Javier Santiso: ¡°Editar es una lecci¨®n de humildad¡±
La ¨²ltima novela del escritor, ¡®Un paso a dos¡¯, bucea en el imaginario del pintor estadounidense Edward Hopper a trav¨¦s de los ojos de su esposa, la tambi¨¦n artista Josephine Hopper
Javier Santiso (Saint-Germain-en-Laye, 1969) es escritor y fundador de La Cama Sol, editorial de libros de poes¨ªa, arte y m¨²sica. Tambi¨¦n es consejero de PRISA, empresa editora de EL PA?S. Su ¨²ltima novela, Un paso a dos (AdN), bucea en el imaginario del pintor estadounidense Edward Hopper a trav¨¦s de los ojos de su esposa, la tambi¨¦n artista Josephine Hopper.
?Qu¨¦ le cautiv¨® de la pintura de Edward Hopper para querer escribir un libro sobre ¨¦l? Hay un t¨®pico sobre su obra. Hopper habr¨ªa pintado la s...
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Javier Santiso (Saint-Germain-en-Laye, 1969) es escritor y fundador de La Cama Sol, editorial de libros de poes¨ªa, arte y m¨²sica. Tambi¨¦n es consejero de PRISA, empresa editora de EL PA?S. Su ¨²ltima novela, Un paso a dos (AdN), bucea en el imaginario del pintor estadounidense Edward Hopper a trav¨¦s de los ojos de su esposa, la tambi¨¦n artista Josephine Hopper.
?Qu¨¦ le cautiv¨® de la pintura de Edward Hopper para querer escribir un libro sobre ¨¦l? Hay un t¨®pico sobre su obra. Hopper habr¨ªa pintado la soledad de la gran ciudad americana. Sin embargo, creo que es otra cosa lo que estuvo pintando en toda su obra, es su propia soledad. Lo que me interesaba narrar, en forma de novela, era esa traves¨ªa de una vida. Lo que me interesaba era mostrar qu¨¦ persona hab¨ªa detr¨¢s del personaje. El personaje es el pintor, es Hopper, famoso, adulado, el que retrat¨® como nadie las grandes urbes. Pero la persona es otro, es Edward, encerrado en su cuarto, pillado en su propia vida, como un p¨¢jaro en jaula. Y dentro de esa jaula, otra persona, tambi¨¦n a solas, con ¨¦l, su mujer. Cuarenta a?os, ambos, solos, incapaces de volar juntos. Y esa lecci¨®n, para nunca olvidar, ese himno para todos, no nos olvidemos: cada d¨ªa es una vida.
?Qu¨¦ libro le convirti¨® en escritor? Hay muchos. Me gusta la literatura vertical. La de los grandes estilistas m¨¢s que la de los grandes narradores. De ah¨ª que dentro de los que abrieron la riada de la escritura est¨¢n tambi¨¦n, sobre todo, los poetas. De esos que te perforan apenas los lees. Por ejemplo, Christian Bobin, y si hubiera que mencionar un novelista, le¨ªdo tambi¨¦n en la veintena, Milan Kundera. Hoy en d¨ªa me gustan sobre los estilistas como Louis Ferdinand C¨¦line, escritores como Pierre Michon, Pascal Quignard, y, para mencionar alg¨²n espa?ol, Miguel Delibes, por ejemplo. Quiz¨¢s los primeros que me deslumbraron en todo caso hayan sido pues poetas, Elytis, Paz, y por supuesto, como nadie, Lorca.
?Y en editor? He creado la editorial La Cama Sol porque quer¨ªa llevar al castellano autores como Bobin, que no estaban, apenas, traducidos. Y luego tambi¨¦n trabajar con poetas que amaba, como autores y como personas, por ejemplo, Margarit. Joan tuvo una importancia, una relevancia ¨²nica para m¨ª, porqu¨¦ me destap¨® como autor, me oblig¨® a sacar del ba¨²l mis libros. Al leer el pr¨®logo que le hice para Una mujer mayor (el poemario que edit¨¦ en La Cama Sol), me empuj¨® a publicar. Y de ah¨ª la primera novela escrita en castellano, Vivir con el coraz¨®n, con La Huerta Grande, y la primera escrita en franc¨¦s, Un pas de deux, con Gallimard. En el ba¨²l esperan ahora decena de libros.
