Chiharu Shiota, la ¨¦pica de las hilaturas
Las instalaciones textiles de la artista japonesa beben de su aflicci¨®n existencial y de sus problemas de salud. Una exposici¨®n en la Fundaci¨® T¨¤pies de Barcelona le rinde homenaje
La cueva. La planta s¨®tano de la Fundaci¨® T¨¤pies de Barcelona se ha convertido en la guarida de una antihero¨ªna, en contraposici¨®n a esos espacios luminosos de los h¨¦roes inquebrantables, como T¨¤pies. Chiharu Shiota, japonesa de 52 a?os, encaja inc¨®modamente en un orden existente. Arriba permanece el pintor y escultor catal¨¢n, que este a?o ser¨¢ evocado una y otra vez para rendirle homenaje. En el subterr¨¢neo, la artista japonesa ha construido una...
La cueva. La planta s¨®tano de la Fundaci¨® T¨¤pies de Barcelona se ha convertido en la guarida de una antihero¨ªna, en contraposici¨®n a esos espacios luminosos de los h¨¦roes inquebrantables, como T¨¤pies. Chiharu Shiota, japonesa de 52 a?os, encaja inc¨®modamente en un orden existente. Arriba permanece el pintor y escultor catal¨¢n, que este a?o ser¨¢ evocado una y otra vez para rendirle homenaje. En el subterr¨¢neo, la artista japonesa ha construido una gruta con el procaz efecto po¨¦tico de las hilaturas. Funcionan, sin embargo, como haces de luz que custodian hermosos fragmentos del cuerpo: cabezas de cristal ce?idas a otros ¨®rganos con alambre de colores; brazos que quiz¨¢s fueron alas arrastradas por la gravedad de una ca¨ªda ¡ª?volaron demasiado cerca del sol?¡ª y unos pies que soportan una matriz hecha con cuero encarnado, donde casi se siente el peso vivo de una criatura.
Shiota es una de esas artistas para quien la aflicci¨®n es un manantial. Trabaja en su cueva de lechuza, desde donde dirige sus haza?as contra la arrogancia de las formas finitas, inapelables. Las suyas est¨¢n hechas con materiales que evocan la delicadeza del cuerpo femenino y que apuntan a esa summa freudiana que asegura que ning¨²n paciente/artista desea ser curado. La poes¨ªa est¨¢ llena de orgullosas melanc¨®licas ¡ªDickinson, Barrett Browning, Plath¡ª que se mueren lenta y excepcionalmente bien. En las artes visuales, Hesse, Mendieta, Bourgeois, Kusama (hay que empezar a llamarlas por sus apellidos) se enfrentaron a un pasado traum¨¢tico y a la enfermedad, con materiales bastardos que pon¨ªan a prueba su identidad: objetos parciales, estructuras cavernosas, cubiles de yeso, l¨¢tex, pintura roja (sangre), bulbos y espejos. Heridas como fauces. Pero los environments (o entornos) de Shiota no son la madriguera de Kafka; tampoco un laberinto, ni ella es una Ariadna. La ¨²nica realidad es que el minotauro est¨¢ m¨¢s arriba, en la terraza de la fundaci¨®n, glorificado en su escultura N¨²vol i cadira.
La silla. En los inicuos espacios del arte, el trabajo de Shiota produce afecci¨®n (?justicia cultural?). Ahora, en la T¨¤pies, hay un esfuerzo por conectarlo con el del artista catal¨¢n. Al menos esto es lo que anuncia la comisaria de la muestra y directora de la fundaci¨®n, Imma Prieto, quien defiende que ¡°en ambas trayectorias aparece la dicotom¨ªa vida/muerte, Eros/Th¨¢natos¡±. ?Qu¨¦ artista no trabaja con estos arquetipos? Los responsables de museos deber¨ªan relajarse un poco, destensar la institucionalidad, y m¨¢s en una fundaci¨®n que desde su inauguraci¨®n, en 1990, ha sido plataforma de artistas tan poco sospechosos de pertenecer al universo de T¨¤pies como Pedro G. Romero, John Akomfrah, Albert Serra, Allan Sekula y Hannah Collins, por citar solo algunos. En cambio, Shiota comparte filiaci¨®n con Bourgeois y Mendieta, que formaron parte de la programaci¨®n de la T¨¤pies con sendas retrospectivas en 1991 y 1997.
