Odiar es divertido: de la libertad de expresi¨®n en Internet
Andrew Marantz, periodista de ¡®The New Yorker¡¯, publica un largo reportaje sobre ese derecho y su uso por parte de la extrema derecha estadounidense
¡°Cambiar c¨®mo hablamos es cambiar c¨®mo somos¡±. Esta es la visi¨®n de muchos activistas en las redes sociales, cualquiera que sea su ideolog¨ªa, empe?ados en alimentar las guerras culturales para construir su propio relato, alternativo al dominante. Al menos as¨ª lo describe el periodista Andrew Marantz, redactor de la revista The New Yorker, t¨®tem de la inteligencia liberal americana, en su libro Antisocial. Se trata de un extenso reportaje sobre la libertad...
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¡°Cambiar c¨®mo hablamos es cambiar c¨®mo somos¡±. Esta es la visi¨®n de muchos activistas en las redes sociales, cualquiera que sea su ideolog¨ªa, empe?ados en alimentar las guerras culturales para construir su propio relato, alternativo al dominante. Al menos as¨ª lo describe el periodista Andrew Marantz, redactor de la revista The New Yorker, t¨®tem de la inteligencia liberal americana, en su libro Antisocial. Se trata de un extenso reportaje sobre la libertad de expresi¨®n en Internet y su aprovechamiento por la extrema derecha de Estados Unidos. No entra por lo mismo en la descripci¨®n de comportamientos similares, pr¨¢cticamente id¨¦nticos a los de los neonazis, de los grupos de antifas o de izquierda radical que utilizan igualmente las redes, los troles y los memes en sus propias batallas contra el sistema.
La casualidad quiso que yo culminara la lectura del volumen en cuesti¨®n el mismo d¨ªa que el rapero Has¨¦l ingresaba en la c¨¢rcel, y la v¨ªspera de un mediocre debate en el Parlamento espa?ol sobre la libertad de expresi¨®n entre el vicepresidente Iglesias y un diputado de Ciudadanos. Es esta cuesti¨®n tan acuciante que espero contribuir a la discusi¨®n en breve, aunque en tribuna diferente a la de Babelia. En el entretanto merece la pena detenerse en el libro de Marantz, pues arroja datos y perspectivas novedosas a la hora de entender el universo de Internet y c¨®mo se configura la opini¨®n p¨²blica en nuestras sociedades.
La obra es el fruto de una investigaci¨®n realizada durante m¨¢s de un a?o de los movimientos racistas, nacionalistas, supremacistas o abiertamente neonazis y antisemitas, que dinamizaron en gran medida las bases electorales de Trump en las elecciones de 2016. Gente muy parecida a la que alent¨® y llev¨® a cabo la invasi¨®n violenta del Capitolio el pasado D¨ªa de Reyes y que forman parte de lo que se llam¨® la derecha alternativa. El autor se?ala que esas actitudes no son de ahora. ¡°Make America Great Again¡±, eslogan estrella de la campa?a electoral trumpista, lo fue ya de la de Ronald Reagan; movimientos como el Tea Party, los Proud Boys o los llamados Deplorables ven¨ªan alimentando esas corrientes ultraderechistas, sirvi¨¦ndose demasiadas veces del respetable paraguas del Partido Republicano y contaminando as¨ª a toda la derecha.
En Espa?a, aunque con tintes menos dram¨¢ticos, algo similar sucedi¨® entre el Partido Popular y sus seguidores m¨¢s radicales, que acabaron por agruparse en Vox y denunciar a su antigua formaci¨®n como la ¡°derechita cobarde¡±. Las teor¨ªas conspiranoicas sobre Soros y los herederos de los Illuminati que alimentan las soflamas de la ultraderecha espa?ola son id¨¦nticas a las que se agitan por el neofascismo americano. Y ya contamos hasta con una joven l¨ªder de rasgos arios que aprovecha homenajes p¨²blicos a la Divisi¨®n Azul para instigar la persecuci¨®n de los jud¨ªos.
