Enemigos de la Ilustraci¨®n
La Revoluci¨®n Francesa tuvo en Espa?a un eco siniestro: la represi¨®n de los progresistas. Antonio Elorza explica en su nuevo libro los or¨ªgenes de un liberalismo que se frustr¨®
Hace 50 a?os Antonio Elorza nos deslumbr¨® con una obra excepcional titulada La ideolog¨ªa liberal en la Ilustraci¨®n espa?ola, que descubr¨ªa un nuevo mundo, la existencia de un liberalismo temprano en el coraz¨®n mismo del absolutismo ilustrado. Ese extramuros liberal, que rechazaba por insuficiente el reformismo borb¨®nico y propon¨ªa soluciones ya claramente rupturistas respecto del Antiguo R¨¦gimen, se concretaba en la figura de algunos notables intelectuales: Le¨®n de Arroyal, Valent¨ªn de Foronda, Jos¨¦ Agust¨ªn Ib¨¢?ez...
Hace 50 a?os Antonio Elorza nos deslumbr¨® con una obra excepcional titulada La ideolog¨ªa liberal en la Ilustraci¨®n espa?ola, que descubr¨ªa un nuevo mundo, la existencia de un liberalismo temprano en el coraz¨®n mismo del absolutismo ilustrado. Ese extramuros liberal, que rechazaba por insuficiente el reformismo borb¨®nico y propon¨ªa soluciones ya claramente rupturistas respecto del Antiguo R¨¦gimen, se concretaba en la figura de algunos notables intelectuales: Le¨®n de Arroyal, Valent¨ªn de Foronda, Jos¨¦ Agust¨ªn Ib¨¢?ez de la Renter¨ªa, Luis Garc¨ªa del Ca?uelo, Francisco de Cabarr¨²s. Pues bien, ese contin¨²a siendo el n¨²cleo de la primera parte del nuevo libro que nos propone el historiador vasco, aunque ahora le a?ada nuevas piezas y nuevas reflexiones.
Sin embargo, la m¨¢xima novedad de la obra es su segunda parte. El primer libro alcanzaba la fecha simb¨®lica de 1789, aunque algunas de las obras (las Cartas de Cabarr¨²s, el Pan y toros de Arroyal) desbordaran esa d¨¦cada. Ahora el autor nos propone analizar las novedades que se introdujeron en este universo ideol¨®gico con el estallido y desarrollo de la Revoluci¨®n Francesa, llevando el an¨¢lisis hasta un nuevo rellano: 1808.
Son 20 a?os en que se suceden muchos acontecimientos que ampl¨ªan el utillaje intelectual y acent¨²an el car¨¢cter radical de las propuestas de aquellos liberales situados en las afueras del r¨¦gimen, aunque el autor se centre m¨¢s en la persecuci¨®n que van a sufrir tanto los ilustrados como los liberales, convertidos unos y otros en v¨ªctimas propiciatorias del clima pol¨ªtico instaurado desde el ¡°p¨¢nico de Floridablanca¡± de 1792. Con estos nuevos elementos, posiblemente la obra primitiva pierda en consistencia (pues aquella se articulaba como un silogismo, era una construcci¨®n acerada y sin fisuras), pero en cambio los lectores ganan en riqueza con la incorporaci¨®n de las investigaciones posteriores del autor y con la inclusi¨®n de la bibliograf¨ªa de los ¨²ltimos a?os.
