Geoffrey Hill, la hierba en las tumbas
Se publica en espa?ol la poes¨ªa reunida de autor que es un caso at¨ªpico en las letras brit¨¢nicas de la segunda mitad del siglo XX por su defensa del hermetismo como arma literaria
Geoffrey Hill (1932-2016) es un caso at¨ªpico entre los poetas brit¨¢nicos (ingleses en particular) de la segunda mitad del siglo XX. Su estilo y sus objetivos se apartan de los senderos m¨¢s comunes y su defensa del hermetismo como proyecto le aleja claramente de la reacci¨®n antivanguardista que se produjo en el Reino Unido despu¨¦s de la segunda guerra, aun a pesar de que T. S. Eliot siguiera ejerciendo una influencia quiz¨¢s m¨¢s nominal que real. La recuperaci¨®n de la poes¨ªa de Thomas Hardy ¡ªni co...
Geoffrey Hill (1932-2016) es un caso at¨ªpico entre los poetas brit¨¢nicos (ingleses en particular) de la segunda mitad del siglo XX. Su estilo y sus objetivos se apartan de los senderos m¨¢s comunes y su defensa del hermetismo como proyecto le aleja claramente de la reacci¨®n antivanguardista que se produjo en el Reino Unido despu¨¦s de la segunda guerra, aun a pesar de que T. S. Eliot siguiera ejerciendo una influencia quiz¨¢s m¨¢s nominal que real. La recuperaci¨®n de la poes¨ªa de Thomas Hardy ¡ªni considerada en su momento¡ª o la del malogrado Edward Thomas ¡ª¨ªdem de ¨ªdem¡ª son buenas pruebas de ello. O tambi¨¦n lo es la reivindicaci¨®n del primer Romanticismo ¡ªmarginado por el eliotismo¡ª, como puede verse en la admiraci¨®n que sent¨ªa Larkin por Wordsworth: ¡°Conduc¨ªa a toda velocidad por la autopista, puse la radio, o¨ª de pronto recitar Indicios de inmortalidad en la ni?ez (el genial poema de Wordsworth) y no pude evitar que se me saltaran las l¨¢grimas¡±, escribi¨® Larkin.
Profesor de poes¨ªa en Cambridge y Oxford y de religi¨®n en Boston, es evidente que Hill da muestras en su propia poes¨ªa de un virtuosismo t¨¦cnico al que era muy proclive, creyendo que as¨ª la poes¨ªa se libraba de las banalidades del lenguaje com¨²n y corriente y creaba uno propio capaz de ahondar de las profundidades abisales del esp¨ªritu, tan oscuras e inaccesibles como el propio lenguaje que se acerca a ellas. Pero, curiosamente, eso no siempre es as¨ª, y especialmente en sus primeros libros, los mejores, da la impresi¨®n de que Hill pierde su propia partida en numerosas ocasiones, en el sentido de que, sin dejar de ser un poeta oscuro y dif¨ªcil y de un rigor formal extenuante, tambi¨¦n nos arrastra hacia una especie de inmediatez donde est¨¢ en juego la vida, que se expresa a sus anchas, a pesar de los parapetos calculados del poeta que teme al lenguaje com¨²n.
Eso ocurre en Para los inocentes (1959), King Log (1968), Tenebrae (1978) y, sobre todos, en el absolutamente excelente Himnos de Mercia (1971), que para m¨ª marca un hito en la poes¨ªa de Hill, una especie de antes y despu¨¦s donde se a¨²na el rigor formal extremo pero tambi¨¦n una filtrada autobiograf¨ªa llena de extraordinarios ecos de infancia y una historia de Inglaterra no menos traspasada de incendios sentimentales (?horror!, se dir¨ªa). Despu¨¦s de este hito, de entre todos los numerosos libros de Hill destaco dos donde, a pesar de todo, sigue sobreviviendo la vida encarnada en un hombre ¡ªel poeta¡ª por encima del lenguaje (o a su costa): Cana¨¢n (1996) y El triunfo del amor (1998).
