Y la m¨²sica cre¨® a Cuba
¡®La m¨²sica en Cuba¡¯, de Alejo Carpentier, publicado originalmente en 1946, es un libro que trata de una isla parecida al para¨ªso y de c¨®mo fue poblada por las melod¨ªas. ¡®Babelia¡¯ adelanta el pr¨®logo de Iv¨¢n de la Nuez a la reciente edici¨®n de Libros del Kultrum
Este libro trata de una isla parecida al para¨ªso y de c¨®mo fue poblada por la m¨²sica. Esta historia empieza en un archipi¨¦lago de recolectores, cazadores y pescadores, sin m¨²sica ni gobierno, entregados a la fuma del tabaco y la sensualidad colectiva.
Primera historia de la m¨²sica en Cuba, recorre desde el siglo XVI hasta el momento en que esa m¨²sica triunfa en el mundo de la mano de El Manisero de Mois¨¦s Simon, por una parte, y de la orquesta de ...
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Este libro trata de una isla parecida al para¨ªso y de c¨®mo fue poblada por la m¨²sica. Esta historia empieza en un archipi¨¦lago de recolectores, cazadores y pescadores, sin m¨²sica ni gobierno, entregados a la fuma del tabaco y la sensualidad colectiva.
Primera historia de la m¨²sica en Cuba, recorre desde el siglo XVI hasta el momento en que esa m¨²sica triunfa en el mundo de la mano de El Manisero de Mois¨¦s Simon, por una parte, y de la orquesta de Xavier Cugat, por la otra.
Por el camino, la recuperaci¨®n de Esteban Salas (cuyo arte hab¨ªa quedado sumido ¡°en la m¨¢s absoluta obscuridad¡± hasta este libro). O la m¨²sica de salones y teatros del siglo XVII. O el tr¨¢fico musical entre La Habana, Sevilla, Veracruz, Puerto Rico y Venezuela. O las disputas musicales que van conformando la naci¨®n cubana. O los primeros compases de las contradanzas y el cuchumb¨¦, zarabandas y habaneras, bufos y cl¨¢sicos, la influencia de ?frica y el patrimonio heredado de Espa?a. O el entramado sinuoso de la industria musical...
Carpentier deja constancia de su admiraciones ¡ªSaumell, Ignacio Cervantes, Amadeo Rold¨¢n, Garc¨ªa Caturla¡ª, incorpora el t¨¦rmino ¡°afrocubanismo¡± y remata su libro elogiando la m¨²sica de vanguardia en la isla, protagonizada por las obras de Juli¨¢n Orb¨®n, Harold Gramatges, Gisela Fern¨¢ndez o el Grupo Renovaci¨®n. Pero tambi¨¦n hay lugar para sus fobias, como es el caso de Perucho Figueredo, autor del himno nacional, al que considera un fen¨®meno sociol¨®gico o iconogr¨¢fico m¨¢s que musicol¨®gico. Tampoco perdona la deriva musical de Ernesto Lecuona ni se corta a la hora de atizar a Cugat, que le parece algo as¨ª como un usurpador poco serio.
A diferencia de Jos¨¦ Lezama Lima, que considera como primer texto po¨¦tico de Cuba al Diario de Navegaci¨®n, de Crist¨®bal Col¨®n, quien ni es poeta ni cubano, Carpentier no tiene esa relaci¨®n m¨ªstica con la inmanencia del espacio insular. Si para Lezama, lo que ocurre en la isla es ya cubano (m¨¢s all¨¢ de que la nacionalidad no est¨¦ constituida del todo), para Carpentier lo que demuestra la m¨²sica es, precisamente, la necesidad de un tiempo formador si se quiere hablar con propiedad de una cultura nacional.
Por eso, su libro se puede leer como la historia de un puente que va desde la m¨²sica en Cuba hasta la m¨²sica de Cuba.
Semejante distinci¨®n va mas all¨¢ de un juego de preposiciones y, en buena medida, refleja su propia y complicada biograf¨ªa; la acrobacia identitaria que lo acompa?¨® toda su vida desde su nacimiento en 1904, en Lausana y no en La Habana, hasta su muerte en Par¨ªs y su funeral con honores de Estado en la Cuba comunista de 1980. (Y con guardia incluida del mismo Fidel Castro).
