Juan Luis Arsuaga a Juan Jos¨¦ Mill¨¢s: ¡°Nos interesa la eterna juventud, no la inmortalidad. Y juventud significa vigor sexual¡±
Tras el ¨¦xito de su libro dedicado a la vida, el paleont¨®logo y el novelista publican esta semana ¡®La muerte explicada por un sapiens a un neandertal¡¯. ¡®Babelia¡¯ adelanta dos cap¨ªtulos en los que se habla de animales casi eternos, de comida picante, Borges y la Viagra
Hab¨ªamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del segundo plato de la cena cuando me pregunt¨® si me gustar¨ªa saber los a?os que me quedaban de vida.
¡ªDime t¨² primero cu¨¢nto vino nos queda ¡ªle dije, pues la cubitera en la que se enfriaba el blanco ca¨ªa de su lado.
El paleont¨®logo levant¨® la botella.
¡ªPoco ¡ªdijo¡ª. Habr¨¢ que pedir otra.
¡ªAdelante entonces ¡ªconced¨ª yo envalentonado por la ingesta alcoh¨®lica.
Discurr¨ªan los primeros d¨ªas de octubre, a¨²n c¨¢lidos. Nos encontr¨¢bamos en Sevilla, adonde hab¨ªamos acudido para promocionar nuestro libro anterior, ...
Carpe diem
Hab¨ªamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del segundo plato de la cena cuando me pregunt¨® si me gustar¨ªa saber los a?os que me quedaban de vida.
¡ªDime t¨² primero cu¨¢nto vino nos queda ¡ªle dije, pues la cubitera en la que se enfriaba el blanco ca¨ªa de su lado.
El paleont¨®logo levant¨® la botella.
¡ªPoco ¡ªdijo¡ª. Habr¨¢ que pedir otra.
¡ªAdelante entonces ¡ªconced¨ª yo envalentonado por la ingesta alcoh¨®lica.
Discurr¨ªan los primeros d¨ªas de octubre, a¨²n c¨¢lidos. Nos encontr¨¢bamos en Sevilla, adonde hab¨ªamos acudido para promocionar nuestro libro anterior, La vida contada por un sapiens a un neandertal, y la editorial nos hab¨ªa alojado en un hotel muy c¨¦ntrico desde cuya terraza, en la que ahora cen¨¢bamos, se apreciaban los vol¨²menes extraordinarios de la catedral y la Giralda, profusamente iluminadas. La brisa, un tanto h¨²meda, completaba con su arquitectura invisible el decorado.
El paleont¨®logo sac¨® el m¨®vil y busc¨® una aplicaci¨®n en la que, tras introducir cuatro o cinco datos de mi existencia, ley¨® que me quedaban doce a?os y tres meses de vida.
¡ªRedondeando ¡ªa?adi¨® con una sonrisa ir¨®nica.
¡ªRedondeando ¡ªrepet¨ª yo con expresi¨®n de c¨¢lculo¡ª. Dispongo, pues, del tiempo justo para escribir un par de novelas, adem¨¢s del libro que quiz¨¢ acabamos de empezar en este instante. Te agradezco mucho la informaci¨®n.
¡ªDe nada. Pueden ser unos a?os arriba o unos a?os abajo. Es la media para los varones espa?oles de tu edad.
¡ªEs posible entonces que ni siquiera terminemos este libro.
¡ªEs posible. Debemos darnos prisa ¡ªdijo ¨¦l mientras se llevaba a la boca una porci¨®n de carne blanca de la lubina que compart¨ªamos.
Sac¨® el m¨®vil y busc¨® una aplicaci¨®n en la que, tras introducir cuatro o cinco datos de mi existencia, ley¨® que me quedaban doce a?os y tres meses de vida.
Luego, tras quejarse de los excesos lum¨ªnicos perpetrados en los monumentos de la ciudad, atribuibles, seg¨²n ¨¦l, al horror vacui del temperamento espa?ol, a?adi¨®:
¡ªYa que tengo la aplicaci¨®n abierta, ?te gustar¨ªa saber tambi¨¦n de qu¨¦ vas a morir?
¡ªNo estoy seguro ¡ªdije¡ª, la lubina est¨¢ en su punto.
¡ªBueno ¡ªcontinu¨® sin hacer caso de mi duda¡ª, en primer lugar, est¨¢n los accidentes cardiovasculares; despu¨¦s, el c¨¢ncer. Las enfermedades cardiovasculares y los tumores est¨¢n muy igualados como causa de muerte hasta los setenta a?os, pero m¨¢s tarde las cardiovasculares se disparan.
¡ª?Y luego?
