Un d¨ªa en una monta?a en llamas
Un incendio forestal consume 180 hect¨¢reas de los cerros del peque?o pueblo cundinamarqu¨¦s de Nemoc¨®n. Los vecinos y las autoridades se desesperan por extinguirlo
Mar¨ªa L¨®pez teme perderlo todo. Lo dice porque, detr¨¢s de ella, un enorme incendio forestal que ha consumido 180 hect¨¢reas de bosque va bajando la monta?a en la que vive, en el municipio cundinamarqu¨¦s de Nemoc¨®n. Las llamas est¨¢n a metros de su casa y la escena es apocal¨ªptica. Centenares de pinos un poco m¨¢s all¨¢ de su humilde vivienda parecen estar fumando. Desde hace ya m¨¢s de 24 horas, llenan el cielo de innumerables columnas de humo espeso. De repente, un ¨¢rbol se prende fuego. Pasa de verde oscuro a naranja vivo en un instante. El ruido de la quema atrae la atenci¨®n de todos. No solo peligra la casa donde L¨®pez vive con su esposo y su hijo de 21 a?os: el cerro entero est¨¢ en riesgo.
La mujer de 41 a?os no tiene tiempo para pensar en eso. Corre por todos lados. Viste camisa manga larga, una gorrita azul cielo, un tapabocas y unas botas impermeables. Lleva un machete en una mano y conecta mangueras con la otra. Alguien m¨¢s cerca de las llamas grita ¡°?Agua!¡±. Ella contesta: ¡°?No alcanza?¡±. No, no alcanza. En Nemoc¨®n, un pueblo de 16.000 habitantes a unos 60 kil¨®metros al norte de Bogot¨¢, famoso por sus centenarias minas de sal, parece que nada alcanza este mi¨¦rcoles.
El municipio no tiene un cuerpo de bomberos. Entonces, el personal de casi todas las comunidades cercanas ha llegado a echar una mano. Los bomberos de Tenjo, la Defensa Civil de Zipaquir¨¢, la Polic¨ªa Nacional, entre otras, suman a 120 expertos, seg¨²n una vocera de los Bomberos de Cundinamarca. En el departamento en el que se ubica Nemoc¨®n, solo este mi¨¦rcoles, hubo 13 incendios. El ¨²nico que sigue sin control es este.
Son decenas de personas que no logran contener el fuego. Es demasiado grande y los cuatro focos son, tambi¨¦n, demasiados. As¨ª que, por ahora, L¨®pez y sus vecinos trabajan incansablemente del lado de los profesionales. ¡°Es terrible. Estamos aterrorizados¡±, confiesa la mujer y toma un sorbo de agua. ¡°Espero que pueda salvar a mis gatitos¡±, a?ade.
Unos 30 metros m¨¢s arriba, en la monta?a, una decena de civiles trabaja sin la ayuda de los cuerpos de rescate. Hasta ac¨¢ no llegan las mangueras. El grupo usa machetes para intentar apagar el incendio, uno de los m¨¢s fuertes entre los 21 que oficialmente asolan a Colombia este mi¨¦rcoles. Vestidos con botas de trabajo, guantes de jardiner¨ªa y cualquier prenda que se les haya ocurrido ponerse, est¨¢n metidos entre las llamas y el humo. Golpean la tierra con los cuchillos cada vez que sale una chispa e intentan sacar toda la vegetaci¨®n inflamable de la zona.
¨D ?Toca cortar todas estas plantas, mi chinito?¨D pregunta una muchacha de unos 25 a?os, que no usa mascarilla.
¨D S¨ª, pa¡¯ que el fuego no siga bajando¨D le responde un chico musculoso.
De golpe se levanta el viento. Un pino se enciende por completo y emite un ruido intimidante. ¡°?Bajen de ah¨ª!¡±, gritan a la vez varias voces, y los vecinos salen corriendo del bosque. Momentos m¨¢s tarde llega un pu?ado de bomberos a hacer la misma labor. Por suerte, tienen unos equipos hechos para encarar las llamas. Uno carga una mochila llena de agua con una peque?a manguera atada. Otro comienza a cortar vegetaci¨®n con una motosierra. Pese a sus esfuerzos, la tierra prende fuego una y otra vez; no quiere hacer caso. ¡°Toca seguir hasta que no encienda m¨¢s¡±, explican.
