¡®Andrea contra el mundo¡¯, el pr¨®logo de Elvira Lindo a ¡®Nada¡¯, de Carmen Laforet
¡®Babelia¡¯ adelanta el prefacio a la nueva edici¨®n de un cl¨¢sico de la literatura espa?ola del siglo XX, que regresa a las librer¨ªas este 18 de mayo
Hay novelas que nos acompa?an toda la vida y que en cada una de las etapas que atravesamos parecen a?adir a nuestra percepci¨®n primera una nueva cualidad. As¨ª ocurre con Nada, este libro que hoy tengo entre unas manos, las m¨ªas, que una vez fueran las de una adolescente de diecis¨¦is a?os deseosa de encontrar a sus iguales en la literatura. La chica de instituto que fui se sinti¨® inmersa en la peripecia de esa muchacha peculiar y atractiva que llega a Barcelona el primer oto?o despu¨¦s de la guerra civil. El hambre, la penuria econ¨®mica, el fr¨ªo, la sombra de la guerra eran aspectos menos presentes para mis ojos de entonces que la poderosa sensaci¨®n de estar unida a esa chica, Andrea, en su soledad frente al mundo hostil, en la b¨²squeda de amparo en momentos en que las emociones son tan fuertes que casi ni se saben expresar ni se pueden compartir. Esa era mi Andrea de entonces, con la que compart¨ªa edad y que me serv¨ªa como exacta definici¨®n de m¨ª misa: una chica rara, de una feminidad no ortodoxa, sensible a la literatura, confusa ante las pulsiones amorosas, deseosa de encontrar almas gemelas que le hicieran m¨¢s comprensible la naturaleza de adultos amenazantes. El contexto, por tanto, quedaba en mi lectura sepultado por la vida interior de una protagonista con la que me sent¨ªa ¨ªntimamente identificada. Eso ha sido as¨ª entonces y siempre para quien lee en un per¨ªodo de formaci¨®n: los adolescentes tratan de encontrar su yo en cada historia que leen. No hay aventura literaria a la que una se preste en esos a?os si no se encuentra el est¨ªmulo de la identificaci¨®n.
M¨¢s all¨¢ de aquella primera lectura, los a?os me han hecho renovar, no una sino varias veces, mi pasi¨®n por esta novela y por la mujer de veintitr¨¦s a?os que la hab¨ªa escrito. La historia de la publicaci¨®n de Nada es en s¨ª misma tan infrecuente en un pa¨ªs como el nuestro que no es posible obviarla por mucho que sea un cap¨ªtulo tantas veces narrado en pr¨®logos y ensayos que dan cuenta de la trastienda de nuestra literatura. La joven Laforet escribi¨® el libro en Madrid, tras la experiencia de dos a?os universitarios en Barcelona. Se lo ense?¨® al ¨²nico amigo al que pod¨ªa confiar sus escritos, el periodista y editor Manuel Cerezales, que un tiempo m¨¢s tarde se convertir¨ªa en su esposo y padre de sus hijos. A Cerezales le gust¨® y la anim¨® a presentarse a un premio que se acababa de convocar por primera vez: el Nadal, impulsado por la revista Destino. Sus convocantes crearon el galard¨®n con la pretensi¨®n de renovar el esquilmado panorama literario espa?ol tras la guerra, y contribuir a la existencia de nuevas voces que reconstruyeran una suerte de universo cultural en el ambiente asfixiante que trajo consigo la victoria de Franco. El anuncio del premio provoc¨® entusiasmo entre los literatos y se extendi¨® el rumor de que el galard¨®n ir¨ªa a parar a las manos del periodista C¨¦sar Gonz¨¢lez Ruano. As¨ª hubiera sido de no ser porque a ¨²ltima hora el jurado recibi¨® una novela que, seg¨²n se narra en la intrahistoria del premio, fue le¨ªda casi de un tir¨®n la noche antes del fallo. Nada se sab¨ªa de qui¨¦n pod¨ªa haber escrito este libro con ecos de las hermanas Bront? y, en cierto sentido, de la Rebeca de Daphne du Maurier. El punto de vista correspond¨ªa a la voz inequ¨ªvoca de una mujer joven, muy joven, que retrataba su paso por una Barcelona a¨²n en ruinas tras la guerra y en la que aparec¨ªan, por un lado, personajes heridos por la experiencia, y por otro, j¨®venes que trataban de huir de la vulgaridad reinante.
El jurado, fascinado por aquella extra?a voz que contaba con pulso po¨¦tico un presente que hasta el momento no hab¨ªa sido narrado, decidi¨® guiarse por su olfato y concedi¨® el premio a esta singular historia que result¨® haber sido escrita por una mujer solo cinco a?os mayor que la protagonista de la novela. Al localizar a su autora en Madrid, quedaron fascinados y sorprendidos por la personalidad de una escritora ajena al universo literario, que hab¨ªa escrito la historia guiada por un don innato para el lenguaje, vali¨¦ndose de una singular prosa que parec¨ªa no contaminada por influencia alguna.