El libro aborda c¨®mo se va componiendo el sonido cubano hasta alcanzar esa pl¨¦yade de g¨¦neros que har¨¢ de ese pa¨ªs, en t¨¦rminos musicales, acaso uno de los m¨¢s poderosos del planeta
Roberto Gonz¨¢lez Echevarr¨ªa ha escrutado como nadie esa ¡°doble vida¡± en su libro The Pilgrim at Home, aparecido en 1977 y traducido m¨¢s tarde al espa?ol como El peregrino en su patria. Esa dualidad entre el revolucionario y el intelectual refinado, el hombre de negocios y el escritor, el cubano y el franc¨¦s, el comunista y el surrealista, el anfitri¨®n de sal¨®n y el representante de la dictadura del proletariado. Todo ello bajo el muy cuidado reino de su mundo, que cre¨® a partir de una biograf¨ªa hecha a su medida. A fin de cuentas, casi todo lo que sabemos sobre Carpentier lo escribi¨® ¨¦l mismo.
Volviendo a La m¨²sica en Cuba, Gonz¨¢lez Echevarr¨ªa cuenta que le llev¨® a Carpentier la nueva edici¨®n de 1972 (Fondo de Cultura Econ¨®mica) a Par¨ªs, donde este se desempe?aba, a la saz¨®n, como diplom¨¢tico del gobierno cubano.
Un detalle interesante es que la primera impresi¨®n de La m¨²sica en Cuba, fechada en 1946, aparecida tambi¨¦n en ese sello y escrita por encargo de Daniel Coss¨ªo Villegas, se public¨® en la colecci¨®n Tierra Firme, mientras que la segunda impresi¨®n pertenece a la Colecci¨®n Popular. Una prueba de la importancia que se le daba a la cultura popular y de cu¨¢nto ha disminuido esa percepci¨®n medio siglo despu¨¦s. De hecho, puede decirse que este libro arrastra esa ¡°oralidad mediatizada¡± identificada por Anke Birken y que se debe a su experiencia anterior en la radio, medio en el que Carpentier trabaj¨® por muchos a?os y del que era un defensor ac¨¦rrimo.
La m¨²sica en Cuba es, por otra parte, el primer ensayo publicado, en forma de libro, por Alejo Carpentier. Y su segundo libro en general, posterior a esa primera novela de la que reneg¨® largo tiempo: Ecu¨¦-Yamba-?, ¡°la suerte est¨¢ echada¡± en lengua abaku¨¢, publicada en 1933.
Estamos, entonces, ante una obra de tr¨¢nsito entre el Carpentier ensayista y el novelista que, despu¨¦s de La m¨²sica en Cuba, publicar¨¢ tres novelas tan extraordinarias como El reino de este mundo, Los pasos perdidos o El acoso, por solo mencionar las aparecidas antes de la Revoluci¨®n cubana de 1959.
Este es un ensayo sobre c¨®mo la m¨²sica conquista un territorio todav¨ªa insonoro y lo llena de notas. Y de c¨®mo se va componiendo el sonido cubano hasta alcanzar esa pl¨¦yade de g¨¦neros que har¨¢ de ese pa¨ªs, en t¨¦rminos musicales, acaso uno de los m¨¢s poderosos del planeta.
Este es un libro en el que se explica la colonizaci¨®n con la espada y con la cruz, pero tambi¨¦n con la batuta. Con las escrituras y con las partituras.
En Ruido insurgente, Michael Denning percibe dos niveles en los ensayos sobre m¨²sica. Uno gen¨¦rico y otro general. El primero atender¨ªa a la m¨²sica en s¨ª y a su lugar en la evoluci¨®n de las especies por su conexi¨®n con el lenguaje, el cerebro o el sonido. El segundo estar¨ªa enfocado en las panor¨¢micas generales (rough guides les llama), que se expandir¨ªan a todo un sistema que comprende el mercado musical o las microhistorias de g¨¦neros y artistas concretos. La m¨²sica en Cuba -un texto pionero para los estudios cubanos y para el ensayo musical per se-, combina esas dos variantes y las desborda. Entre otras cosas, porque se trata de un texto h¨ªbrido que enriquece la escritura y la m¨²sica a partes iguales.
Alejo Carpentier le concede importancia a la b¨²squeda de una partitura perdida, pero tambi¨¦n a lo que significa el sonido en la configuraci¨®n de un orden nacional. Atiende las historias particulares de m¨²sicos como Esteban Salas o Garc¨ªa Caturla o Ignacio Cervantes, pero tambi¨¦n al fen¨®meno social y hasta pol¨ªtico que emana de un concierto. Descubre los sones que prefiguraron el son tal como hoy lo conocemos y a la vez se interna en las disputas sobre la m¨²sica de concierto. Le importa el archivo, pero no ignora la jerarqu¨ªa que tiene el sal¨®n donde se baila. Rebusca en la historia de los instrumentos con la misma pasi¨®n que investiga la sociolog¨ªa de las audiencias. Ama las partituras, pero le fascina la improvisaci¨®n. El legado europeo y el africano, la herencia intelectual y la natural. Le seduce la trascendencia geogr¨¢fica de la m¨²sica cubana y le amarga la deriva colonialista de su banalizaci¨®n indolente.