¡ªEn tercer lugar, las complicaciones respiratorias, agrupadas bajo el paraguas EPOC, acr¨®nimo que seguramente has o¨ªdo ya y que significa ¡°enfermedades pulmonares obstructivas cr¨®nicas¡±. Las dem¨¢s causas quedan lejos. En resumen, a tu edad uno se muere de viejo.
¡ªBueno ¡ªdije yo solicitando con un gesto que me rellenara la copa¡ª. Doce a?os y tres meses, bien aprovechados, pueden cundir.
¡ªHay una mala noticia para los que lleguen o lleguemos a los ochenta y cinco.
¡ª?Cu¨¢l?
¡ªLa mitad de ellos, o de nosotros, sufrir¨¢ alg¨²n tipo de demencia, o ya la est¨¢ sufriendo. Carpe diem, amigo.
¡ª?Desde cu¨¢ndo somos amigos?
¡ªEs un modo de hablar.
¡ªPor si acaso, que quede esto claro: no somos amigos. ?Te apetece un postre?
¡ªQuiz¨¢ algo de dulce acompa?ado de un vino oloroso. A ver qu¨¦ tienen.
Observ¨¦ los arbotantes de la catedral, los remates de la Giralda. Entre los dos monumentos sumaban diecis¨¦is o diecisiete siglos de existencia: una mota de polvo en el devenir del universo. Lo m¨ªo, en consecuencia, no llegaba ni a un parpadeo en la historia del mundo ni en la de los hombres y sus obras. Dentro de dos novelas, quiz¨¢ una si la muerte o la demencia as¨ª lo decidieran, ser¨ªa un kilo de cenizas en el interior de una urna de m¨¢rmol (doy por descontada la incineraci¨®n, aunque no la he dispuesto).
El paleont¨®logo debi¨® de interpretar mi gesto de nostalgia como una a?oranza de la eternidad y atac¨® el postre ¡ªun bizcocho plano y exquisito, de nombre ?mostach¨®n?¡ª con la expresi¨®n golosa de un cr¨ªo.
¡ªCuando volvamos a Madrid ¡ªsentenci¨® blandiendo la cucharilla en el aire¡ª te ense?ar¨¦ la eternidad, y creo que no te va a gustar.
Inmortales
Llevaba raz¨®n: no me gust¨®.
La eternidad se llamaba ¡°rata topo desnuda¡± y se trataba, en efecto, de una especie de rata delgada, de unos doce cent¨ªmetros, que viv¨ªa en galer¨ªas subterr¨¢neas y cuya carencia absoluta de pelo parec¨ªa el resultado de una quimioterapia agresiva, aunque supe enseguida que el animal era inmune al c¨¢ncer, adem¨¢s de a otras enfermedades. Su piel, muy delicada en apariencia, oscilaba entre el ros¨¢ceo de un h¨¢mster reci¨¦n nacido y el pardo oscuro de una bellota. Dispon¨ªa de dos incisivos desmedidos y m¨®viles, dos aut¨¦nticas palas que ocupaban la mitad de su cara y que le proporcionaban una expresi¨®n, si no de idiota consumada, s¨ª de p¨¢nfila.
Como decimos, se mov¨ªa en el interior de unas galer¨ªas subterr¨¢neas, semejantes por su configuraci¨®n a las de los hormigueros, y a cuya vista ten¨ªamos acceso gracias al corte longitudinal efectuado en la tierra y protegido por una plancha transparente (de metacrilato o de cristal, no s¨¦) que proporcionaba al h¨¢bitat el aspecto de un escaparate por el que los animales iban y ven¨ªan con los movimientos nerviosos de quien no halla su lugar en el mundo. Advert¨ª que ten¨ªan ojos, aunque los llevaban cerrados. Pregunt¨¦ si eran vestigiales porque me gusta mucho utilizar esa palabra, vestigial.
¡ªSon capaces de ver, pero como viven en la oscuridad se f¨ªan m¨¢s del tacto y del olfato ¡ªme respondi¨® Arsuaga.
Lo extraordinario es que nosotros, los visitantes, tambi¨¦n est¨¢bamos dentro de un t¨²nel angosto, l¨®brego y de suelo irregular, semejante a aquel que era objeto de nuestra curiosidad. Este t¨²nel se encuentra en la zona de un zool¨®gico de Madrid, Faunia, conocida como ¡®Misterios bajo tierra¡¯, dedicada al universo del subsuelo. Nuestro comportamiento desde el punto de vista de las ratas, si hubieran podido vernos, que quiz¨¢ s¨ª, no parec¨ªa muy distinto al de ellas, pues los ni?os corr¨ªan y tropezaban por la oscura galer¨ªa como los roedores por la suya.
