Bruce Springsteen arrasa en Barcelona
El roquero apabull¨® en un concierto con un p¨²blico entregado, inicio de su gira europea
A las 21.25 el Camp Nou se vino abajo. ?Hola Barcelona, hola Catalu?a! dijo un se?or vestido de oscuro, con su inseparable chaleco enmarcando un cuerpo s¨®lido y dos brazos a¨²n musculosos. Griter¨ªo infernal, de 65.000 personas dando la bienvenida a Europa a la gira de The River. Impresionante. Y todo eso qued¨® en nada cuando sonaron los primeros acordes de Bandlands, primera canci¨®n del repertorio, sonando a todo trapo, como un sunami, un chute de pasi¨®n que por muchas veces que se haya vivido nunca se contempla imp¨¢vido, a nadie deja sin pesta?ear. Little Steven con su pa?uelo de pirata en la cabeza se un¨ªa en el micro a The Boss y el concierto iniciaba su vuelo con esas im¨¢genes mil veces vistas, pero a pesar de todo siempre vividas como una primera vez, como un primer beso. Sin permitir que la tensi¨®n bajase, No surrender sonaba en segundo lugar, rompi¨¦ndose as¨ª el orden de los temas interpretados en la gira norteamericana, que comenzaba con temas de The River.
Sonido a todo trapo, a¨²n dando m¨¢s sensaci¨®n de volumen por la forma de cantar de Bruce Sprignsteen, quien se desga?itaba en cada palabra, en cada frase, en cada momento. Lo hizo tambi¨¦n en la tercera canci¨®n My Love Will Not Let You Down, que ya dio paso a temas de The River mientras el estadio, literalmente, enloquec¨ªa. No es una exageraci¨®n, era, fue, as¨ª mismo, tal cual. No hab¨ªa para menos, pasaron por escena The Ties That Bind, Sherry Darling, Jackson Cage, una inopinada y triunfal I'm Going Down" coreada por la multitud, un Hungry Heart que sembr¨® inicios de afon¨ªa entre todos los que la corearon; es decir, casi todo el estadio, y una Out In The Street en la que el mism¨ªsimo Bruce se dio un paseo entre la multitud, cuya locura, si ello fuese posible, aument¨®. Y para que la tensi¨®n no bajase, el hueco entre una y otra no sol¨ªa ir m¨¢s all¨¢ del one, two, three que gritaba el jefe a sus m¨²sicos y, por extensi¨®n, al estadio.
Y bien, de acuerdo, el sonido no era excelente, al menos en el primer tramo del concierto, en el que se atrapaba al personal ya de entrada, tirando de potencia, entrega y sensaci¨®n de comuni¨®n, laica, con el rock. Para que la noche no acabase con prematuros ataques de coraz¨®n, cuando se llevaba una hora de concierto la presi¨®n comenz¨® a bajar y son¨® Here She Comes Walkin para enlazarla sin soluci¨®n de continuidad con I Wanna Marry You. El punto ¨¢lgido de este remanso de tranquilidad en medio de la tormenta el¨¦ctrica lo inici¨® una entrada de arm¨®nica y, s¨ª, The River tachonaba todo el Camp Nou de luces de m¨®viles titilando como en un cielo digital bajo el que todo el mundo parec¨ªa quererse. Fue realmente hermoso, un instante de una emotividad absoluta. Salva de aplausos, instantes de silencio y de nuevo una balada, esta vez la profunda Point blank, con su largo desarrollo cadencioso, pausado, enmarcado por la estampa de Bruce Springsteen, sin guitarra, cantando en el centro del escenario, dando sentido a la letra con el movimiento de sus brazos.
Y como siempre, la m¨²sica como ¨²nica protagonista. El escenario, rematado por las banderas de Estados Unidos y de Catalu?a, era grande, s¨®lo eso. Con lo justo para destacar la humanidad de una banda de se?ores mayores encabezada por alguien que a sus 66 a?os se crece sobre los escenarios, que ocupa por horas mostrando una entrega f¨ªsica a todas luces incre¨ªble a su edad. Y lo mejor es que pese a que se sabe que los conciertos de Springsteen son as¨ª, sin truco, apelando a valores elementales, sigue sorprendiendo, sigue apabullando, permite seguir pensando que a pesar de los pesares todo no se ha perdido. Y para m¨¢s inri cada concierto es diferente, y el de Barcelona incluy¨® piezas no habituales en la gira norteamericana como Atlantic City o Darlington County, entre otras.
Hab¨ªa transcurrido hora y media y The Boss, incansable, se dedic¨® a recoger y leer los carteles que le tend¨ªan los fans indic¨¢ndole que canciones quer¨ªan escuchar. Una fiesta. ?Pod¨ªa mejorar?, ah¨ª va Glory Days, pareci¨® pensar, y de nuevo el estadio comi¨¦ndole en la manita. Es lo que continu¨® haciendo hasta el final de la noche, una noche ¨¦pica de m¨¢s de tres horas y media en la que se alternaron baladas y piezas que retumbaban en el est¨®mago: Ramrod, Drive All Night, Lonesome Day, Brilliant Disguise, The Rising, Purple Rain recordando a Prince, Born In The USA, Born To Run y Dancin In The Dark con todas las luces del estadio encendidas¡.. hasta la final Twist and shout.
S¨ª, no resta espacio para el cinismo. The Boss comenz¨® triunfal su gira europea. Cada actuaci¨®n ser¨¢ diferente, pero cada concierto ser¨¢ igual, un pulso al tedio, un mensaje n¨ªtido y sin recovecos: la m¨²sica, el rock, es uno de los mejores lenitivos. Y Bruce Springsteen el mejor curandero de multitudes.
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