En la estela de Fernando Ortiz ¡ªel gran sabio que crea el concepto transculturaci¨®n en el Contrapunteo cubano del tabaco y el az¨²car, libro aparecido seis a?os antes que La m¨²sica en Cuba¡ª, Carpentier hace suya la cr¨ªtica anticolonial que establece su obra. Y aplica a la m¨²sica la reprobaci¨®n de Ortiz a los intereses econ¨®micos que los mercaderes ¡°habr¨ªan de torcer y trenzar durante siglos¡±, como hilos de la historia y ¡°como sostenes y ataduras del pueblo¡±.
De ah¨ª su validaci¨®n de las Antillas como lugares llamados a deglutir la cultura de Occidente, mientras este las est¨¢ colonizando. Es, en esa cuerda, que las define como un ¡°espacio musical profanopopular¡± de resistencia al vasallaje.
Cuando aparece La m¨²sica en Cuba todav¨ªa no se han publicado ensayos musicales del calado de Mystery Train (Greil Marcus), Bossa Nova (Ruy Castro), Women Composers: The Lost Tradition Found (Diane Peacock Jezic), El ritmo perdido (Santiago Auser¨®n), Wagnerismo (Alex Ross), Women Making Music: The Western Art Tradition, 1150-1950 (Judith Tick) el ya citado Ruido insurgente (Denning). Pero Carpentier, de muchas maneras, se adelanta a estos libros en su compleja percepci¨®n del sistema musical como una pieza cardinal de la industria capitalista moderna. Y, a diferencia de esos ensayos que nos hablan de c¨®mo el territorio funda una m¨²sica, el suyo nos habla de c¨®mo la m¨²sica funda un territorio. (Soy algo lapidario aqu¨ª, pero no tanto).
Valga recordar que las islas poseen, quiz¨¢ de una manera m¨¢s acusada que otros espacios, una intensa atm¨®sfera ac¨²stica. En su libro En el mismo barco, Peter Sloterdijk recoge una definici¨®n del compositor canadiense R. Murray Schafer que habla del soundscape, paisaje sonoro caracter¨ªstico de un grupo psicosocial concreto. Una ¡°sonoesfera que atrae a los suyos hacia el interior de un globo terr¨¢queo psicoac¨²stico¡±.
Aunque aqu¨ª tambi¨¦n caben otros grandes sonidos, como las lenguas maternas, el caso de la imantaci¨®n ejercida por la m¨²sica cubana tiene sus singularidades. Porque esa m¨²sica no atrae tan s¨®lo a los suyos, sino tambi¨¦n a los otros, hasta hacerlos caer en sus propias trampas y navegar por sus propias aguas. Esas eran, seg¨²n Blanchot, las intenciones de las sirenas de Homero con Ulises o la seducci¨®n de la ballena de Melville sobre Ahab.
La lista de esas atracciones for¨¢neas es larga, y compone en s¨ª misma una historia de la apropiaci¨®n cultural ejercida desde el aqu¨ª muy criticado Xavier Cugat hasta Ry Cooder, pasando por George Gershwin, Dizzie Gillespie, Nat King Cole, David Byrne o Marc Ribot con sus cubanos postizos. (Hablando de las pol¨¦micas musicales a principios del siglo XIX, ya Carpentier nos habla del alem¨¢n Juan Nepomuceno Goetz como un m¨²sico que llega a Cuba para sustituir a un catal¨¢n ¡°que se las da de cubano¡±).
La m¨²sica en Cuba es, adem¨¢s, una arqueolog¨ªa de los escasos estudios que hasta entonces exist¨ªan en la isla, un arduo trabajo de recuperaci¨®n de partituras, am¨¦n de una cr¨ªtica a la precaria conservaci¨®n de los archivos musicales en el tercer mundo, un estado de la cuesti¨®n en materia de los debates antillanos sobre sobre su propia identidad musical y, a ratos, una compilaci¨®n de letras y m¨²sicas divertidas que nos hablan de su vasto conocimiento de la cultura popular.