¡ª?Y dices que este bicho es inmortal? ¡ªpregunt¨¦ a Arsuaga.
¡ªEs lo m¨¢s aproximado a la inmortalidad que te puedo mostrar. Un rat¨®n casero vive unos tres a?os. La rata topo desnuda vive en torno a treinta. Diez veces m¨¢s, lo que constituye una barbaridad para su tama?o.
¡ª?Hay relaci¨®n entre longevidad y tama?o?
¡ªClaro. Una mosca vive unos treinta d¨ªas y un elefante puede alcanzar los noventa a?os.
¡ª?De todos modos, no es inmortal! ¡ªexclam¨¦ decepcionado.
¡ªImag¨ªnate que a ti te garantizaran mil a?os de vida, unas diez veces m¨¢s que al resto de los de tu especie. ?No te considerar¨ªan un inmortal tus semejantes? ?No te sentir¨ªas t¨² mismo un poco inmortal?
¡ª?Hay relaci¨®n entre longevidad y tama?o?¡ªClaro. Una mosca vive unos 30 d¨ªas y un elefante puede alcanzar los 90 a?os.
Lo pens¨¦: mil a?os, qu¨¦ b¨¢rbaro, m¨¢s que Matusal¨¦n, un mito b¨ªblico. Pues s¨ª.
¡ª?Y en qu¨¦ estado llegar¨ªa yo a esa edad? ¡ªpregunt¨¦.
¡ªEsa es la cuesti¨®n. Este animal no envejece, no desarrolla c¨¢ncer ni ninguna otra enfermedad ¡ªrespondi¨® ¨¦l.
¡ª?Solo muere por accidente?
¡ªLo cierto es que, si le quitas todas las causas externas de muerte, podr¨ªamos casi casi decir que es, literalmente hablando, inmortal.
¡ªPero es fe¨ªsimo ¡ªapunt¨¦.
En esto apareci¨® en la galer¨ªa una rata m¨¢s alargada que las dem¨¢s, con una especie de joroba.
¡ª?Esa tiene escoliosis? ¡ªpregunt¨¦.
¡ªNo, no, esa es la reina ¡ªrio Agust¨ªn L¨®pez, el conservador general y director biol¨®gico del parque, que nos acompa?aba en la visita¡ª. La joroba es una deslomaci¨®n de las v¨¦rtebras, que se les ampl¨ªan y ensanchan, de forma que aumentan su cavidad abdominal y de ese modo pueden tener m¨¢s cr¨ªas.
¡ª?Y se reproducen con la frecuencia de un rat¨®n? ¡ªsegu¨ª indagando.
¡ªPueden tener tres camadas abundantes al a?o. La hembra dispone de doce pezones.
¡ªPues os tendr¨¦is que deshacer continuamente de las cr¨ªas ¡ªdeduje¡ª. ?O en cautividad se reprimen?
¡ªNo lo llames ¡°cautividad¡±, ll¨¢malo ¡°entorno controlado¡±.
Pens¨¦ en las residencias de ancianos, en las que nuestros mayores viven en cautividad, e imagin¨¦ que a su entrada colgara un cartel con ese eufemismo: ¡°Entorno controlado¡±, pero no dije nada. En su lugar pregunt¨¦:
¡ª?Y qu¨¦ ocurre en los entornos controlados?
¡ªQue se autolimitan a s¨ª mismas.
¡ª?C¨®mo?
¡ªComi¨¦ndose a parte de las cr¨ªas.
¡ªAhora viene lo mejor ¡ªintervino r¨¢pidamente Arsuaga, quiz¨¢ para amortiguar la mala impresi¨®n que empezaba a hacerme de las ratas topo desnudas¡ª: Son eusociales.
¡ª?Como las abejas? ¡ªme sorprend¨ª.
¡ªExacto. Los eusociales por excelencia son insectos como las abejas o las termitas. Est¨¢n divididos en castas, cada una de las cuales desarrolla una actividad. Hay una reina, hay obreras est¨¦riles y hay machos reproductores. La reina es la ¨²nica hembra que se reproduce.
¡ª?C¨®mo evita que lo hagan las dem¨¢s?
¡ªEstos animales ¡ªaclar¨® Agust¨ªn¡ª se revuelcan en sus excrementos y en su orina a fin de reconocerse en?tre s¨ª a trav¨¦s del olfato. Pues bien, resulta que la reina emite, con la orina, una hormona que inhibe la capacidad reproductora del resto de la colonia. Cuando muere la reina, hay una lucha por ver qui¨¦n ocupa su lugar.