?Qu¨¦ libro ajeno le habr¨ªa gustado escribir? Muchos. Son tantos. Y eso es una maravilla. Me hubiera gustado escribir Viaje al final de la noche. Me hubiera gustado escribir el Romancero gitano. Escribir como lo hace Michon cuando se suelta la melena en La grande Beune. Escribir con guada?a, con claveles, escribir algo que nunca muere. Cuando escribo, tambi¨¦n leo, mucho, es un sin parar. Y si por milagro caigo sobre una novela que me impacta, entonces la escritura se me hace m¨¢s rotunda, m¨¢s fuerte, m¨¢s honda.
?Qu¨¦ aprende un editor escribiendo? ?Y viceversa? La humildad. Editar es una lecci¨®n de humildad. Es amar, dar, recibir, es algo ¨²nico. Y luego est¨¢n los encuentros con los autores, y en el caso de La Cama Sol, tambi¨¦n con los pintores: cada uno de los libros es un mano a mano entre un autor y un pintor. Qu¨¦ maravilla es, ha sido, estar con Etel Adnan, en su apartamento parisino, conocer a Joan Margarit tom¨¢ndonos esos caf¨¦s bien negros en Barcelona, estar en los talleres de artistas y ahora amigos como Lita Cabellut en La Haya, o como Charles Villeneuve en Madrid, o Carlos Le¨®n en Segovia, estar tambi¨¦n Miquel Barcel¨® en Par¨ªs, o en el taller del escultor Jaume Plensa, en las afueras de Barcelona. Editar autores, escribir editando, es la misma cara de esa moneda solar, que lleva a hacer encuentros que te cambian la vida, encuentros que te meten la alegr¨ªa de vivir en el cuerpo.
?Cu¨¢l ha sido el ¨²ltimo libro que le ha gustado? Curiosamente estaba leyendo a Paul Auster, Baumgartner, una maravilla de novela, justo antes de que falleciera. Pero es otro neoyorquino que me est¨¢ cautivando: Philip Roth. El animal moribundo. Lo menciono tambi¨¦n porque el buenismo que ahora impera dejar¨ªa fuera de juego semejante escritor, como muchos otros de hecho. La literatura, el arte, no tienen nada, absolutamente nada que ver con el buen¨ªsimo. Luego dir¨ªa que el ¨²ltimo libro que me ha deslumbrado es La noche del coraz¨®n, de Christian Bobin. Un autor inmenso, de lo m¨¢s grande.
?El que tiene abierto ahora mismo en la mesilla de noche? Jean Genet. Otro autor de nitroglicerina. Sobre todos los primeros libros. Santa Mar¨ªa de las Flores. Es una maravilla cuando te adentras en una obra y descubres las primeras islas del archipi¨¦lago, y vas zarpando de libro en libro, y el mar nunca se acaba, es algo as¨ª como pisar tierra en las Am¨¦ricas, eres Crist¨®bal Col¨®n cada vez que descubres un autor inmenso, cuando te topas con su continente. Es lo que est¨¢ ahora me est¨¢ pasando con Genet, con Roth, con Michon.
?Uno que no pudo terminar? Proust. Ni siquiera lo pude empezar. Hasta ahora se me atragant¨®. Pero cada autor tiene su tiempo. Hay escritores que llegan demasiado temprano, otros demasiado tarde, simplemente no te hablan en un momento de vida. Y otros que estuviste esperando a?os, y que de pronto se meten en el cuarto, que te entran en la huerta, y lo dejan todo hecho un cristo. Durante a?os estuve husmeando alrededor de C¨¦line o de Delibes, y de pronto se me abrieron las cancelas, y sus escrituras me llevaron prado por delante.