El humo se apodera de Nemoc¨®n
Unos tres kil¨®metros m¨¢s arriba, en los cerros, el paisaje pasa de apocal¨ªptico a escenograf¨ªa de una pel¨ªcula de zombis. La tierra est¨¢ completamente pelada. No hay vegetaci¨®n, solo humo. Humo por donde se mire. Sale de la tierra como si fuera un volc¨¢n. Llena el cielo y hace que parezca casi de noche cuando son las dos de la tarde de un d¨ªa muy soleado.
Tres miembros de la Defensa Civil de Zipaquir¨¢ atraviesan la tierra arrasada en una camioneta. Se detienen de vez en cuando para medir la velocidad del viento, la humedad del aire y la temperatura ambiental: 32,1 grados. Fernando Venegas, uno de ellos, explica por qu¨¦ ha sido tan dif¨ªcil apagar este incendio. ¡°Est¨¢ fuerte porque la monta?a es muy empinada, entonces es muy complicado subir el agua. En cualquier momento se sale de las manos¡±, declara. Luego, un compa?ero suyo dice que la teor¨ªa es que el incendio empez¨® por una chispa que sali¨® de un cable de electricidad. ¡°Encontraron un transformador quemado¡±, asegura.
Tras manejar unos 10 minutos m¨¢s, se encuentran con una decena de rescatistas. Deciden bajarse de la camioneta y tomar un descanso. Un trabajador reparte tamales, bocadillos y botellas de agua a todos. Empiezan a comer con gusto. Est¨¢n desde primera hora de la ma?ana en el bosque, dicen, y sus caras manchadas de cenizas y cansancio lo confirman. Este es el incendio m¨¢s grande en los ¨²ltimos 10 a?os en Nemoc¨®n, apunta un bombero, entre bocados de tamal. ¡°Cambia el viento de repente y nos quedamos todos encerrados ac¨¢¡±, declara, sin darse cuenta de lo aterrador que lo que acaba de decir. ¡°Estamos haciendo todo lo que podemos, pero necesitamos m¨¢s helic¨®pteros¡±, agrega. Todos se muestran de acuerdo.
Tambi¨¦n lo est¨¢, por su parte, el alcalde Cristian Carrillo. ¡°Necesitamos el apoyo a¨¦reo, es la ¨²nica manera en la que podremos atacar la situaci¨®n. Si no podemos contar con este, dif¨ªcilmente podremos lograrlo¡±, dec¨ªa en W Radio esa misma tarde, horas antes de que el Gobierno Nacional enviara a la viceministra de Ordenamiento Ambiental, Tatiana Roa, a acompa?ar el esfuerzo.
¡°Ya se quem¨® todo¡±
Al pie de la monta?a, en el puesto de mando unificado (PMU) establecido por la Alcald¨ªa en la vereda La Puerta, la comandante de los bomberos de Zipaquir¨¢, Liseth S¨¢nchez, explica que solo ha llegado un helic¨®ptero de la Polic¨ªa. Lleva casi toda la tarde haciendo viajes, afirma, pero hay un l¨ªmite a lo que un solo helic¨®ptero puede hacer. Los cuerpos de rescate han echado m¨¢s de 50.000 galones de agua a los cerros desde que empez¨® el fuego el martes al mediod¨ªa, dice. Aun as¨ª, parece estar expandi¨¦ndose. El humo ocupa una porci¨®n cada vez mayor del cielo cundinamarqu¨¦s, en el que los campesinos esperan que este jueves aparezcan dos helic¨®pteros, el de los bomberos departamentales y uno del Ej¨¦rcito, como anunci¨® el gobernador Jorge Rey.
Sentado rodeado de polic¨ªas, bomberos y voluntarios que llegan con agua y comida, est¨¢ Rodrigo Castillo. Es un hombre de 69 a?os, vestido de una boina, una camiseta de cuadros azul y una mirada de absoluta derrota. Explica que el PMU est¨¢ ubicado en la finca Santa Cruz, que tiene 90 hect¨¢reas de madera industrial. ¡°Soy el due?o. Bueno, era el due?o. Ya se quem¨® todo¡±, dice, y recuerda que el incendio empez¨® luego de que se fueran ¡°los de la empresa de electricidad¡±. Se levanta, pone las manos en los bolsillos y mira a su alrededor. A lo lejos, otro ¨¢rbol prende fuego en la cima de la monta?a.
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