En King Log (1968) est¨¢n dos de sus mejores poemas, escuetos, intensos, profundos, abarcadores, ilimitados, en el sentido de que abren paso, al mismo tiempo, a un mundo lleno de verdad y misterio y ciertamente inabarcable porque, lo leas las veces que quieras leerlo, no tiene fin, no se agota (la gran poes¨ªa siempre es as¨ª). Me refiero a ¡®Ovidio en el Tercer Reich¡¯ y a ¡®Canci¨®n de septiembre¡¯. La Segunda Guerra Mundial al fondo, el nazismo al fondo, los muertos salvajemente, esa ni?a invocada en el maravilloso y doloros¨ªsimo ¡®Canci¨®n de septiembre¡¯, el anhelo de redescubrirla, reencontrarla, estar a su lado, tambi¨¦n en la hora de su muerte, asesinada por los nazis: ¡°Te toc¨® morir as¨ª, se ve¨ªa. Las cosas se dirig¨ªan / tranquilas a tal fin¡¡±. Y luego, a modo de ?oraci¨®n y participaci¨®n?: ¡°Septiembre revienta en las vi?as. Las rosas / se deshacen en el muro. La humareda / de hogueras inocentes me enturbia los ojos. / Con esto basta. Es m¨¢s que suficiente¡±. Por eso, por esa maravillosa forma de entroncar con los muertos inocentes, llega a decir Hill, con un pu?al claramente shakespeariano: ¡°Nuestra sustancia es la hierba sobre las tumbas¡±.
La historia de Inglaterra en particular es una obsesi¨®n, y a trav¨¦s de ella ¡ªcomo ocurre magistralmente en Himnos de Mercia¡ª se cuela la intimidad refrenada del autor en secuencias que dejan al lenguaje en su lugar: veh¨ªculo afortunado de una experiencia propia. Las experiencias de infancia en contacto con la naturaleza, la salvaci¨®n de esas miradas redentoras, lo sencillo encumbrado a esp¨ªritu total y absoluto: ¡°La llovizna con su punta de p¨²a se aparece / como una revelaci¨®n¡±; ¡°La luz en este instante, / viendo¡ su propia / firma sobre las cosas que reconocen la salvaci¨®n¡±. O bien: ¡°Ten¨ªa una especial sensibilidad para las minucias naturales. Lo que su mirada tocaba era su ternura¡±. O bien: ¡°Velas de nudosa resina, ramas de manzano, el mu¨¦rdago pegajoso. ¡°Mira ¡ªdec¨ªan y otra vez¡ª, mira¡±. O sea, pi¨¦rdete en la mirada, o sea, pi¨¦rdete en las cosas, no en el lenguaje.
La poes¨ªa de Hill es muy religiosa, en varios sentidos ciertamente complejos, y esa complejidad no le perjudica, sino al contrario, la hace agitada, intrincada, exasperada, contradictoria, muy vivencial (el lector respira). Dios aparece y desaparece, est¨¢ y no est¨¢, pero los sentidos se hacen fuertes: por la visi¨®n de una nevada se accede a una modalidad de la fe ¡°en el Ser real / siendo lo real Dios, o m¨¢s exhaustivamente, Cristo¡±. La cr¨ªtica hist¨®rica es constante, y se vuelve hacia atr¨¢s en el tiempo o se escora hacia el presente: las secuelas del Imperio Brit¨¢nico, un Imperio de sangre, o los horrores del nazismo, ya aludidos. En otro flanco, la poes¨ªa tambi¨¦n se vuelve hacia s¨ª misma: ¡°?Qu¨¦ es el poema?¡ / Decid: una triste y furiosa consolaci¨®n. Es /hermoso. ?Otra vez? Una triste y furiosa / consolaci¨®n¡±.
Lumen publica por primera vez la poes¨ªa reunida de Hill en espa?ol (edici¨®n biling¨¹e). Muy interesante pr¨®logo de Andreu Jaume, cuya traducci¨®n alcanza su cumbre indiscutible en el lograd¨ªsimo Himnos de Mercia, realmente irreprochable. Dicho eso, algunas notas hubieran venido de perlas porque, sin ellas, con frecuencia Hill es a¨²n m¨¢s duro de pelar.