Lo que mejor identifica a esta artista, afincada en Berl¨ªn desde 2002, son los environments hechos con lana, un material tan poco expresivo como extraordinario para transmitir velocidad y vol¨²menes. La gama es muy simple: el acromatismo y el no-color (en la cultura oriental, tanto el blanco como el negro tienen un sentido opuesto al nuestro) y el c¨¢lido rojo. Para el pabell¨®n japon¨¦s de la Bienal de Venecia de 2015, Shiota confeccion¨® el muy fotografiado The Key in the Hand, con 50.000 llaves tra¨ªdas de todo el mundo que pend¨ªan de una mara?a de hilos rojos sobre dos barcazas. Ese mismo a?o, intervino las paredes del Espacio de Arte Contempor¨¢neo de Castell¨®n con una tupida mara?a de filamentos de la que colgaban cartas de agradecimiento; en el gran hammam de Pristina, para la Manifesta de 2022, repiti¨® la f¨®rmula con hilos que dejaban leer decenas de historias personales escritas a mano por v¨ªctimas y familiares kosovares. Y en la Fundaci¨® Sorigu¨¦, en Lleida, cre¨® el pabell¨®n permanente titulado In the beginning was¡ (2016), que quiere emular la materia oscura hecha con fibras negras y piedras (planetas, estrellas) extra¨ªdas de la cantera de Balaguer.
Su obra recuerda al ¡®kintsugi¡¯, un arte milenario nip¨®n que nos ense?a a querer nuestras propias cicatrices
El rojo. La obra que da t¨ªtulo a la exposici¨®n barcelonesa, Cada quien, un universo, comienza en las escaleras de acceso a la galer¨ªa subterr¨¢nea, donde el visitante se ve envuelto en una mara?a de hilos rojos que conectan 30 sillas compradas en mercados de pulgas. Muchas est¨¢n rotas o les falta alg¨²n elemento. Representa los capilares sangu¨ªneos, las conexiones neuronales y las constelaciones que nos unen. En la sala contigua, esculturas colocadas cuidadosamente dentro de unas estructuras que parecen peceras transmiten una v¨ªvida impresi¨®n de la experiencia del cuerpo vulnerable: cabezas y ¨®rganos de cristal envueltos en mallas de sedas, bellamente invadidas por c¨¦lulas malignas. Frente a ellas, una inquietante bolsa reticular en forma de ¨²tero.
En el sentido m¨¢s literal, la silla es el ¨²nico elemento que conecta la obra de T¨¤pies y Shiota. Una coincidencia es que los dos artistas fueron enfermos j¨®venes: ¡°Me extirparon el cuerpo, lo despedazaron y despu¨¦s volvieron a unirlo. Tras recuperarme, hice moldes de esas partes¡±, explica Shiota sobre lo que inspira su trabajo, despu¨¦s de haber sido tratada de un c¨¢ncer de ovario. Vista como una t¨¦cnica de recuperaci¨®n, su obra recuerda al kintsugi, un arte milenario que ense?a a querer las cicatrices propias y que se aplica a las piezas de cer¨¢mica rota que se vuelven a juntar con resinas y metales. Shiota no sale de esta exposici¨®n como una gran artista, pero tiene el m¨¦rito de hacernos mirar desde dentro en lugar de desde el exterior, que es como casi siempre miramos el arte m¨¢s celebrado, el any T¨¤pies.
¡®Cada quien, un universo¡¯. Chiharu Shiota. Fundaci¨® T¨¤pies. Barcelona. Hasta el 23 de junio.
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