¡®Danza humana¡¯, renuevos de Montaigne

Son ya muchos a?os, toda una vida podr¨ªa decirse, los que lleva Rafael Argullol explorando una escritura extraterritorial que rechaza lindes gen¨¦ricos y aduanas disciplinarias, una escritura que alguna vez llam¨® ¡°transversal¡± pero que es esencialmente agen¨¦rica y lib¨¦rrima, serenamente tornadiza y metam¨®rfica, en la que lo l¨ªrico y lo narrativo se impregnan de especu?laci¨®n filos¨®fica, de remembranza autobiogr¨¢fica o de confesi¨®n. Emanada de un yo ubicuo, es una escritura intensamente personal concebida a menudo como una e...

Son ya muchos a?os, toda una vida podr¨ªa decirse, los que lleva Rafael Argullol explorando una escritura extraterritorial que rechaza lindes gen¨¦ricos y aduanas disciplinarias, una escritura que alguna vez llam¨® ¡°transversal¡± pero que es esencialmente agen¨¦rica y lib¨¦rrima, serenamente tornadiza y metam¨®rfica, en la que lo l¨ªrico y lo narrativo se impregnan de especu?laci¨®n filos¨®fica, de remembranza autobiogr¨¢fica o de confesi¨®n. Emanada de un yo ubicuo, es una escritura intensamente personal concebida a menudo como una expedici¨®n de descubrimiento que aparece jalonada por la historia de la cultura (arte, literatura, filosof¨ªa y religi¨®n salen al camino constantemente) y elevada por una mirada universalista que sit¨²a a los seres humanos en su peque?ez c¨®smica y al mismo tiempo en su irresoluble fluctuaci¨®n entre la luz y la tiniebla. Esa v¨ªa pareci¨® alcanzar su expresi¨®n m¨¢s granada en 2010 con Visi¨®n desde el fondo del mar, sin embargo se prolong¨® en otro magno esfuerzo de disciplina escrituraria, Poema (2017), y ahora est¨¢ claro que culmina con esta Danza humana que cierra, as¨ª, una trilog¨ªa que suma m¨¢s de 3.000 p¨¢ginas.

Cada volumen constituye a su modo una forma el¨ªptica y minuciosa de autorretrato, cada uno obedeciendo a unas reglas internas distintas que determinan tanto la vertiente que se escudri?a como la estrategia de escritura escogida. El conjunto es fastuoso y no cabr¨ªa en esta rese?a ni siquiera una sobria descripci¨®n de un proyecto que trata de explorar una conciencia particular, la de Argullol, con su dep¨®sito laber¨ªntico de experiencias y tiempos, desde su funci¨®n de recept¨¢culo testimonial de una ¨¦poca, la nuestra, y de caja de resonancia de una tradici¨®n cultural en la que la literatura y la filosof¨ªa, la historia y el arte, la espiritualidad y la est¨¦tica se interpelan e intersecan. Por eso debo limitarme a esta Danza humana, escrita entre el 9 de mayo de 2019 y el 6 de octubre de 2021 (los breves cap¨ªtulos van datados como un diario) y organizada en diez libros nucleados en torno a otros tantos conceptos esenciales en la vida del escritor y, vale decir, de cualquier ser humano. A saber: verdad, restituci¨®n, desprendimiento, enigma, jovialidad, divinidad, antagonismo, afinidad, luz y libertad.

El orden en que aparecen no es arbitrario porque la secuencia conforma un itinerario, del mismo modo que cada uno de los libros se plantea como un viaje al coraz¨®n de esos conceptos mediante la creaci¨®n de sucesivos destinatarios que no dejan de ser desdoblamientos parciales del autor: Elia (la que lo rescatar¨¢ en el futuro), Jano, Ra, Marcello, Sleipner (el caballo oct¨®podo de Od¨ªn), Gaspar (un cipr¨¦s), Miguel, o ? (el pueblo noruego), con el que se abre y cierra la obra.

Argullol se deja arrastrar por una escritura en torrente, que avanza sin prisa impulsada por un motor de interrogantes sobre s¨ª mismo (que son extrapolables a cualquier lector) y abandonada a su propio devenir, d¨ªa a d¨ªa

En di¨¢logo consigo mismo a trav¨¦s de esas m¨¢scaras, Argullol se deja arrastrar por una escritura en torrente, que avanza sin prisa impulsada por un motor de interrogantes sobre s¨ª mismo (que son extrapolables a cualquier lector) y abandonada a su propio devenir, d¨ªa a d¨ªa, entre tiempos y lugares de un pasado remoto y otros de un futuro intuido, mientras las emergencias del presente (los disturbios de 2019 en Barcelona o el curso de la pandemia) le devuelve al aqu¨ª y ahora del acto de escribir y del prop¨®sito que lo mueve.

Y aunque no lo declara, esta inmersi¨®n en la naturaleza humana desde la irreductible subjetividad del escritor no deja de ser tributaria del gesto de Montaigne cuando, admitiendo los l¨ªmites de su entendimiento, quiso ensayarse (esto es, ponerse a prueba) ante los grandes problemas filos¨®ficos (la muerte, el amor, el conocimiento) y las peque?eces del vivir cotidiano (el dolor corporal, la decrepitud o los placeres de los sentidos) y confes¨® a su lector al comienzo de sus Ensayos: ¡°Soy yo mismo la materia de mi libro¡±. Argullol podr¨ªa suscribir el aserto, pero ser¨ªa un necio quien no entendiera que, en el fondo, somos todos nosotros la materia de un libro que pone a bailar las preguntas fundamentales.

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