Rock: rebeli¨®n e industria

Pasa con el rock latino lo mismo que pasa con la literatura latinoamericana. No hay duda de que hay poderosas semejanzas entre los libros y los escritores de Per¨², Colombia, Uruguay o Chile. Pero tampoco hay duda de que, siendo parte de la misma cultura que el resto de Latinoam¨¦rica, Argentina y M¨¦xico son otra cosa. En gran parte ser ecuatoriano, boliviano o guatemalteco es intentar no ser ni argentino o mexicano, seg¨²n cu¨¢l de los dos imperios est¨¢ m¨¢s cerca. Ambos pa¨ªses y culturas son tambi¨¦n tan distintos entre s¨ª que parecieran haberse construido todo en contraste. Es cosa de invocar las...

Pasa con el rock latino lo mismo que pasa con la literatura latinoamericana. No hay duda de que hay poderosas semejanzas entre los libros y los escritores de Per¨², Colombia, Uruguay o Chile. Pero tampoco hay duda de que, siendo parte de la misma cultura que el resto de Latinoam¨¦rica, Argentina y M¨¦xico son otra cosa. En gran parte ser ecuatoriano, boliviano o guatemalteco es intentar no ser ni argentino o mexicano, seg¨²n cu¨¢l de los dos imperios est¨¢ m¨¢s cerca. Ambos pa¨ªses y culturas son tambi¨¦n tan distintos entre s¨ª que parecieran haberse construido todo en contraste. Es cosa de invocar las figuras tutelares de Jorge Luis Borges y Juan Rulfo para que salte a la vista el abismo que separan literaturas que comparten religi¨®n e historias comunes adem¨¢s del mismo idioma.

Rompan todo, la serie documental de Netflix que quiere unir en una sola historia las muchas historias del rock en castellano, ten¨ªa que enfrentar primero con la dificultad de que Argentina no es M¨¦xico y M¨¦xico no es Argentina. La pol¨¦mica era as¨ª inevitable, como inevitables las exclusiones y los olvidos. Una pol¨¦mica termin¨® en un mar de memes que se burlan de la omnipresente figura de Gustavo Santaolalla, productor ejecutivo de la serie, que es tambi¨¦n el principal entrevistado.

El impudor con el que el productor se exhibe durante los seis cap¨ªtulos de la serie no es sin embargo del todo arbitrario. Santaolalla no s¨®lo produjo en M¨¦xico, Uruguay, Chile, Colombia y Argentina un n¨²mero diverso y apabullante de grupos y solistas que cambiaron la historia del rock en espa?ol, sino que fue el primero que, en la siempre europea Argentina, se atrevi¨® a mirar hacia el folclore latinoamericano. Un folclore que vivi¨®, en el mismo tiempo en que nac¨ªa el rock en espa?ol, un momento de efervescencia y creatividad sin igual. Un movimiento que en muchos pa¨ªses latinoamericanos (menos justamente los del R¨ªo de la Plata) se llev¨® lo mejor de la energ¨ªa, la rebeld¨ªa y el talento de la generaci¨®n de Jim Morrison, Janis Joplin y Mick Jagger. Generaci¨®n que es tambi¨¦n la generaci¨®n de V¨ªctor Jara, que produjo un terremoto en el neofolclore al permitir guitarras el¨¦ctricas en su canci¨®n El derecho a vivir en paz. Mismo terremoto que produjo Mercedes Sosa cuando introdujo en su repertorio canciones de Sui Generis y luego Charly Garc¨ªa en solitario y Fito P¨¢ez y David Leb¨®n y un largo etc¨¦tera.

El documental busca en la pol¨ªtica el hilo narrativo que tradiciones musicales tan distintas entre s¨ª dif¨ªcilmente pueden proveer. El rock es as¨ª en Rompan todo el catalizador de una juventud rebelde reprimida una y otra vez por las dictaduras c¨ªvico-militares que asolaron el continente en los setenta y ochenta. Lo que el documental sugiere, pero no cuenta del todo nunca, es c¨®mo muchas de esas dictaduras dejaron pasar en la radio, la televisi¨®n y los escenarios a muchos de estos grupos de rock pensando que con eso alejar¨ªan a la juventud de los ponchos negros y las zampo?as que tem¨ªan como la peste. Eso, por cierto, no quita que Los Prisioneros en Chile y Ser¨² Gir¨¢n en Argentina usaron este espacio para decir todo lo que no se pod¨ªa decir.

El rock fue el canto de una juventud oprimida, pero no dej¨® de ser considerado tambi¨¦n como una invasi¨®n imperialista que obligaba a los j¨®venes a adoptar las modas, las drogas y los peinados del gran pa¨ªs del norte. Faltan en el documental de Netflix muchos pa¨ªses y tradiciones (por ejemplo, el rock de la movida espa?ola), pero el gran ausente de Rompan todo es Estados Unidos, pa¨ªs en el que triunfa Gustavo Santaolalla. Pa¨ªs desde donde se transmit¨ªa MTV, factor esencial en la internacionalizaci¨®n del rock en espa?ol. Pa¨ªs de las transnacionales del disco que cual rey Midas convirtieron en oro, o m¨¢s bien en d¨®lares, a oscuros cantantes y grupos underground que sin dejar de insultar a los ejecutivos de las disqueras viajaban en sus limusinas.

El rock en espa?ol conoci¨® su apogeo cuando la econom¨ªa se abri¨® en los noventa, y uno a uno los pa¨ªses latinoamericanos empezaron a delirar en d¨®lares. No dej¨® de ironizar con esa locura y de mostrar la otra cara de la Latinoam¨¦rica privatizada y globalizada. Su destino se vio sin embargo anclado a ese terrible sue?o. Reventada la burbuja de los Menem y los Salinas de Gortari, el rock dej¨® los aviones y los estadios que se tomaron los reguetoneros y los traperos, que poco tienen que ver con la aventura de expandir las palabras como hac¨ªa Luis Alberto Spinetta, de explorar los ritmos como Caf¨¦ Tacuba, de llegar al coraz¨®n del volc¨¢n como los Caifanes, o lanzarse del ¨²ltimo piso de los hoteles sin romperse un hueso como lo hac¨ªa Charly Garc¨ªa.

Rebeli¨®n e industria. Capitalismo y revoluci¨®n. Folclore de la gran ciudad, lo que hizo del rock la m¨²sica del siglo XX fue el c¨²mulo de sus contradicciones tan excitantes como insalvables. Contradicciones que se parecen a la de los que oyen esa m¨²sica tan adictiva como las drogas y el sexo que sol¨ªa acompa?arlas. El rock fue una rebeld¨ªa que ayud¨® a varias generaciones a ajustarse y comprenderse en una sociedad de consumo en que sonidos, im¨¢genes y alimento llegan procesados por la industria. Rompan todo tiene la virtud de sugerir todas esas contradicciones, es tarea de otros explorar los recovecos de esa manera de pensar con el cuerpo que se llam¨® alguna vez rock and roll.