Marantz ofrece una gran cantidad de documentaci¨®n sobre estos h¨¢biles manipuladores de las redes sociales americanas, muchos de los cuales han sido entrevistados por ¨¦l. Seguidor de la escuela cl¨¢sica del reporterismo de su pa¨ªs, no se entretiene en establecer conclusiones, aunque algunas sean inevitables, y prefiere dar voz a los instigadores de esta revoluci¨®n ultramontana, describir su entorno familiar, participar en sus fiestas y acercarse a sus motivaciones.
Gran parte de los protagonistas parecen haber sido atra¨ªdos inicialmente hacia el extremismo a causa del aburrimiento que les inspiraba el relato establecido. Apoyar a Trump significaba tambi¨¦n una forma de combatir el tedio, aunque fuera a mordiscos. Como explica Mike Cernovich, abogado y bloguero, tuitero incansable, ¡°el conflicto es atenci¨®n, y atenci¨®n es influencia¡±, necesaria para cambiar las cosas.
Las declaraciones soeces, las plataformas que alojaban comunidades bajo ep¨ªgrafes como ¡°Odio a los gordos¡± o ¡°Gilipolleces que dicen los negros¡±, la propagaci¨®n de fake news y cosas por el estilo eran, siguen siendo, las herramientas con las que tratan de combatir lo que consideran el pensamiento grupal del periodismo pol¨ªtico. Parten de la base de que las redes sociales se montaron como una fiesta y hay alguien que la quiere joder. Pero en el trasfondo de la algarab¨ªa y el ruido que este libertarismo reaccionario produce descubrimos la preocupaci¨®n del americano medio descendiente de inmigrantes eu?ropeos, porque ya ¡°en 2013, por primera vez en la historia esta?do?unidense, la mayor¨ªa de los beb¨¦s del pa¨ªs no eran blancos¡±. Muchos consideran que esta es una amenaza a la integridad de la naci¨®n.
Para combatir el modelo cultural defendido por los medios de comunicaci¨®n tradicionales, embriagados de correcci¨®n pol¨ªtica, es preciso utilizar el potencial de las nuevas tecnolog¨ªas. La viralidad de las redes es un arma poderosa y la mejor forma de conseguirla es la provocaci¨®n. El odio no es m¨¢s que un instrumento para lograr el mayor n¨²mero de seguidores posibles. En nombre de la Primera Enmienda constitucional, que consagra la libertad de expresi¨®n, no se reclama ya la libertad de prensa, sino la libertad frente a la prensa, embaucadora de las masas sometidas al poder de un sistema corrupto y clientelista. Los adalides de esta revoluci¨®n son seguidores m¨¢s o menos conscientes del modelo hitleriano, al que a veces parodian en sus expresiones y gestos. Odiar acaba siendo una forma m¨¢s de divertirse y, de paso, de ganar dinero.
El libro es interesante aunque su digesti¨®n puede resultar pesada. No solo por lo ¨¢cido de sus ingredientes, sino tambi¨¦n por su traducci¨®n, no muy brillante, y su exceso de atenci¨®n a personajes y circunstancias no necesariamente reconocibles fuera de Estados Unidos. Menos a¨²n por parte de quienes no sean proveedores o consumidores voraces de las redes sociales. Construido con la arquitectura ca¨®tica que Internet demanda, del texto se desprenden interrogantes valiosas acerca del poder casi universal de las grandes tecnol¨®gicas. Describe tambi¨¦n curiosas contradicciones personales de muchos de los odiadores profesionales a los que su autor ha entrevistado. En definitiva, ayuda a entender que, al igual que en el arte, la provocaci¨®n forma parte de la pol¨ªtica de nuestros d¨ªas. Las v¨ªctimas de semejantes pr¨¢cticas se reducen as¨ª a la condici¨®n de da?os colaterales.
Antisocial. Andrew Marantz. Traducci¨®n de Luc¨ªa Barahona. Capit¨¢n Swing, 2021. 536 p¨¢ginas. 25 euros.