?Qu¨¦ pel¨ªcula ha visto m¨¢s veces? Me gusta el cine franc¨¦s, mucho. Verlas, volver a verlas, aunque sea en bucle, me encanta. Pero quiz¨¢s la ¨²ltima que me dej¨® cautivado, sea otra, espa?ola, As bestas. Brutal.
?La ¨²ltima serie que vio del tir¨®n? La serie Bellas artes, porque es una cr¨ªtica demoledora del buenismo que tambi¨¦n se ha metido en las artes. Una cr¨ªtica ¨¢cida, jovial, de esa fauna repleta de esnobs, de trepas, donde imperan todo tipo de tonter¨ªas. Hoy en d¨ªa nos apresurar¨ªamos en lapidar a Picasso, por macho alfa, o Francis Bacon, por ser imposible, un busca la vida demasiado salvaje, despiadado. Mi ¨²ltima novela Mortalmente vivo, que publica La Huerta Grande este oto?o, precisamente va de ¨¦l, de sus ¨²ltimos diez d¨ªas pasados en Madrid, antes de fallecer.
Si tuviese que usar una canci¨®n o una pieza musical como autorretrato, ?cu¨¢l ser¨ªa? La Mu?eira de Chantada. Porque con ella se terminaban todas las fiestas de mis veranos. Pero la que acaba de componer en obra sinf¨®nica mi amigo Ram¨®n Torrelled¨®. Porque esa obra es Galicia, es mi infancia. Es ese pa¨ªs de donde todos venimos, donde somos invencibles, m¨¢s que inmortales.
?En qu¨¦ museo se quedar¨ªa a vivir? Me encanta el Museo Sorolla, en Madrid. All¨ª me quedar¨ªa a vivir. En ese jard¨ªn repleto de ¨¢rboles, con la luz del d¨ªa meti¨¦ndose entre las piernas, en la falda de la arbolada. Y obviamente, sobre todo, el de Van Gogh en ?msterdam, all¨ª me podr¨ªa quedar a vivir en cualquiera de sus cuadros, en medio de los almendros en flor.
?Qu¨¦ suceso hist¨®rico admira m¨¢s? Las idas y vueltas que dieron miles de espa?oles, emigrantes, desde Francia a Espa?a. Esa odisea la repet¨ªamos con mis padres cada a?o, viajando de Paris hasta Santiago, desde Saint-Germain-en-Laye, al lado de Versalles, hasta Cumeiro, una parroquia min¨²scula, perdida en medio de los montes y de los verdes, a dos pedradas de Lal¨ªn.
?Qu¨¦ encargo no aceptar¨ªa jam¨¢s? Algo que ser¨ªa una cacer¨ªa. Machacar algo, alguien. Hay un valor que se ha vuelto r¨²stico, pasado de rosca, y es la bondad, la gracia. Deber¨ªamos volver a leer, o releer, a Simone Weil, La gravedad y la gracia. Estoy ahora terminando una novela sobre ella, La espa?ola, L¡¯Espagnole. De cuando ella se pas¨® un pu?ado de meses buscando combatir en el frente de Arag¨®n, durante la Guerra Civil, ella la ni?a del barrio latino, de la rue d¡¯Ulm, de donde salieron tantos y tantos autores franceses.
?Qu¨¦ est¨¢ socialmente sobrevalorado? El buenismo. Hemos perdido el sentido de la verticalidad. Todo es ahora llano, allanado, sin horizonte. La verticalidad es el estilo en la escritura, es el trazo en la pintura, es erguirse de proa, sea cual sea la ventolera, sea cual sea el temporal.
?A qui¨¦n le dar¨ªa el pr¨®ximo premio Cervantes? Dif¨ªcil. Pero quiz¨¢s a Pere Gimferrer. Acabamos de publicar un libro con ¨¦l en La Cama Sol este mismo a?o, junto a las obras de Miquel Barcel¨®, Marineando.
De no haberse dedicado a los libros le habr¨ªa gustado ser... Pintor. Escribir con el pincel. Ponerle colores a la vida. Los colores a veces son mucho m¨¢s acertados que las palabras. Van recto al coraz¨®n, entrando por los ojos.
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