Lleva raz¨®n Elorza en que no puede perdonarse la represi¨®n ejercida por el primer ministro contra personalidades tan cualificadas como Jovellanos, Mariano Luis de Urquijo o Juan Mel¨¦ndez Vald¨¦s
¡°El a?o 1789 marca una divisoria en la evoluci¨®n de la vida pol¨ªtica y cultural de Espa?a¡±, proclama Elorza el comienzo de la segunda parte. La Revoluci¨®n Francesa, en efecto, tuvo como consecuencia primera establecer ¡°un riguroso silencio¡± y despu¨¦s dejar el campo libre a los enemigos de la Ilustraci¨®n, aquellos identificados en el cl¨¢sico de Javier Herrero (Los or¨ªgenes del pensamiento reaccionario espa?ol, de 1973), que, como en el caso del fan¨¢tico fray Diego Jos¨¦ de C¨¢diz, camparon desde entonces por sus respetos en su cruzada contra las ideas progresistas. El autor es consciente de que la reacci¨®n ya hab¨ªa tenido algunos episodios anteriores cuando cita el proceso inquisitorial contra Pablo de Olavide, permitido y hasta propiciado por el propio Carlos III, seg¨²n la autorizada reconstrucci¨®n de Jos¨¦ Luis G¨®mez Urd¨¢?ez (cuyo ¨²ltimo libro, V¨ªctimas del absolutismo, Antonio Elorza ha tenido oportunidad de leer y rese?ar aunque no de incorporar a su obra), pero deja el debate entre la continuidad o la discontinuidad de la Ilustraci¨®n para el final.
La tercera parte se dedica al desarrollo del pensamiento pol¨ªtico de Francisco de Goya subyacente en su pintura. En un brillante ejercicio ensay¨ªstico, vemos c¨®mo la trayectoria del artista aragon¨¦s va desliz¨¢ndose desde su confianza en las Luces hasta un pesimismo cada vez mayor que le lleva a renegar de Fernando VII y a poner su confianza ¨²nicamente en la Constituci¨®n de 1812, hasta que se convence de la victoria de las tinieblas que invaden sus grabados y, m¨¢s a¨²n, de la liberaci¨®n de los monstruos que acechan en la Quinta del Sordo. A partir de ah¨ª solo queda el exilio.
M¨¢s interesante a¨²n es la controversia contenida en el ap¨¦ndice que se pone bajo la r¨²brica muy francesa del ¡°mayordomo de palacio y los reyes holgazanes¡± y que se completa con una nota sobre la cuesti¨®n de la muerte en extra?as circunstancias de la princesa de Asturias, Mar¨ªa Antonia de N¨¢poles, en 1806. Aqu¨ª, el autor se resiste a admitir que el Gobierno de Manuel de Godoy pudiera aducir en su favor una cierta continuidad de la Ilustraci¨®n, como defendieran Carlos Seco Serrano y otros autores, que no tienen m¨¢s que certificar el patrocinio de la expedici¨®n de Malaspina (1789-1794) o de la expedici¨®n filantr¨®pica de la Vacuna (1803-1806), la redacci¨®n del Informe sobre el Expediente de Ley Agraria por Jovellanos (1795) o la representaci¨®n de El s¨ª de las ni?as de Leandro Fern¨¢ndez de Morat¨ªn (1806), por citar solo algunos de los fulgores m¨¢s luminosos de estas Luces tard¨ªas. S¨ª le podemos conceder, en cambio, sin reticencias, la parte de responsabilidad de Godoy en el prolongado ¡°guadiana¡± de la Ilustraci¨®n pol¨ªtica.
Tambi¨¦n polemiza el autor con la versi¨®n de Godoy de Emilio La Parra. En ese sentido, lleva raz¨®n en que no puede perdonarse la represi¨®n ejercida por el primer ministro contra personalidades tan cualificadas como Jovellanos, Mariano Luis de Urquijo o Juan Mel¨¦ndez Vald¨¦s. M¨¢s vidrioso es el asunto de las estrechas relaciones de Godoy con la reina Mar¨ªa Luisa, que Emilio La Parra niega y que Antonio Elorza pone en cuesti¨®n, sin abogar por una relaci¨®n abiertamente sexual, pero admitiendo un profundo sentimiento amoroso que ir¨ªa m¨¢s all¨¢ de las funciones de mero fontanero de palacio encargado (como el se?or Lobo de Quentin Tarantino) de solucionar los problemas de la real pareja. En resumen, despu¨¦s de lo dicho, no cabe duda de que la lectura del libro de Antonio Elorza, con su revisi¨®n de los debates cl¨¢sicos, resulta altamente recomendable.
Ilustraci¨®n y liberalismo en Espa?a
Autor: Antonio Elorza.
Editorial: Tecnos, 2021.
Formato: 700 p¨¢ginas. 22 euros.
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