De modo que nos hall¨¢bamos ante un mam¨ªfero con una organizaci¨®n social similar, si no id¨¦ntica, a la de las hormigas o las abejas, lo que resultaba extremadamente chocante. Pens¨¦ que la biolog¨ªa pertenec¨ªa al g¨¦nero literario del terror como la teolog¨ªa, seg¨²n Borges, pertenece al g¨¦nero fant¨¢stico. Por cierto, que al evocar a Borges me vino a la memoria su cuento El inmortal y record¨¦ aquella escena en la que su protagonista recorre un laberinto subterr¨¢neo, parecido al de las ratas desnudas, que conduce a la Ciudad de los Inmortales, donde descubre que la inmortalidad es una condena porque lo que da sentido a la vida es la muerte.
Dos ni?os que ven¨ªan corriendo desde el fondo del oscuro t¨²nel se detuvieron de repente para observar a dos ratas desnudas que caminaban en direcciones opuestas por la misma galer¨ªa, lo que oblig¨® a la de la derecha a comprimirse asombrosamente para pasar por encima de la de la izquierda.
¡ªLa de encima es la de mayor jerarqu¨ªa ¡ªinform¨® Agust¨ªn.
Los ni?os se miraron un segundo, sin decir nada, aunque con expresi¨®n de extra?eza (ver para creer, parec¨ªan decir), y siguieron corriendo por nuestro t¨²nel con la agilidad de las ratas por el suyo.
¡ªLo que est¨¢ ocurriendo ah¨ª dentro ¡ªdijo Arsuaga, que tambi¨¦n se hab¨ªa fijado en los cr¨ªos¡ª ocurre igual aqu¨ª fuera.
¡ªT¨²nel y metat¨²nel ¡ªa?ad¨ª yo pensando en esos relatos que se encuentran dentro de otros relatos id¨¦nticos a los primeros.
¡ª?C¨®mo dices? ¡ªpregunt¨® Arsuaga.
¡ªEl juego de las matrioskas rusas.
La idea me produjo un poco de claustrofobia y not¨¦ que, pese al fr¨ªo, un par de gotas de sudor, provocadas por la ansiedad, descend¨ªan por la nuca hacia el cuello de la camisa.
¡ªAqu¨ª ¡ªintervino Agust¨ªn entonces¡ª tenemos dos tipos de ratas desnudas. Estas proceden de Somalia. Las otras, de Sud¨¢frica, pero son muy parecidas. En su estado natural, una colonia de trescientos individuos puede ocupar el espacio de varios campos de f¨²tbol. Y disponen de distintas c¨¢maras para sus actividades: duermen en unas, almacenan el alimento en otras, reservan espacios para la basura... Como en los hormigueros.
¡ª?Y dec¨ªais que no desarrollan c¨¢ncer?
¡ª?Qu¨¦ va! ¡ªdijo Agust¨ªn¡ª. Ni infartos, ni colesterol. Hasta la fecha, nadie ha descubierto una causa interna de su muerte. Adem¨¢s, no envejecen. No tienen enfermedades, en fin, y resisten hipoxias de dieciocho minutos. Date cuenta de que en esas galer¨ªas escasea el ox¨ªgeno. Podr¨ªan vivir en una atm¨®sfera semejante a la del Himalaya sin ning¨²n problema.
¡ªYa ¡ªasent¨ª mientras intentaba calcular por el griter¨ªo de los ni?os que iban como topos de ac¨¢ para all¨¢ si nos encontr¨¢bamos m¨¢s cerca de la salida que de la entrada. ?Hacia d¨®nde deber¨ªa correr si la angustia aumentaba: hacia delante o hacia atr¨¢s?
¡ªY tampoco tienen noci¨®n del dolor ¡ªdijo en ese instante el paleont¨®logo.
¡ªEn efecto ¡ªcorrobor¨® Agust¨ªn¡ª, se aplastan, para adaptarse a las ranuras, hasta extremos incre¨ªbles y si les cortas una pata no sienten nada.
¡ªLas tienen muy cortas ¡ªapunt¨¦, no s¨¦ si para justificar esa ausencia de sufrimiento.
¡ªS¨ª ¡ªcoincidi¨® Agust¨ªn¡ª, han evolucionado para moverse con agilidad por los t¨²neles. Caminan hacia delante y hacia atr¨¢s con la misma facilidad. Eso les da mucha ventaja frente a los depredadores. Son una rareza biol¨®gica total.
¡ªUn mam¨ªfero hormiga ¡ªse me ocurri¨®.
