M¨²sica para amparar un sentimiento
El contenido emocional del concierto se impuso al espect¨¢culo en el Camp Nou
Era a¨²n de d¨ªa, y bajo el sol era m¨¢s perceptible que, por una vez en su historia, el Camp Nou no era azul y grana, sino amarillo y rojo senyera. El p¨²blico, a las 20:00 horas ya en sus localidades, se preparaba para la fiesta, que con solo cinco minutos de retraso comenz¨® con m¨²sica, con una sardana. S¨ª, m¨²sica, siempre la m¨²sica, esa eterna olvidada de la pol¨ªtica cultural y de las disposiciones municipales que sin embargo siempre es reclamada cuando se desea concitar voluntades, emociones, anhelos, masas. Y en esos casos la m¨²sica acude, los m¨²sicos olvidan agravios, ejercen de sanadores y sus canciones cosen voluntades con el hilo de la melod¨ªa. La de la sardana Juny comenz¨® ayer la fiesta en el Camp Nou, una fiesta reivindicativa y desinhibida que se prolong¨® m¨¢s de cinco horas. Podr¨ªan haber sido ocho, nadie se hubiese quejado, las buenas bodas no deber¨ªan acabar nunca.
Y eso que pese a la esmerada producci¨®n, el concierto fue acumulando un retraso creciente, hecho que no lamin¨® la voluntad participativa de un p¨²blico que pudo mostrarla en su esplendor con el inmenso mosaico que compuso bajo los acordes del himno catal¨¢n. Fue un momento de fervor y solemnidad al que sigui¨® un tres de nou de los Castellers de Vilafranca seguido en silenciosa devoci¨®n por los espectadores, que reprimieron su j¨²bilo hasta la coronaci¨®n. En aquel momento el concierto alcanzaba su ecuador y ya era cerca de la medianoche. Llegaba el momento Llach.
Con las luces del estadio apagadas y cientos de m¨®viles titilando en la oscuridad, Llach apareci¨® cantando Venim del nord, venim del sud a capella. Bajo su sempiterno gorro de lanilla, Llach pareci¨® emocionado, flanqueado por las escaleras que marcaban aleg¨®ricamente en la escenograf¨ªa el camino hacia un lugar mejor. A partir de este punto, con los ni?os ya durmi¨¦ndose en el regazo de sus padres y el olor a frankfurt ense?ore¨¢ndose del lugar para recordar que hab¨ªa que cenar, la m¨²sica de Llach fue tomando cuerpo en nombres como los de Pastora, Gossos, Miquel Gil, Cris Joanico y un largo listado de artistas que hicieron suyas m¨¢s de 20 de sus piezas. Quiz¨¢s no fuese lo que necesitaba el ¨¢nimo de los espectadores, necesitados tras cuatro horas de concierto de m¨¢s animaci¨®n que la ofrecida por el repertorio de Llach, que eso s¨ª, aport¨® una gran carga emocional.
Durante la primera parte s¨ª que hubo fiesta, servida por canciones como Qualsevol nit pot sortir el sol cantada a cuatro voces, Camins, de Sopa de Cabra, el Boig per tu de Pep Sala y Dyango y la aportaci¨®n de Sabor de Gracia, reivindicadores de la gitaner¨ªa catalana y de una Catalu?a para todos. Paco Ib¨¢?ez, pose de cantautor, pie sobre silla, guitarra encajada entre muslo y sobaco, puso el gesto cl¨¢sico al cantar Como t¨².
Con la luz diurna casi extinguida, Peret encendi¨® la emoci¨®n con L'emigrant, coreado reverencialmente dada la interpretaci¨®n contenida del gitano de Matar¨®, m¨¢s patriarca que nunca. Algo similar ocurrir¨ªa m¨¢s tarde con Pau Alabajos y Cesk Freixas con su versi¨®n de Al vent, pieza cargada de simbolismos y que todo el estadio core¨® tal y como antes hab¨ªa ocurrido con otra pieza simb¨®lica, el Escolta-ho en el vent, que cantaron Jordi Batiste y Meritxell Gen¨¦. Brams, Mar¨ªa del Mar Bonet y muy especialmente la Dharma, que convirti¨® al estadio en una verbena con La pres¨® del rei de Fran?a, marcaron los hitos en esta primera parte de un espect¨¢culo que como todos los de su perfil no pudo valorarse musicalmente sino desde el punto de vista emocional. Y emoci¨®n la hubo. En rojo y amarillo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.