C¨®mo rescatar la paz total con el menor costo pol¨ªtico
Ac¨¢ una lista de ideas que podr¨ªan lograr que la pol¨ªtica bandera del Gobierno no naufrague
El Gobierno tiene la oportunidad de hacer ajustes para reconducir los esfuerzos en paz y seguridad y evitar que una crisis humanitaria afecte su legitimidad y la disposici¨®n de las comunidades en los territorios de apoyar su propuesta.
Ac¨¢ una lista de ideas, con bajo costo pol¨ªtico, que podr¨ªan lograr que la pol¨ªtica de paz total no naufrague o ¨Clo que ser¨ªa m¨¢s grave¨C, anule la opci¨®n de una salida negociada a un conflicto tan doloroso y largo como el colombiano.
La primera es subirle el volumen a la implementaci¨®n del acuerdo de paz con las FARC, con m¨¢s gesti¨®n y recursos que...
El Gobierno tiene la oportunidad de hacer ajustes para reconducir los esfuerzos en paz y seguridad y evitar que una crisis humanitaria afecte su legitimidad y la disposici¨®n de las comunidades en los territorios de apoyar su propuesta.
Ac¨¢ una lista de ideas, con bajo costo pol¨ªtico, que podr¨ªan lograr que la pol¨ªtica de paz total no naufrague o ¨Clo que ser¨ªa m¨¢s grave¨C, anule la opci¨®n de una salida negociada a un conflicto tan doloroso y largo como el colombiano.
La primera es subirle el volumen a la implementaci¨®n del acuerdo de paz con las FARC, con m¨¢s gesti¨®n y recursos que narrativa. Como es una obligaci¨®n de Estado, seg¨²n la Corte Constitucional, y una promesa de campa?a del actual presidente, meterle el acelerador a la implementaci¨®n del Acuerdo, aprovechar toda su infraestructura y buscar por ah¨ª victorias tempranas, no aleja al Gobierno de su pol¨ªtica de paz. Al contrario, lo convierte en un interlocutor con mayor credibilidad y mayor fuerza en las mesas de negociaci¨®n y le cierra las puertas en muchos aspectos al control social que vienen ejerciendo los grupos. Hace algunos d¨ªas en El Retorno, Guaviare, por ejemplo, las disidencias denominadas ¡°EMC¡± reunieron a la comunidad para presentarle sus directivas a tan solo 55 kil¨®metros del casco urbano de San Jos¨¦ del Guaviare. Como ese hay m¨²ltiples casos por todo el pa¨ªs.
La segunda idea es la construcci¨®n de un imaginario de punto de llegada para los diversos grupos con los que se est¨¢ negociando o conversando, dentro de su naturaleza y sus diferencias; sea ELN, el llamado ¡°EMC¡± u otros. Al proceso con las FARC le dio vida la idea de que se estaban cambiando armas por votos, y en el coraz¨®n de ese acuerdo est¨¢ la transici¨®n de un grupo en armas a un grupo pol¨ªtico.
Sin ese imaginario claro el proceso se vuelve demasiado lento. Si por tratarse del ELN, por ejemplo, el punto de llegada es ejercer roles de liderazgo dentro de la sociedad civil organizada, como lo han dicho en algunos espacios los miembros de la delegaci¨®n, eso requiere darle nombre y forma. Trabajar sobre ese punto hace m¨¢s real la idea de que el proceso est¨¢ pensado para llegar en alg¨²n momento a un acuerdo final y los actores que hoy est¨¢n en armas tendr¨¢n una vida sin ellas.
La tercera idea es reorientar la discusi¨®n sobre la estrategia de buscar acuerdos parciales. Se trata de una forma completamente leg¨ªtima de abordar las negociaciones, que no significa que no se pueda hablar de desarme o dejaci¨®n de armas.
Es importante concentrar la discusi¨®n. ?Acuerdos parciales sobre qu¨¦?, ?que se implementan c¨®mo? Reconocer que son limitados ¨Cporque la negociaci¨®n tiene un punto de llegada¨C y resaltar que no impiden que se aborden puntos m¨¢s definitivos o que se implementan en otros momentos, como los de justicia o desarme.
