La resistencia a la moda r¨¢pida: ¡°Al planeta ya no le sirve el usar y tirar¡±
El Museo Nacional de Bogot¨¢ expone hasta finales de septiembre una muestra de 12 dise?adores y l¨ªderes sociales que reivindica la econom¨ªa circular y el reciclaje
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Llegaron a Bogot¨¢ hace m¨¢s de 70 a?os. La mayor¨ªa eran pobres y desplazados por el conflicto armado y se afincaron en la Plaza de Espa?a para empezar un negocio con lo ¨²nico que consegu¨ªan: ropa de segunda mano. Los ropavejeros iniciaron todo un comercio alrededor de las prendas usadas que les tra¨ªan de todos lados. Una vez llegaban a sus manos, empezaba la transformaci¨®n para poder venderlas: enmendar rotos, doblar cuellos, esconder las taras¡ La necesidad los convirti¨® en pioneros de la resistencia a la moda r¨¢pida o fast fashion; un grito cada vez m¨¢s sonoro en el sector.
¡°Al planeta ya no le sirve el usar y tirar¡±, explica John Bernal, 50 a?os, fot¨®grafo y uno de los 12 dise?adores y l¨ªderes sociales que exponen en la muestra ¡®Moda con historias: laboratorio de reciclaje y co-creaci¨®n textil¡¯ en el Museo Nacional de Bogot¨¢. M¨¢s de una decena de vestidos hechos con ropa que la marca textil Falabella no vendi¨® en temporada estar¨¢n expuestos hasta finales de septiembre frente a una colecci¨®n de prendas de m¨¢s de 500 a?os de historia. Todas ellas referentes de los cambios culturales del pa¨ªs y del mundo contempor¨¢neo. ¡°As¨ª se genera una conversaci¨®n muy interesante¡±, dice Andr¨¦s G¨®ngora, curador de etnograf¨ªa del espacio, ¡°porque esta es la revoluci¨®n hacia la que tiene que mirar la moda actual. Es tremendo pensar que mucha de la ropa que surge de ese ansia por crear y crear acaba siendo quemada en Europa del Este. No necesitamos tanto¡±. Si bien los ropavejeros est¨¢n desapareciendo de la plaza, su af¨¢n por arreglar en lugar de volver a comprar es lo que impregna esta exhibici¨®n.
La industria de la moda es la segunda m¨¢s contaminante, despu¨¦s de la automotriz y representa el 10% de las emisiones globales de carbono, el equivalente a lo que produce la Uni¨®n Europea. A la creciente tendencia de sobreproducir y provocar en el consumidor una idea de que necesita comprar m¨¢s, se le conoce como fast fashion o moda r¨¢pida. De 2000 a 2015, seg¨²n New Textiles Economy, la producci¨®n de vestimentas se duplic¨® en el mundo. Hace siete a?os, las prendas fabricadas superaban los 100.000 millones. Sin embargo, de toda esta fabricaci¨®n masiva, cerca del 70% termina incinerada o en basureros.
¡°Nos creemos lo que nos dice la industria¡±, critica Katherine Gonz¨¢lez, una dise?adora de moda de 32 a?os frente a su obra ¡®Consumo degenerado¡¯: una chaqueta vaquera futurista entrelazada con una ruana negra que carga con la consigna ¡°Nadie puede hacerlo todo, pero todos podemos hacer algo¡± en las mangas. ¡°El fast fashion va a acabar con nosotros¡±, lamenta. La costurera tiene una marca en la que recicla el material que su padre, ebanista, no puede reutilizar para la tapicer¨ªa. ¡°Es material de calidad y durarero. Toca pelearle a la idea de que ¡®necesitamos¡¯ todo lo que compramos¡±. Para Luc¨ªa Ortiz, orfebre, y dise?adora de la pieza ¡®Sororidad¡¯, la cadena de trazabilidad y los proyectos sociales son claves en su marca de joyas: ¡°Eso es lo que marca la parada hoy en el mundo¡±.
La exposici¨®n junta adem¨¢s una colecci¨®n de 48 piezas entre prendas, accesorios y obras de arte, como el liqui-liqui (traje t¨ªpico de los Llanos) que us¨® Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez al recibir el Premio Nobel de Literatura, un vestido de ba?o de 1923 y un collar de 1940 perteneciente al pueblo Kof¨¢n del Putumayo. Durante dos meses, los artistas se reunieron peri¨®dicamente para inspirarse en estos elementos y en torno a una misma pregunta: ?De d¨®nde viene la ropa que usas?
Esta muestra, dirigida por el dise?ador Alejandro Crocker y organizada conjuntamente por el Bronx Distrito Creativo-Fuga, est¨¢ instalada en la sala en la que los presos llevaban a cabo sus confecciones a mediados del siglo pasado, cuando el Museo Nacional serv¨ªa de c¨¢rcel. ¡°Quisimos usar esta historia y resignificarla con relatos de libertad, creaci¨®n y participaci¨®n¡±, explica G¨®ngora.
¡°Se expone el resultado de un trabajo de cocreaci¨®n que reconoce la importancia de la econom¨ªa circular, del reciclaje y de los oficios tradicionales en el centro de Bogot¨¢¡±, asegur¨® Margarita D¨ªaz, directora del Bronx Distrito Creativo¨C FUGA, en la inauguraci¨®n. ¡°Es una oportunidad para entender el impacto ambiental que genera la industria de la moda y la necesidad que tenemos de reciclar, darle nueva vida a prendas inutilizadas y generar industrias creativas sostenibles¡±.
La sala es un ir y venir de gente que se detiene durante varios minutos a observar las obras y a conversar sobre la reflexi¨®n que le genera. En el centro de la exposici¨®n hay una mesa repleta de retales, hilos, tijeras y agujas que invitan a que el p¨²blico se siente y cree. En esta parte de la muestra no existe el ¡°no tocar¡±. ¡°Crear para resistir¡±, dice una bandana negra, sobre un s¨ªmbolo feminista. ¡°Hortensia¡±, se lee en un pedazo de tela verde con encajes dorados.
Desacelerar la moda r¨¢pida
Omar Genaro Espinosa (44) y Gustavo Andr¨¦s Villegas (26) miran su vestido con mucho orgullo. Es una pieza es un homenaje al pueblo sikuani (guardianes de la naturaleza), una de las 87 comunidades ind¨ªgenas reconocidas de Colombia, muy afectados por la violencia y el desplazamiento forzado y conocidos por sus tejidos. ¡°Es su forma de persistir¡±, critica Villegas. ¡°Este es un vestido de la ¨¦poca victoriana, que representa la colonizaci¨®n y el collar sikuane, que colocamos por encima, representa su resistencia. Ellos han sabido pasar por encima del racismo, la colonizaci¨®n, la violencia...¡±, a?ade Espinosa.
Para ambos, esta es la filosof¨ªa a la que ¡°hay que volver¡±: ¡°La ropa que llevamos tiene que contar una historia¡±, afirma Villegas. ¡°Y no puede ser la de que a costa nuestra estamos acabando con el planeta¡±.