Paul Auster: el f¨²tbol y el sill¨®n de los domingos
El fallecido novelista y cineasta estadounidense, m¨¢s que un fan¨¢tico de los deportes, fue un aficionado a ¡°perder el tiempo¡± frente al televisor, observando ¡°a los nuevos h¨¦roes de la civilizaci¨®n moderna¡±
¡°El f¨²tbol es un milagro que le permiti¨® a Europa odiarse sin destrozarse¡±. La frase, atribuida al recientemente fallecido escritor estadounidense Paul Auster, no s¨®lo denota inter¨¦s por el tema, sino una postura propia de quien mira el juego como instrumento m¨¢s que el lenguaje de las t¨¢cticas. De quien lo observa m¨¢s que lo practica.
Auster fue un deportista infantil, seg¨²n...
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¡°El f¨²tbol es un milagro que le permiti¨® a Europa odiarse sin destrozarse¡±. La frase, atribuida al recientemente fallecido escritor estadounidense Paul Auster, no s¨®lo denota inter¨¦s por el tema, sino una postura propia de quien mira el juego como instrumento m¨¢s que el lenguaje de las t¨¢cticas. De quien lo observa m¨¢s que lo practica.
Auster fue un deportista infantil, seg¨²n propia confesi¨®n. Jug¨® beisbol y f¨²tbol americano en el colegio, pero su an¨¢lisis, manifestado en charlas y columnas, estaba centrado m¨¢s bien en sus manifestaciones masivas. Alguna vez dijo que el triunfo de Francia en la Copa del Mundo de 1998 ¡°fue la mayor alegr¨ªa ciudadana que se recuerda en Par¨ªs desde la liberaci¨®n del yugo nazi en 1944¡å.
Las reflexiones que m¨¢s lo acercan al fen¨®meno, sin embargo, est¨¢n en el libro Aqu¨ª y ahora, que recoge las cartas intercambiadas con el escritor sudafricano J. M. Coetzee entre el 2008 y el 2011, entre las cuales hay una ¨Cen la antesala de la Copa del Mundo del 2010¨C donde reflexionan sobre ¡°la p¨¦rdida de tiempo¡± que significa sentarse en un sill¨®n el domingo a presenciar un espect¨¢culo deportivo.
Coetzee est¨¢ decepcionado porque el deporte moderno, dice, carece de ¨¦tica y por lo tanto es capaz de pasarse toda una tarde mirando tenis ¡°en busca de un momento de hero¨ªsmo, de nobleza¡±. Para Auster, el ejercicio tiene un valor est¨¦tico: ¡°es arte en vivo. Hay ah¨ª un elemento narrativo que nos conduce a un final, conocer el resultado. Experimentamos cierto estupor ante el hecho de que otro ser humano sea capaz de lograr tales cosas, que nosotros (como especie) no seamos ¨²nicamente los gusanos que muchas veces perecemos ser sino que tambi¨¦n podamos realizar milagros¨C en el tenis, la m¨²sica, la poes¨ªa, la ciencia¨C, y esa envidia y admiraci¨®n se funden en un sentimiento de abrumadora alegr¨ªa. Y es ah¨ª donde se fusiona lo est¨¦tico y lo ¨¦tico¡±.
Auster recuerda en sus cartas que ver deportes en la televisi¨®n se transform¨® en un placer culpable. Prefiere, por supuesto, aquellos que conoce pero, sobre todo, donde est¨¢n los equipos o los jugadores que conoce. ¡°El inter¨¦s se vuelve m¨¢s profundo cuando cada jugador es una figura familiar, una cantidad conocida, y esta familiaridad aumenta la capacidad de uno para soportar el aburrimiento, todos esos momentos tristes en los que no sucede gran cosa¡±.
Cuando ni?o, le narra a Coetzee, ¡°se me meti¨® en la cabeza que los jugadores de f¨²tbol (en su versi¨®n estadounidense) son los verdaderos h¨¦roes de la civilizaci¨®n moderna, quiz¨¢s por verlo en las fotos o sentado frente al televisor los domingos¡±. Su madre le compr¨® el equipamiento y pronto comenz¨® a fantasear con sus propias haza?as. Hasta que un d¨ªa le escribi¨® una carta a Otto Graham (el mariscal de campo de los Cleveland Browns, el mejor de su ¨¦poca) para invitarlo a su octavo cumplea?os. ¡°Recuerdo una fantas¨ªa en la que Otto Graham ven¨ªa a mi casa e ¨ªbamos al patio trasero para jugar a la pelota. Esa fue la fiesta de cumplea?os. No hab¨ªa otros invitados presentes, ni otros ni?os, ni siquiera mis padres, nadie excepto yo y el inmortal Otto¡±.
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