¡ªNo olvides que los humanos del mundo feliz de Huxley son directamente hormigas ¡ªa?adi¨® Arsuaga.
¡ªDonde tienen mucha sensibilidad ¡ªapunt¨® Agust¨ªn¡ª es en esos dos incisivos exagerados, esas palas que pueden mover de manera independiente para excavar. Son verdaderas tuneladoras y detectan antes que nadie los primeros movimientos de un terremoto.
El cuento de terror no ten¨ªa fin.
Cuando otro gana lo que t¨² pierdes, ese es el altruismo verdadero. Si el otro te debe el favor, no es altruismo, es intercambio.
¡ªSalgamos ya ¡ªdije.
¡ªEspera ¡ªme detuvo Arsuaga¡ª. ?Qu¨¦ nombre le dar¨ªas t¨² a esa organizaci¨®n de la colonia en la que hay una clara divisi¨®n del trabajo? ?Altruismo, cooperaci¨®n, intercambio?
¡ªMe gustar¨ªa pensar que es una forma de altruismo ¡ªdije.
¡ªNo te pregunto qu¨¦ te gustar¨ªa pensar, sino qu¨¦ es. Podr¨ªa gustarte ser ov¨ªparo, pero eres mam¨ªfero con placenta. En biolog¨ªa las cosas son lo que son, a ver si lo pillas.
¡ªVale, pues yo dir¨ªa que es altruismo.
¡ªMira, de momento te voy a dar unas pinceladas que desarrollaremos otro d¨ªa. Estas ratas, por ejemplo, cuando duermen, se agrupan y apelotonan para reducir su superficie corporal y mantener la temperatura. Esa es una forma de cooperaci¨®n f¨¢cil de entender, porque se benefician todas y a la vez. Hay otro tipo de intercambio de favores que se da a lo largo del espacio-tiempo: te hago un favor, pero me lo debes. No nos hacemos el favor mutuamente y a la vez. Te lo digo porque hay actitudes que pueden pasar a primera vista por altruismo y que son otra cosa. Como ocurre en la teor¨ªa de los juegos, el altruismo se da cuando un individuo obtiene un beneficio id¨¦ntico al coste que le supone a otro: cuando ese otro gana lo que t¨² pierdes, ese es el altruismo verdadero. Si el otro te debe el favor, no es altruismo, es intercambio. ?Me sigues?
¡ªTe sigo, pero a ciegas, como por este t¨²nel, porque no s¨¦ ad¨®nde me llevas.
¡ªTen paciencia.
¡ªVale, pero ?podemos salir ya a la luz?
¡ªVamos un poco m¨¢s all¨¢, que te quiero ense?ar otra forma de eternidad, a ver si esta te gusta m¨¢s.
Aunque nuestros ojos se hab¨ªan acostumbrado a la penumbra reinante, camin¨¢bamos despacio, en silencio, un tanto sobrecogidos todav¨ªa por la rareza del espect¨¢culo biol¨®gico al que acab¨¢bamos de asistir. Nos cruzamos con un matrimonio joven que nos oblig¨® a pegarnos a la pared para dejarles sitio, pues el padre empujaba un carrito, que casi era m¨¢s ancho que el t¨²nel, en el que se agitaba un cr¨ªo de dos a?os. En el rostro sonrosado del ni?o destacaban, por su brillo, las palas de los incisivos, lo que le proporcionaba una apariencia de rat¨®n. Pens¨¦ que tanto los que nos hall¨¢bamos en el t¨²nel como los que se encontraban en el metat¨²nel est¨¢bamos hechos de carne y hueso. Todos est¨¢bamos hechos de ese extra?o material llamado carne afianzado sobre un bastidor de hueso.
Carne. La carne. El hueso. Comprend¨ª de s¨²bito a los vegetarianos.
Por fortuna, nosotros, los humanos, hab¨ªamos inventado, para compensar, la metaf¨ªsica.
Pasados unos metros, el paleont¨®logo y Agust¨ªn se detuvieron frente a otro de los peque?os escaparates que jalonaban nuestro recorrido. Me asom¨¦ y vi que se trataba de un tanque de agua en cuyo fondo, completamente quieto, reposaba un extra?o ser vivo con los ojos vueltos hacia la galer¨ªa, hacia nosotros. De unos doce o quince cent¨ªmetros de largo y de patas muy cortas, todo ¨¦l de un blanco lechoso y dotado de una especie de cola de renacuajo, daba la impresi¨®n de haberse quedado a medio hacer.
¡ªParece una larva ¡ªdije.
¡ªEs un ajolote ¡ªdijo Arsuaga.