Por un lado, la contraparte con la que se est¨¢ hablando ¨Csin importar qu¨¦ tan radical parezca su punto de partida¨C necesita asimilar que llegar¨¢ el momento del desarme, ir contemplando esa idea y vendi¨¦ndosela a sus bases.
De otra parte, y m¨¢s importante a¨²n, la sociedad y los l¨ªderes pol¨ªticos y de opini¨®n necesitan saber que pueden tener la expectativa real de un desarme, un fin del conflicto y una transici¨®n de esos grupos a una vida sin armas. Sin eso es dif¨ªcil generar masa cr¨ªtica que respalde este esfuerzo.
El desarme de Irlanda del Norte que tard¨® siete a?os, por ejemplo, estuvo cargado de desconfianzas que hacen muy vulnerables a los procesos y los acuerdos. Para nuestro contexto, que tiene multiplicidad de actores, de fuentes de violencia y de econom¨ªas ilegales, pueden representar un riesgo enorme y hacer m¨¢s dif¨ªcil llegar a un punto de no retorno.
Cuarto, este Gobierno est¨¢ en posibilidad de ser mucho m¨¢s tajante en el principio, en el que ya deber¨ªamos haber evolucionado como pa¨ªs y como comunidad internacional, de que nada justifica el uso de las armas y que no existen causas objetivas de la violencia. Los mensajes al respecto, hasta hoy, no han sido suficientemente claros. La agenda del ELN, por ejemplo, plantea como meta que se ¡°haga innecesario el uso de las armas¡± para alentar o impedir transformaciones, como si como sociedad pudi¨¦ramos aceptar el hecho de que hay circunstancias en que es necesaria su utilizaci¨®n.
Adicionalmente, nos hemos enfrascado en discusiones sobre el financiamiento de los grupos armados cuando est¨¢n en cese. Es cierto que el cese, que debe ser de hostilidades de todo tipo, genera una inacci¨®n por parte de los grupos que usualmente se dedican a actividades criminales relacionadas con la captaci¨®n de rentas. La idea de financiar por no entrar en estas actividades es pol¨ªticamente muy costosa y moralmente inviable, como ya se comprob¨®; pero no es la ¨²nica alternativa.
La mesa de negociaci¨®n es un espacio en donde se puede trabajar de manera creativa, con mecanismos hechos a la medida de la negociaci¨®n. Estos grupos est¨¢n llenos de j¨®venes a quienes les servir¨ªa much¨ªsimo tener acceso a educaci¨®n b¨¢sica, t¨¦cnica y en labores tradicionales. Podr¨ªan empezar ya un proceso que luego haga parte de un camino m¨¢s robusto de retorno a la vida civil.
Finalmente, el tema de justicia se puede posponer en su fase p¨²blica y se puede decir que se tratar¨¢ en conjunto con un mecanismo de participaci¨®n, pero es ineludible. Mientras m¨¢s pronto se aborde, mejor, as¨ª se inicie con subcomisiones de trabajo. Para el Gobierno es bajo el costo de traer este tema a la negociaci¨®n. Las demandas de justicia, verdad y reparaci¨®n son de las v¨ªctimas y la sociedad, llevan d¨¦cadas consolid¨¢ndose, est¨¢n reconocidas por la Constituci¨®n y tienen unos m¨ªnimos en el derecho internacional que Colombia ha aceptado.
Por eso es urgente contar con un marco jur¨ªdico claro, que responda a esos principios constitucionales y a esos est¨¢ndares m¨ªnimos internacionales. Y es urgente que el tema se empiece a trabajar en las mesas, con pedagog¨ªa, con aterrizaje de expectativas y con atenci¨®n a las experiencias anteriores del pa¨ªs, sea cual sea el punto de partida de la contraparte.
Los espacios y eventos que se han dado a ra¨ªz de los siete a?os de la firma del acuerdo de paz con las FARC pueden ser una buena excusa para que la sociedad civil y los excombatientes nos recuerden cu¨¢les son sus expectativas. Tambi¨¦n pueden ser el momento ideal para que el Gobierno fortalezca su posici¨®n, reconduciendo y reenfocando su pol¨ªtica hacia la consolidaci¨®n de lo que se puede avanzar con el acuerdo con las FARC, y la generaci¨®n de incentivos para sumarse y apoyar las salidas negociadas con otros grupos.
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