Un apocalipsis tranquilo: otro fin del mundo es posible en la Bienal de Lyon
La principal cita francesa del arte contempor¨¢neo observa las ruinas del pasado en el presente y pronostica un porvenir funesto en una edici¨®n irregular pero ambiciosa
M¨¢s fr¨¢giles y m¨¢s fuertes que nunca. Vulnerables frente a los peligros que nos acechan en un mundo cada vez m¨¢s preapocal¨ªptico, pero capaces de resistir e incluso de provocar un cambio. As¨ª observa a la especie humana la nueva edici¨®n de la Bienal de Lyon, principal cita del arte contempor¨¢neo en territorio franc¨¦s, v¨ªctima ella misma del ciclo de precariedad abierto por la pandemia: fue aplazada y vio su presupuesto cercenado, pero ha logrado salir adelante. Sobre el papel, no promet¨ªan demasi...
M¨¢s fr¨¢giles y m¨¢s fuertes que nunca. Vulnerables frente a los peligros que nos acechan en un mundo cada vez m¨¢s preapocal¨ªptico, pero capaces de resistir e incluso de provocar un cambio. As¨ª observa a la especie humana la nueva edici¨®n de la Bienal de Lyon, principal cita del arte contempor¨¢neo en territorio franc¨¦s, v¨ªctima ella misma del ciclo de precariedad abierto por la pandemia: fue aplazada y vio su presupuesto cercenado, pero ha logrado salir adelante. Sobre el papel, no promet¨ªan demasiado las tesis de sus dos comisarios, el liban¨¦s Sam Bardaouil y el alem¨¢n Till Fellrath, que sonaban como una oda adicional a esa resiliencia que llena todas las bocas y al supuesto poder del ciudadano an¨®nimo para plantar cara a los Goliats de nuestro tiempo, como si todos fu¨¦ramos trasuntos de James Stewart en una vieja pel¨ªcula de Frank Capra (o de Erin Brockovich, seg¨²n los gustos). Su ¡°manifiesto de la fragilidad¡±, eje te¨®rico de esta bienal, se lee como un compendio de buenas intenciones, pero sustentado en una idea discutible: que el arte de nuestro tiempo se caracteriza por su reivindicaci¨®n de lo quebradizo.
Por suerte, el resultado es m¨¢s interesante de lo que ese texto dejaba presagiar, al atender a acepciones de la fragilidad menos literales de lo esperado. En las antiguas f¨¢bricas Fagor, cad¨¢ver fr¨ªo de la industria lionesa y sede principal de esta bienal por ¨²ltima vez (el a?o que viene se convertir¨¢ en un hangar para tranv¨ªas), los artistas observan las ruinas del pasado que subsisten en el presente. Lo fr¨¢gil podr¨ªa ser la herencia que esas huellas pret¨¦ritas nos transmiten: los puntos cardinales de la Antig¨¹edad cl¨¢sica, cuna de nuestra civilizaci¨®n, se han convertido en reliquias tan bellas como inservibles, letreros sublimes que nos llevan a lugares donde ya casi nadie quiere ir.
Distintas obras reflejan el di¨¢logo de besugos entre esa cultura cl¨¢sica y la era digital. Las estatuas con narices rotas que se disuelven en un flujo infinito de big data en un v¨ªdeo de Khalil Joreige y Joana Hadjithomas conviven con las colecciones de dos viejos museos de Lyon cerrados al p¨²blico, los moldes de yeso fracturados por una bomba en Mayo del 68 y una serie de ¨®leos de artistas an¨®nimos cubiertos con tiras de papel japon¨¦s, que se utiliza para la restauraci¨®n de obras y no se ha retirado para la exposici¨®n para resaltar su convalecencia. Sumados a los tapices realizados a partir de fotos de escombros b¨¦licos de Ailbhe Ni Bhriain o a la r¨¦plica del patio de la mezquita de Alepo a cargo de Dana Awartani, la exposici¨®n logra llevar la trillada poes¨ªa de las ruinas hacia un terreno distinto al habitual.