?Por Dios, un ajolote, claro! Me vino a la memoria un cuento de terror de Cort¨¢zar en el que un tipo acude todos los d¨ªas al acuario para contemplar y ser contemplado por este anfibio cuya mirada le hipnotiza. Pasa las horas frente al acuario, tratando de entender lo que ocurre entre el animal y ¨¦l, y un d¨ªa, cuando se da la vuelta para abandonar las instalaciones, se ve salir desde los ojos del anfibio.
¡ªPero ?es o no es una larva? ¡ªpregunt¨¦.
¡ªEs una larva, pero lo incre¨ªble es que, sexualmente hablando, puede convertirse en adulto sin perder por eso su condici¨®n de larva.
¡ªComo un beb¨¦ ¡ªa?ad¨ª yo, intentando aclararme¡ª que fuera capaz de follar y de reproducirse sin de?jar de ser un lactante.
¡ªUn beb¨¦ follador, s¨ª ¡ªdijo el paleont¨®logo¡ª. ?Te lo imaginas? La eterna juventud, otra variante de la eternidad. Mejor que la de la eterna vejez, ?no? F¨ªjate en sus patitas, son las de un feto. Vive, aunque en peligro de extinci¨®n, en la cuenca de M¨¦xico, que en su d¨ªa era una laguna que se fue desecando, pero de la que quedan numerosos restos.
Observ¨¦ atentamente al ajolote, cuyos ojos, negr¨ªsimos, destacaban como dos puntas de alfiler en medio de aquella carne blancuzca, y sent¨ª un v¨¦rtigo semejante al del personaje de Cort¨¢zar. El bicho parec¨ªa aspirar mi identidad, absorberla. Contemplarlo era como asomarse al abismo. Daba miedo.
¡ªYa hemos visto bastante ¡ªdije apartando los ojos.
¡ªSi completase su desarrollo ¡ªa?adi¨® Arsuaga¡ª, se convertir¨ªa en una salamandra.
El animal permanec¨ªa est¨¢tico, observ¨¢ndonos. Su bocaza era una mala imitaci¨®n de una sonrisa.
¡ªY si le cortaras una pata ¡ªsigui¨® el paleont¨®logo¡ª, se le regenerar¨ªa, con esos deditos sin u?as. La regeneraci¨®n es otra forma de inmortalidad. ?Por qu¨¦ no se nos regenera a nosotros una pierna amputada? En cambio, nos hacemos una herida y se nos cura. Tenemos mecanismos de regeneraci¨®n, pero nada que ver con los de este animal.
¡ªBueno, el h¨ªgado tambi¨¦n se regenera a partir de un trozo ¡ªdije yo.
¡ªY los huesos: te partes un hueso y se suelda. Pero te cortas una oreja y la has perdido para siempre. Si a este animal le quitas las amenazas externas, es inmortal en su escala, pues llega a vivir m¨¢s de quince a?os, lo que en un anfibio es una barbaridad.
¡ªYa.
La regeneraci¨®n es otra forma de inmortalidad. ?Por qu¨¦ no se nos regenera a nosotros una pierna amputada?
¡ªQuiz¨¢ te interese saber que este animalito lo estudi¨® un bi¨®logo muy importante, Julian Huxley, hermano del novelista Aldous Huxley.
¡ªEl autor de Un mundo feliz.
¡ªEl mismo. Julian Huxley descubri¨® que inyect¨¢ndole al ajolote la hormona estimuladora de la tiroides produc¨ªa otra hormona, la tiroxina, con la que acababa el desarrollo y se convert¨ªa en salamandra.
¡ªTodo esto me lo creo porque sucede ¡ªdije¡ª, pero resulta completamente inveros¨ªmil.
¡ªJulian y Aldous ¡ªcontinu¨® Arsuaga¡ª son nietos, a su vez, del disc¨ªpulo m¨¢s combativo de Darwin: un bi¨®logo de la ¨¦poca apodado el Bulldog de Darwin por la ferocidad con la que defend¨ªa sus teor¨ªas. Cuando Darwin, debido a sus achaques, no pod¨ªa acudir a un debate, all¨ª iba encantado Thomas Henry Huxley.
¡ªLo del Bulldog de Darwin suena tremendo.
¡ªYo, en esta relaci¨®n nuestra, la tuya y la m¨ªa, me siento un poco as¨ª, como el bulldog de Darwin ¡ªse lament¨® el paleont¨®logo.
¡ª?Y qui¨¦n ser¨ªa yo?
¡ªMe recuerdas a Piotr Kropotkin, un anarquista ruso.
¡ªLo conozco. Adem¨¢s de anarquista, era naturalista y pr¨ªncipe, pero yo no soy anarquista ni naturalista ni pr¨ªncipe.
