de transformaciones, mediante la implementaci¨®n de proyectos espec¨ªficos del orden nacional y territorial, con la participaci¨®n de la sociedad, que haga viable una Colombia en paz, en democracia, soberana, con equidad y justicia social, donde se haga innecesario el uso de las armas para impedir o alentar tales transformaciones¡±.
Es dif¨ªcil pensar que estas transformaciones puedan darse en medio de violencia, amenazas, extorsi¨®n e incertidumbre. Dif¨ªcilmente las pondr¨¢n en marcha las instituciones centrales o locales sin antes buscar garantizar alg¨²n nivel de seguridad.
Como la presencia de otros grupos armados operando en las mismas zonas que el ELN complica la secuencia, es posible que varias cosas deban pasar de manera simult¨¢nea, y que la puesta en marcha y verificaci¨®n de esas transformaciones tome varios a?os. Por eso, para lograr el fin del conflicto, a las partes no les conviene pactar y mucho menos ponerse de prerrequisitos obligaciones que van m¨¢s all¨¢ de la Mesa, cuyo cumplimiento dif¨ªcilmente puede medirse con inmediatez. Al Gobierno de Petro y al ELN les conviene evitar hechos de violencia o intimidaci¨®n que opaquen los esfuerzos de transformaci¨®n, que de por s¨ª tienen muchos obst¨¢culos.
El miedo al incumplimiento
Es usual que en una negociaci¨®n de paz la desconfianza entre las partes est¨¦ presente antes, durante y despu¨¦s del acuerdo. Esto, sin embargo, se puede resolver -o cuando menos atenuar- con metodolog¨ªa, garant¨ªas y mecanismos para corregir cualquier incumplimiento.
La agenda plantea lo que ha sido el deseo de todos los procesos, que puedan ¡°trascender la voluntad expl¨ªcita del presente gobierno y constituirse en mandatos de Estado.¡± La verdadera garant¨ªa para el ELN de que este o futuros Gobiernos le cumplan no est¨¢ en conservar las armas o exigir que se salden deudas hist¨®ricas y se garanticen esas transformaciones previamente, sino en pasar r¨¢pidamente a la vida civil para sumar esfuerzos en el cumplimiento de esos Acuerdos.
De hecho, lo que m¨¢s confianza le dar¨ªa a el ELN o a cualquier otro grupo frente a la posibilidad de que el Gobierno cumpla, es que la arquitectura institucional y los procesos en marcha del Acuerdo con las FARC, que hoy son el veh¨ªculo m¨¢s f¨¢cil porque ya est¨¢n en funcionamiento, se tornen en una prioridad en narrativa, pero sobre todo en acciones.
Efectivamente, la voluntad pol¨ªtica que tiene el Gobierno para negociar, su legitimidad entre comunidades que hist¨®ricamente se han visto tan afectados por el conflicto, y la invitaci¨®n que hace la Mesa a que este proceso venga de la mano con un ¡°Gran Acuerdo Nacional¡± son elementos del contexto que representan una oportunidad ¨²nica que no se puede dejar pasar. Pero ese Gran Acuerdo empieza por poner a trabajar juntos a todos los sectores que han buscado ponerle fin al conflicto y construir la paz durante d¨¦cadas, y aprovechar el acumulado que tenemos en metodolog¨ªas y aproximaciones a la negociaci¨®n y a la construcci¨®n de la paz.
Martha Maya es Directora del Programa de Am¨¦rica Latina del Instituto para las Transiciones Integrales
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