En el mismo escenario, Clemens Behr ensambla columnas j¨®nicas y tubos de ventilaci¨®n en una instalaci¨®n titulada Ruinas flotantes, que hubiera sido un excelente t¨ªtulo para esta bienal. A su lado, figura un v¨ªdeo magn¨ªfico de Randa Maoufi, Ceuta¡¯s Gate, puesta en escena brechtiana de la frontera entre Espa?a y Marruecos. Y, en una nave exterior, una grandiosa instalaci¨®n de Hans Op de Beeck representa un camping abandonado, un paisaje fosilizado tras un apocalipsis tranquilo, en el que lo humano desapareci¨® pero el resto permaneci¨® en su lugar, solo que cubierto de polvo y ceniza. Su melanc¨®lico t¨ªtulo es Fuimos los ¨²ltimos en quedarnos.
En Lugdunum, museo arqueol¨®gico proyectado por Bernard Zehrfuss con vistas al anfiteatro romano de la ciudad, una rampa recorre los estratos de la historia mientras va esquivando obras contempor¨¢neas de poco calado. Solo hay un par de excepciones: la emocionante sencillez de los frescos sobre textil de Chafa Ghaddar y los retratos de Toyin Ojih Odutola, con la misma mirada ausente que los protagonistas de los mosaicos romanos del museo. En el MAC de Lyon, los comisarios han orquestado dos propuestas m¨¢s convencionales: una muestra dedicada a los golden sixties en Beirut, pertinente pero algo escolar, y otra consagrada a la figura de Louise Brunet, joven lionesa que particip¨® en una revuelta obrera de 1834 antes de huir a L¨ªbano, donde instigar¨ªa otros motines. La muestra, fundamentada en esa misma politizaci¨®n ilusoria de la fragilidad, aspira a encontrar ¨¦mulos de esa proletaria en tiempos posteriores a trav¨¦s de una serie de paralelismos forzados. Y, en ocasiones, incluso abyectos, como cuando la compara, sin motivo aparente, con enfermos de sida en el Nueva York de 1992.
Es solo un breve traspi¨¦s. En el museo de arte religioso de la colina de Fourvi¨¨re, con vistas panor¨¢micas sobre la ciudad, un v¨ªdeo de Mali Arun, joven artista de Estrasburgo, recorre un parque de atracciones con un filtro visual que trasmuta el verde por el rojo. El resultado es un v¨ªdeo en forma de tr¨ªptico eclesi¨¢stico (o de triple reel para TikTok) que muestra a personajes que se divierten hasta la extenuaci¨®n en un lugar de una belleza t¨¦trica. Podr¨ªa ser la met¨¢fora m¨¢s brillante de esta bienal: la distracci¨®n como nuevo imperativo categ¨®rico y la carcajada impostada como norma social en lugares te?idos de un intenso color sangre.
Es lo mejor de la bienal junto a las obras expuestas en el Museo Guimet, otra espectacular ruina urbana con la que la ciudad no parece saber qu¨¦ hacer. Un carnaval pesadillesco de Cl¨¦ment Cogitore incide en la misma idea que Arun, igual que un v¨ªdeo en 3D de Munem Wasif donde una ni?a del desierto pregunta a su or¨¢culo qu¨¦ ser¨¢ de la civilizaci¨®n en el futuro. La respuesta no es alentadora. Aunque, en la ¨²ltima sala, dos obras sirvan de contrapunto a los diagn¨®sticos m¨¢s aciagos. La vegetaci¨®n que brota de las vitrinas abandonadas de Ugo Schiavi y las cris¨¢lidas que nacen de viejos muebles encontrados en este museo fosilizado, obra de Tarik Kiswanson, apuntan, en la recta final, a una insospechada posibilidad: el renacimiento.
¡®Manifesto of Fragility¡¯. Bienal de Lyon. Hasta el 31 de diciembre.Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.