¡ªPero tienes veleidades kropotkinianas.
¡ª?Y eso?
¡ªHace un rato has llamado altruismo a algo que no lo era. En fin, dejemos este asunto. De momento, conf¨®rmate con estas pinceladas.
¡ªYo llamo mordiscos a esas pinceladas ¡ªconclu¨ª¡ª. Por algo eres el bulldog.
Ya en el coche, de vuelta a casa, Arsuaga me pidi¨® que sacara mi cuaderno y que tomara nota de lo que me iba a decir. Lo saqu¨¦ disciplinadamente. Dijo:
¡ªCuando se asciende desde el ¨¢tomo hacia arriba, la gente cree que todo termina en el individuo. Pero no. Sigue habiendo organizaci¨®n por encima del individuo: hay organizaci¨®n en el grupo. Y por encima del grupo est¨¢ el ecosistema, que es el medio en el que se relacionan los individuos y los grupos de diferentes especies. El ecosistema no cambia, siempre est¨¢ igual, cambia el individuo. Mi profesor de Ecolog¨ªa en la facultad dec¨ªa que donde hay mucha vida hay mucha muerte, pero yo pienso que en realidad no, que la muerte no existe porque el ecosistema permanece. La vida es inmortal. Los individuos se reemplazan, pero el sistema permanece. No hay muerte, hay renovaci¨®n. Los sistemas biol¨®gicos est¨¢n muy por encima del individuo.
¡ªMe viene a la memoria una entrevista que un periodista norteamericano le hizo a Dios en los a?os cuarenta del pasado siglo a trav¨¦s de una m¨¦dium.
¡ª?No me digas! ¡ªexclam¨® el paleont¨®logo con gesto ir¨®nico.
¡ªYo tampoco creo en Dios, pero lo cierto es que cuando el periodista le pregunt¨® por el porqu¨¦ de la muerte, recibi¨® una respuesta digna de un ser superior.
¡ª?Qu¨¦ le dijo?
¡ªQue ellos, pues Dios hablaba de s¨ª mismo en plural, como si fueran muchos, al crear la vida, no hab¨ªan pensado jam¨¢s en la muerte; que la muerte era un invento de los hombres. Lo que vosotros llam¨¢is muerte, a?adi¨®, son desplazamientos en el interior de la vida. ¡°Desplazamientos en el interior de la vida¡±, no te lo pierdas.
¡ªEs muy bueno, pero volviendo al tema de la eternidad, que es lo que nos ha tra¨ªdo aqu¨ª un domingo por la ma?ana en el que deber¨ªamos estar haciendo la paella para la familia, a m¨ª me aterroriza la idea de que con los avances de la medicina podamos ser eternamente viejos: eso es un castigo horrible. No me importar¨ªa, en cambio, ser eternamente joven. De modo que cuando te ofrezcan la vida eterna, inter¨¦sate por las condiciones. ?Qu¨¦ crees que buscaba Ponce de Le¨®n en la Florida?
¡ªLa inmortalidad.
¡ªNada de eso. Buscaba la fuente de la eterna juventud, que no tiene nada que ver. A m¨ª tambi¨¦n me interesa la eterna juventud.
El paleont¨®logo entr¨® en una rotonda un poco r¨¢pido y tuvo que dar un frenazo para evitar un coche que ven¨ªa por la izquierda. Le mir¨¦ con expresi¨®n de censura y sonri¨® como un muchacho. Luego, continuando la marcha, dijo:
¡ªEsto que te voy a decir ahora no lo pongas. Cierra el cuaderno.
Cerr¨¦ el cuaderno, pero abr¨ª la caja de la memoria.
¡ªDime.
¡ªA los hombres no nos preocupa la juventud gran cosa. Yo me encuentro bien, me veo a m¨ª mismo y me siento de puta madre, no necesito verme joven ni bello. El problema de la belleza no me preocupa demasiado. Lo que me preocupa es que no se me levante. Afortunadamente, los hombres hemos dado con una forma de eterna juventud. Se llama Viagra.
¡ª?Por qu¨¦ te preocupa que no se te levante?
¡ªNo s¨¦, anal¨ªzate a ti mismo.
¡ªLa disminuci¨®n de la libido ¡ªreflexion¨¦¡ª proporciona tranquilidad tambi¨¦n. Rebaja la ansiedad. Bu?uel dec¨ªa en sus memorias que una de las mejores cosas de la vejez era la ca¨ªda de ese apetito.
¡ª?Mentira, mentira! Mira, te voy a dar un consejo, Mill¨¢s, y es el ¨²nico que te voy a dar: no te creas todo lo que te cuentan.
