Un plato, tres cucharas y las ilusiones destrozadas: un incendio en el centro de Bogot¨¢ arrasa las casas de 22 familias
El barrio Ram¨ªrez, que surgi¨® de manera informal hace unos 70 a?os, era el hogar de familias recicladoras
A la familia Barreto Beltr¨¢n solo les qued¨® un plato y tres cucharas. El padre de David Barreto, quien tiene 88 a?os, trabajaba cuidando el terreno que se transform¨® en el que hoy se conoce como el barrio Ram¨ªrez, lo que en Colombia llaman una invasi¨®n, un barrio informal y subnormal del borde oriental del centro de Bogot¨¢. Barreto y su esposa Eva Beltr¨¢n, fueron la primera familia en habitar la ladera del cerro, al oriente del hist¨®rico barrio Las Cruces. Sus diez hijos crecieron jugando con botellas pl¨¢sticas y cajas de cart¨®n, elementos con los que conviven a diario, pues todos se han dedic...
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A la familia Barreto Beltr¨¢n solo les qued¨® un plato y tres cucharas. El padre de David Barreto, quien tiene 88 a?os, trabajaba cuidando el terreno que se transform¨® en el que hoy se conoce como el barrio Ram¨ªrez, lo que en Colombia llaman una invasi¨®n, un barrio informal y subnormal del borde oriental del centro de Bogot¨¢. Barreto y su esposa Eva Beltr¨¢n, fueron la primera familia en habitar la ladera del cerro, al oriente del hist¨®rico barrio Las Cruces. Sus diez hijos crecieron jugando con botellas pl¨¢sticas y cajas de cart¨®n, elementos con los que conviven a diario, pues todos se han dedicado al reciclaje. Sus hijos les dieron nietos, y fueron formando sus propias casas de madera en el lote, conformando un barrio que en la madrugada de este viernes qued¨® convertido en cenizas y escombros. Todo por un incendio que afect¨® a 70 casas, de las que 30 quedaron totalmente destruidas. Por el origen del barrio, algunas familias viv¨ªan en m¨¢s de una casa, por lo que fueron 22 grupos familiares (53 adultos y 19 ni?as y ni?os) los que lo perdieron todo. Son familias que pasaron de la pobreza a la miseria total en cuesti¨®n de minutos.
Recuerdos esfumados bajo las cenizas
Eran las cuatro de la tarde del viernes. Hab¨ªan pasado m¨¢s de 14 horas desde que el incendio consumi¨® las casas y a¨²n no se sab¨ªa el rumbo de los que lo perdieron todo. Como Eva y David, quienes se casaron el 21 de junio de 1961 en la iglesia del barrio Egipto, un arrabal centenario a unos 500 empinados metros del coraz¨®n hist¨®rico de la capital de Colombia. Desde entonces se radicaron en la loma del barrio Ram¨ªrez, menos de un kil¨®metro al sur del lugar en el que se casaron. Viven en casas separadas porque les gusta tener ¡°su propio espacio y evitar conflictos¡±, dice Eva. De ojos celeste y baja estatura, es conocida como la abuela de un barrio en el que no hab¨ªa acceso legal a los servicios p¨²blicos legales, por no ser un asentamiento formal ni tener las condiciones para ser legalizado. Se ¡°colgaban¡± de la electricidad, conect¨¢ndose irregularmente de un poste, y sacaban el agua de una quebrada cercana, una de las decenas que bajan de las monta?as andinas que enmarcan la ciudad.
El viernes pasado, a las 2:30 de la madrugada, Eva escuch¨® gritar a sus vecinos. Despert¨®. No entend¨ªa qu¨¦ pasaba, pero al ver las llamas, cuenta, empez¨® a temblar del miedo. Estaba sola y a sus 81 a?os ya no puede caminar r¨¢pido. Pens¨® que iba a morir calcinada, pero una de sus nueras la rescat¨®, alz¨¢ndola para sacarla de la casa. Afuera, mientras las llamas engull¨ªan su casa, ella sent¨ªa perder el esfuerzo de toda una vida. Por su mente pasaron los recuerdos de sus 10 hijos y 8 nietos, jugando en el que fue el hogar de todos. Lo perdi¨® todo.
A las cinco y media de la tarde, Juan Carlos D¨ªaz, coordinador de Gesti¨®n de Riesgos de la Secretar¨ªa de Integraci¨®n social reuni¨® a la comunidad. Junto a y representantes del Instituto Distrital de Gesti¨®n de Riesgos y Cambio Clim¨¢tico (IDIGER), les explic¨® algo que muchos tem¨ªan o¨ªr: que el barrio se halla en una zona de riesgo, que debe ser evacuada. La abuela explica que reciben poca ayuda de sus hijos y que David a¨²n trabaja como reciclador. Por cada kilo de aluminio que lleve a un centro de acopio cerca de all¨ª le pagan 2.000 pesos (medio d¨®lar), por uno de cart¨®n, 200 pesos. Antes llevaba material reciclable a diario, ahora, lo hace cada mes o dos meses porque no alcanza a recoger grandes cantidades. ¡°Desde que la alcaldesa Claudia L¨®pez decidi¨® que tocaba echar la basura de forma ordenada en los carros recolectores, nos mat¨®¡±, dice enojado David.