Los j¨®venes que entonces leyeron la peripecia de Andrea se declararon muy orgullosamente miembros de la generaci¨®n de Nada. Sent¨ªan, como as¨ª lo han contado los que entonces eran j¨®venes en camino de la edad adulta, que el libro los defin¨ªa, que su vida estaba siendo por primera vez narrada tal cual era. Tal vez esa intensa identificaci¨®n generacional viniera dada porque el estilo no respond¨ªa al m¨¢s trillado realismo social ni se trataba de una fiel descripci¨®n del ambiente de la ¨¦poca, sino que alzaba el vuelo gracias a un lenguaje metaf¨®rico, por momentos existencial, por momentos m¨¢gico, g¨®tico, tremendista, favoreciendo la libre interpretaci¨®n de los lectores. Cada uno ve¨ªa en Nada lo que su coraz¨®n solitario buscaba. Esa es la raz¨®n por la cual la novela ha navegado de manera ligera a trav¨¦s del tiempo. Su hero¨ªna, Andrea, se adec¨²a a lo que cada lectura exige y hoy adolescentes como la que yo fui experimentan la misma fascinaci¨®n que a m¨ª me embarg¨®, y los lectores ya en edad adulta se dejan arrastrar por la peripecia de esa chica solitaria.
No pudo evitar Carmen Laforet sentirse sobrepasada por el ¨¦xito abrumador de su primera novela. En un pa¨ªs tan anhelante de rostros nuevos y de aires de esperanza, la joven despert¨® un inter¨¦s in¨¦dito al cual respondi¨® con timidez, reparo, modestia, a veces con torpeza. No estaba preparada aquella novelista primeriza para enfrentarse a un ambiente tan reacio a la inocencia, como era, y a menudo es, el literario. No pudo evitar convertirse, a pesar de su juventud, en un referente para otras j¨®venes escritoras que jam¨¢s hab¨ªan contemplado la posibilidad de presentarse a un premio y ganarlo. Pero su conexi¨®n no fue solo con el p¨²blico juvenil, escritores del exilio y del interior aplaudieron con entusiasmo el estreno de Laforet. Ram¨®n J. Sender, Elena Fort¨²n, Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, tanto como los jovenc¨ªsimos Juan Eduardo Z¨²?iga, Ana Mar¨ªa Matute, Josefina Aldecoa o Carmen Mart¨ªn Gaite, que la bautizar¨ªa como ?la chica rara?, celebraron el ¨¦xito de Nada y contribuyeron a colocarla desde un primer momento en un puesto privilegiado en el canon de la novela espa?ola de posguerra.
Lo que vino despu¨¦s de la inmediata popularidad de Nada no carece de misterio. Laforet fue escribiendo paso a paso una obra no escasa a fuerza de luchar contra la presi¨®n de la editorial y contra su propio bloqueo emocional, que la conduc¨ªa a una especie de perfeccionismo paralizante. En estos d¨ªas tan cercanos al centenario de su nacimiento ser¨ªa deseable que las novelas que siguieron a aquella primera fueran le¨ªdas con el inter¨¦s que merecen para romper con el inexacto maleficio que ha acabado defini¨¦ndola como autora de una sola obra. A pesar de los embarazos, obligaciones dom¨¦sticas, cinco hijos, divorcio y vida entre bohemia y vagabunda, Carmen Laforet fue siempre escritora, oficio que correspond¨ªa a su naturaleza m¨¢s ¨ªntima, aunque su car¨¢cter huidizo no favoreciera la difusi¨®n que su obra merec¨ªa.
Pensando en ella, trabajando sobre su literatura en este y otros trabajos, he concluido que Laforet fue una mujer anacr¨®nica. No era en absoluto una hija de su tiempo, de tal manera que hubiera sido m¨¢s comprendida en este presente nuestro; su car¨¢cter independiente, puro, reacio a las comidillas culturales, podr¨ªa haberse movido con comodidad en los m¨¢rgenes, como a ella le gustaba, respondiendo as¨ª al ansia de libertad que impulsaba su motor creativo. Pero no solo fue la ¨¦poca lo que le fall¨® a la joven Laforet, tampoco el pa¨ªs en el que vio florecer su primer ¨¦xito era el id¨®neo para una joven peculiar, que no aceptaba los formalismos que reg¨ªan la vida de las mujeres. Ese rostro que nos mira desde las fotos de los a?os cuarenta y cincuenta es el de una mujer de ahora, de belleza poco encorsetada, natural, con una melena corta y despeinada, luciendo una ropa pr¨¢ctica y un calzado c¨®modo, con aspecto aventurero, como si se encontrara lista para caminar y huir de un lado a otro, para disfrutar del nomadismo, para salir de casa con ansias de mirar nuevos mundos y regresar tiempo despu¨¦s al calor de los suyos. Ese esp¨ªritu refractario al tiempo que le toc¨® vivir, que la priv¨® del futuro donde hubiera encajado la entonces denominada ?chica rara?, esa falta de encaje en una Espa?a donde se asfixiaba, como as¨ª escribi¨® a Sender al volver de Estados Unidos, son dos factores que nos ayudan a entenderlas, a ella y a su obra, Nada, donde los personajes son por momentos apariciones fantasmag¨®ricas que amenazan a la joven Andrea con vulnerar su inocencia. ?Qu¨¦ es Nada sino la historia de un esp¨ªritu puro que no encuentra su lugar en el mundo?
¡®Nada¡¯, de Carmen Laforet. Pr¨®logo de Elvira Lindo. Austral, 2022. 304 p¨¢ginas. 12,95 euros.
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