¡ªPues yo estoy de acuerdo con Bu?uel.
¡ªSi lo dices, te creo, pero no estamos particularizando. Hablamos de la especie humana en general, y cuando la gente habla de juventud se refiere al vigor sexual.
¡ª?No te resulta curioso que aquello que menos controlamos, que es el sexo, sea tambi¨¦n aquello en lo que depositamos en gran medida nuestra identidad? ¡ªpregunt¨¦¡ª. El follador es un tipo muy orgulloso de s¨ª mismo y ni siquiera sabe para qui¨¦n folla. A ver, ?qu¨¦ pierde una persona que pierde el deseo sexual?
¡ªMucho, seg¨²n la teor¨ªa del gen ego¨ªsta.
¡ªYo nunca he follado pensando en mis genes.
¡ªTe lo resumo, porque no s¨¦ si me has entendido: hay muchos conceptos asociados a ese concepto intuitivo que llamamos envejecimiento y que no sabemos exactamente lo que es, pero que se expresa en cuestiones f¨ªsicas tales como la ca¨ªda del pelo o la disminuci¨®n de la energ¨ªa f¨ªsica. Pero por lo general ese proceso de progresiva degradaci¨®n, de p¨¦rdida de facultades que conduce a la muerte est¨¢ directamente relacionado con la capacidad procreadora. Un viejo, en t¨¦rminos biol¨®gicos, es una persona no f¨¦rtil o que tiene muy reducida su capacidad procreadora. As¨ª de simple. Y creo que nos hemos perdido.
Me aterroriza la idea de que con los avances de la medicina podamos ser eternamente viejos: eso es un castigo horrible
En efecto, nos hab¨ªamos perdido por no hacer caso al navegador.
¡ªHoy no comes a tu hora ¡ªdijo Arsuaga.
¡ªMal asunto, porque me encanta comer.
¡ª?M¨¢s que follar?
¡ªVamos a ver ¡ªrespond¨ª¡ª, yo no tengo el deseo sexual de los cuarenta a?os, lo que te juro que es un alivio. Si se me apareciera el genio de la l¨¢mpara y me diera a elegir entre recuperar el vigor sexual de los cuarenta a?os o ser capaz de comer y beber lo que me diera la gana sin ardores de est¨®mago, elegir¨ªa lo segundo. Sin ninguna duda.
¡ªEs que va todo en el mismo paquete, Mill¨¢s. ?Y qu¨¦ paquete prefieres, el de los cuarenta a?os o el de los setenta y cinco?
¡ªPero t¨² estabas enfatizando el sexo.
¡ªRecuerda que follando se conoce gente.
¡ªY masturb¨¢ndote te conoces a ti mismo. Nosce te ipsum.
¡ª?Y le habr¨ªas pedido al genio de la l¨¢mpara a los cuarenta a?os lo mismo que le pedir¨ªas ahora?
¡ªA los cuarenta no ten¨ªa experiencia de la vejez. Ahora la tengo. Y con esa experiencia le digo al genio de la l¨¢mpara: d¨¦jeme usted sexualmente como estoy, pero perm¨ªtame cenar un plato mexicano, muy picante, acompa?ado de tequila y sangrita, sin pagar el precio de una mala noche.
¡ªA m¨ª me gusta m¨¢s ser catedr¨¢tico que becario ¡ªcontest¨® Arsuaga¡ª. Fui en su d¨ªa un puto becario y s¨¦ de lo que hablo. Con todo y con eso, renunciar¨ªa a la c¨¢tedra a cambio de tener treinta a?os menos.
¡ªPues yo no querr¨ªa tener treinta a?os menos, ?para qu¨¦?
¡ªLo dices por discutir. Te gusta m¨¢s discutir que aprender.
Antes de que me diera tiempo a responder, el paleont¨®logo fren¨® el coche y me dijo que me bajara. Cre¨ª que se hab¨ªa enfadado, pero es que est¨¢bamos en la puerta de mi casa.
¡ªAdi¨®s, Kropotkin ¡ªdijo.
¡ªAdi¨®s, bulldog de Darwin ¡ªdije yo.
Ese mismo domingo, por la tarde, rele¨ª el cuento de Borges sobre la inmortalidad y recuper¨¦ esta frase: ¡°Ser inmortal es balad¨ª; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse inmortal¡±.
La muerte contada por un sapiens a un neandertal. Juan Jos¨¦ Mill¨¢s y Juan Luis Arsuaga. Alfaguara, 2022. 312 p¨¢gina. 18,90 euros. Se publica el 24 de febrero.
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