Cuando Carpentier publica este libro, faltan a¨²n trece a?os para el triunfo guerrillero de 1959 y para que su autor se convierta en uno de los intelectuales org¨¢nicos de la Revoluci¨®n, ostentando altos cargos pol¨ªticos -director de la Editora Nacional, vicepresidente del Consejo Nacional de Cultura- o diplom¨¢ticos. Tampoco es todav¨ªa el novelista fundador de lo real maravilloso, ni el narrador de las grandes alegor¨ªas de la revoluci¨®n en el Caribe o de los dictadores latinoamericanos, ni el hombre fascinado por Hait¨ª o el r¨ªo Orinoco. All¨ª transcurre una de sus grandes novelas, Los pasos perdidos (1953), en la que el experto de un museo occidental viaja a una comunidad ind¨ªgena para traerse sus instrumentos musicales a Europa. Esta obra, por cierto, permite m¨¢s de un parang¨®n con el Fitzcarraldo posterior de Werner Herzog. La m¨²sica est¨¢ presente, asimismo, en El acoso, una novela experimental de 1956 cuya trama dura lo mismo que la Sinfon¨ªa Heroica de Beethoven. O en Concierto Barroco (1974) y La consagraci¨®n de la primavera (1978).
Pero antes y despu¨¦s ¡ªen el ensayo y la novela¡ª, puede decirse que Carpentier siempre se ocup¨® de la m¨²sica. Bien en cr¨®nicas y art¨ªculos sueltos (publicados, por ejemplo, en la revista Carteles), bien en libros como Los temas de la lira y el bong¨® (compilado por Radam¨¦s Giro).
Sobre esa relaci¨®n destacan, en Espa?a, Alejo Carpentier y la m¨²sica, de Blas Matamoro, o M¨²sica y escritura en Alejo Carpentier, donde Gabriel Mar¨ªa Rubio Navarro describe su literatura como una ¡°po¨¦tica del sonido¡± que no solo habla sobre m¨²sica, sino que est¨¢ regida por la estructura musical como un mecanismo interno de su escritura. Otros autores y autoras han buscado las aristas de su obra m¨²ltiple: Alain Absire, Graziella Pogolotti, Jean-Louis Coatrieux, Anke Birken, Daniel-Henri Pageaux, Sandra Pein, Timothy J. Cox, Juliane Ziegler, Oxana Guskova, Pierre Dombrowski, Nicolai B¨¹hnemann, Araceli Garc¨ªa Carranza, Leonardo Padura, Wilfredo Cancio Isla, Rogelio Rodr¨ªguez Coronel, Luisa Campuzano, Rita de Maeseneer o Ana Cairo.
La m¨²sica en Cuba ofrece claves de lo que despu¨¦s ser¨¢ el sistema Carpentier, con esa literatura total que abarca el cine, la arquitectura, el ballet o la ?pera. Aqu¨ª queda a la vista, por otra parte, que pese a tenerse como un paradigma de intelectual erudito y culterano, fue un persistente defensor de eliminar la frontera entre alta cultura y cultura popular.
Carpentier, obviamente, no conoci¨® Spotify o Youtube, pero probablemente se sentir¨ªa reconfortado si supiera que algunas de las piezas comentadas en este libro pueden escucharse hoy en esas plataformas.
Cuando muere en Par¨ªs un 23 de abril de 1980, estaba finalizando una novela sobre Paul Lafargue. El poeta represaliado Heberto Padilla ¡ªentonces desahuciado en Cuba despu¨¦s de haberse convertido en ¡°el hombre del caso¡±¡ª lo recuerda, viejo y cansado, atravesando la barrera de su totemismo oficial para darle ¨¢nimos en privado. Por esos tiempos, apadrina a un joven genio del piano como Jorge Luis Prats, que acaba de ganar el primer premio del concurso Long-Thibaud-Crespin en Francia y al que dedica una pieza cr¨ªtica propia de sus mejores d¨ªas. En esos a?os finales, llega a reconocer su admiraci¨®n por Pink Floyd o por el baile de John Travolta.
Aquella novela sobre Lafargue no alcanz¨® a terminarla, pero s¨ª supo de su ¨²ltimo libro antes de morir, cuya edici¨®n espa?ola corri¨® a cargo de Eduardo Rinc¨®n, que tambi¨¦n escribi¨® el pr¨®logo. ?Su t¨ªtulo? Ese m¨²sico que llevo dentro.
Cierre nada casual para un ciclo, vital e intelectual, que empieza y acaba con m¨²sica.
Dejemos aqu¨ª, pues, esta introducci¨®n. La m¨²sica en Cuba nos llama.
¡®La m¨²sica en Cuba¡¯, de Alejo Carpentier. Pr¨®logo de Iv¨¢n de la Nuez. Libros del Kultrum, 2022. 336 p¨¢ginas. 21 euros.
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