El barrio Ram¨ªrez, adem¨¢s de haberse constituido ilegalmente, est¨¢ considerada en riesgo de ser sepultado por un deslave. David y Eva lo saben, pero se aferran al rinc¨®n de ciudad que les ha tocado. Tanto como se aferran al subsidio de 130.000 pesos mensuales (unos 33 d¨®lares) que da el Gobierno Nacional a los adultos mayores, y que les permite sobrevivir.
¡°Una casa hecha con amor¡±
Jos¨¦ Armando Mateus, de 40 a?os, recoge con una pala los escombros de su hogar. Lo acompa?an sus hijos Harrison Smith, de 10 a?os, y Julieth, de 15. El padre cuenta que no olieron el humo, ni sintieron las llamas, y se salvaron porque un vecino les toc¨® la puerta y les grit¨® que salieran r¨¢pido, ¡°que todo se estaba cayendo al piso¡±. El fuego ya sub¨ªa a sus camas. Marleny, su esposa, estaba trabajando en el turno nocturno, limpiando unas oficinas, por lo que Jos¨¦ estaba al mando de su casa de unos 30 metros cuadrados, construida en madera y un poco de cemento. ¡°Una casa hecha con amor¡±, asegura Jos¨¦. A ¨¦l y a sus vecinos el Disrtito les propuso una ayuda econ¨®mica entre 1,1 y 1,4 millones de pesos (entre 270 y 360 d¨®lares) al mes, durante un semestre, para ayudarlos a que se reubiquen en otro lugar de la ciudad, uno que no est¨¦ en zona de riesgo y en que puedan tener servicios p¨²blicos. La mayor¨ªa de habitantes no acept¨® la ayuda. ¡°?Aqu¨ª nac¨ª y aqu¨ª voy a morir!¡±, gritaron algunos en respuesta a la propuesta.
La segunda parte, la de morir all¨ª, es algo que casi viven Jos¨¦ y sus hijos. Cuando logr¨® sacarlos, salvarlos, se desplom¨®. Los ni?os lloraban por perder su ropa y sus juguetes, y Mateus tambi¨¦n, al verlos. ¡°Se me destruy¨® la vida¡±, resume. Jos¨¦ es otro de los recicladores del barrio Ram¨ªrez. Todos los d¨ªas se levanta para dirigirse al opulento norte de Bogot¨¢, a la zona de la calle 127 con carrera s¨¦ptima, a recoger basura reciclable. ¡°Ya no tengo ganas de nada, pero por los ni?os me levantar¨¦ otra vez¡±, dice con la voz entrecortada. Como otros vecinos, prefiere que las autoridades le den los materiales para reconstruir su casa, antes que el dinero para irse a otra zona. Eso s¨ª, recibi¨® un kit para pasar estas noches: un colch¨®n, una cobija, una olla y un plato.
¡°S¨¢lgase que se est¨¢ quemando¡±
Gladys Ardila, de 61 a?os, lleg¨® al barrio Ram¨ªrez un poco antes de empezar la pandemia, despu¨¦s de que fue desalojada de un barrio cercano y, tambi¨¦n, informal. Era la ¨²nica vecina que, en la tarde del viernes, estaba llenando los documentos para recibir la ayuda p¨²blica para reubicarse. Hace menos de cinco a?os lo hizo sin ese apoyo, cuando David y Eva le ofrecieron una peque?a casa en arriendo por 400.000 pesos mensuales (poco m¨¢s de 100 d¨®lares) y ella la tom¨® para vivir con Joan Sebasti¨¢n, su hijo; Yolanda, su nuera; y Jaime Antonio Ram¨ªrez, su esposo. Gladys vive de lo que le pagan los due?os de los carros que cuida en los alrededores de dos veterinarias en el barrio Los Andes, en el noroccidente de la ciudad. Aunque dice que no le alcanza el dinero, est¨¢ tranquila en su trabajo.
Es otra de las damnificadas que solo supo del incendio gracias a una vecina que le alert¨®: ¡°?s¨¢lgase que se est¨¢ quemando!¡±. La puerta no abr¨ªa, cuenta, y salieron gracias a que su hijo la rompi¨® de una patada. Para Gladys, lo que sigue no solo es empezar de cero una vez m¨¢s, sino hacerlo con ¡°mucho miedo¡±. Pero su fe le ayuda: ¡°Papito Dios hace cada cosa con un prop¨®sito¡±, dice, y afirma que la entristece que su estatua de la Virgen, su ¡°virgencita¡±, se quem¨®.
Gladys est¨¢ dispuesta a irse mientras Eva y David, la primera pareja en habitar el terreno, se niega a hacerlo, por lo que perder¨ªa la ayuda. ¡°No nos vamos a mover porque nos quitan la tierrita que con tanto esfuerzo hemos defendido. Preferimos dormir en colchonetas o bajo una tabla¡± dice David.
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