Si se cortan, sangran
Una nueva traducci¨®n reconstruye el universo cultural de la obra del Se?or de la Monta?a y muestra toda su vigencia
1.?Elasticidad. No aludo principalmente a la prosa conversacional y viva de Montaigne, de palabras vasculares (¡°cortadlas y sangrar¨¢n¡±, dijo Emerson) que se abren en excursos, regresan a su centro, tropiezan, como es propio de quien escribe en franc¨¦s pero piensa en lat¨ªn. Tambi¨¦n es el¨¢stica su filosof¨ªa moral: aunque parece estoico, nunca prefiri¨® romperse a doblarse. Pasa por buen cat¨®lico si ello no le exige ser de verdad cristiano (Sainte-Beuve). Fue libre nadando a favor de la corriente, pues nadie vence frente a la naturaleza. Contemporiz¨® con la realidad y aun con los reyes, pero hac¨ªa la genuflexi¨®n solo con las rodillas, no con la cabeza.
2.??tero y mundo. A los 38 a?os se retir¨® a su torre, desde donde ve¨ªa madurar los vi?edos y a la que llegaba, atenuado, el fragor de las carnicer¨ªas entre cat¨®licos y hugonotes, con las hogueras a las puertas de su ch?teau. Con sus Ensayos no pretende adoctrinar, ni escarbar sa?udamente en sus entresijos; solo verterse al exterior y contemplarse escribi¨¦ndose. Este vitalista que espanta a papirotazos la tristeza baj¨® tambi¨¦n al mundo y cumpli¨® con su cuota de ciudadan¨ªa desempe?¨¢ndose como probo alcalde de Burdeos, pero puso su alma en otra parte.
3.?Antifanatismo. El proceso racionalista y su experiencia de vida le condujeron a la constataci¨®n esc¨¦ptica de que la verdad es inalcanzable a la raz¨®n. ¡°?Id a fiaros de vuestra filosof¨ªa!¡±, escribe haciendo una higa a los fil¨®sofos antiguos, seguros de demasiadas cosas, que desfilan en sus p¨¢ginas ensartando necedades, ocurrencias, contradicciones, jactancias estupendas y, vistas en conjunto, hilarantes. Frente a Calvino o los inquisidores, categ¨®ricos en su verdad inconcusa, ¨¦l practica la tolerancia y se pregunta: ¡°?Qu¨¦ s¨¦ yo?¡± (ni siquiera, por demasiado abism¨¢tico, ?qui¨¦n soy yo?).
4.?Soberan¨ªa del yo. Goz¨®, sufri¨®, viaj¨®, am¨®. Critic¨® unas convenciones, asumi¨® otras. Casado, le sobrevivi¨® una de sus seis hijas. Elogiando la serenidad atar¨¢xica, afirm¨® haber perdido sin grandes tribulaciones ¡°dos o tres hijos¡±, imprecisi¨®n que puede confirmar su tesis o solo su confesada mala memoria. Tuvo, empero, dos afectos inmarcesibles: La Bo¨¦tie, cuya temprana muerte lo acompa?¨® toda su vida, y a quien amaba ¡°porque era ¨¦l; porque era yo¡±, una expresi¨®n de la soberan¨ªa del yo m¨¢s que del fatalismo; y, en los lindes de la vejez, su fille d¡¯alliance Marie de Gournay, quiz¨¢ amante adem¨¢s de ahijada.
5.?El texto. La traducci¨®n de Javier Yag¨¹e (Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores) es rigurosa sin rigidez. Edici¨®n biling¨¹e, la versi¨®n francesa muestra los estratos cronol¨®gicos de su crecimiento en arborescencias sucesivas. No se sigue el texto p¨®stumo de 1595, preparado por su ahijada, sino el fijado sobre un ejemplar de 1588 en cuyos m¨¢rgenes insert¨® Montaigne numerosos a?adidos. Si a este volumen (2.400 p¨¢ginas) se le cayera el texto exclusivo del bordel¨¦s, a¨²n quedar¨ªan las citas, flor del mejor lat¨ªn traducido con mano de poeta (los versos est¨¢n cortados m¨¦tricamente: puro arte). El nutrido cuerpo de notas permite reconstituir el universo cultural del Se?or de la Monta?a. A una obra impagable, una edici¨®n ejemplar.
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