Virtuosa provincia
Andr¨¦s Montero logra levantar en ¡®El a?o en que hablamos con el mar¡¯ un entramado original donde la leyenda y la f¨¢bula logran penetrar los rasgos de un mundo alejado de lo urbano y lo contempor¨¢neo
Autor de varios libros premiados y traducidos a distintas lenguas, Andr¨¦s Montero (Santiago, 1990) se consolida con El a?o en que hablamos con el mar, su tercera novela, como una de las voces m¨¢s valiosas de la actual narrativa chilena. En esta nueva obra se relata el regreso de Jer¨®nimo Garc¨¦s, un periodista que ha vivido toda su vida en el extranjero, a una innominada y peque?a isla en el sur de Chile. All¨ª se reencuentra con la casona, ahora abandonada, en la que pas¨® su infancia con sus 11 t¨ªos y su abuela (ya difuntos), y con Juli¨¢n, su hermano gemelo que, a diferencia de ¨¦l, nunca ha salido de su tierra natal.
La narraci¨®n vuelve sobre algunas notas caracter¨ªsticas de la obra de Montero: personajes al borde de la f¨¢bula, la oralidad como transmisi¨®n privilegiada de la tradici¨®n y una prosa desenfadada, liviana y llana que pone especial atenci¨®n a los conflictos que afectan a los sujetos de la trama. Una vez m¨¢s, el chileno traduce en lenguaje novelesco el dictamen que hiciera Gabriela Mistral para el narrador folcl¨®rico: ¡°Es vivo a causa de la sobriedad, que cuenta casi siempre alguna cosa m¨¢gica, o extraordinaria a lo menos, que est¨¢ cargada de electricidad creadora¡±.
Los protagonistas de El a?o en que hablamos con el mar, Jer¨®nimo y Juli¨¢n, son dos personajes antin¨®micos. El primero representa, a pesar de su origen rural, la sofisticaci¨®n letrada y cosmopolita. Ha vivido en el extranjero, ha recorrido el mundo escribiendo reportajes y posee referencias clave de la cultura europea, como Walter Benjamin o ?talo Calvino. Su gemelo Juli¨¢n, por el contrario, luego de haber enviudado de Milena, la mujer de origen argentino con la que estuvo casado m¨¢s de 40 a?os, vive aislado, literalmente, en la punta del cerro. Tras una separaci¨®n de medio siglo, el reencuentro de los hermanos no est¨¢ exento de tensiones.
Ambos gemelos, que hasta la mayor¨ªa de edad vivieron dedicados a explorar la isla, a los juegos infantiles y a trabajar la tierra, hab¨ªan perdido todo contacto despu¨¦s de que Jer¨®nimo no volviera de un viaje a Buenos Aires en el que intent¨® localizar a su presunto padre, a quien nunca lleg¨® a conocer. Luego de varias d¨¦cadas viviendo en Espa?a, el estallido social de 2019 en Chile le da la oportunidad de volver, esta vez como reportero, a su pa¨ªs natal. Al llegar a Santiago se encuentra con una ciudad en llamas, pero no parece estar ah¨ª el sentido perdido de su vida, por lo que contin¨²a rumbo al sur, hacia su isla de infancia. Sin embargo, este retorno, que debiera haber sido poco m¨¢s que una breve estad¨ªa, se convierte, a causa del aislamiento producido por el virus del COVID, en una estancia de meses en que el periodista se encuentra de golpe con todo su pasado.
La isla es un territorio irreal en su idealizaci¨®n buc¨®lica, tanto que, para Jer¨®nimo, ella ¡°no estaba en los mapas¡±. All¨ª no hay bancos ni internet, y el ritmo de la vida se encuentra marcado, igual que las cuatro partes del libro, por las estaciones del a?o. La celeridad de Jer¨®nimo, propia del hombre acostumbrado a la ciudad y a sus comodidades, choca constantemente con la simpleza de un mundo que no es posible adelantar, pues el invierno y el verano llegan cuando les corresponde, no cuando los personajes pretenden que lo haga. Gran parte de la narraci¨®n est¨¢ relatada desde una primera persona plural; un nosotros al que da voz el pueblo de la isla.
Son los lugare?os que, reunidos en un barco encallado que hace las veces de taberna, construyen un relato colectivo a partir de los retazos que cada uno recuerda o conoce. Noche a noche, vuelven a sus casas satisfechos, pues eran capaces de reconstruir la historia entre todos. ¡°Al principio avanz¨¢bamos lento, porque todos quer¨ªamos aportar un detallito, alguna ocurrencia, imprimirle a la historia algo nuestro, y las discusiones se volv¨ªan eternas¡±. Este nosotros es mucho m¨¢s que una t¨¦cnica narrativa para mostrar una voz colectiva: es, de alg¨²n modo, una toma de posici¨®n para poner en valor un modo de recordar ¡ªy, de paso, de fabular¡ª que est¨¢ mucho m¨¢s relacionado con un imaginario com¨²n que con la genialidad de la creaci¨®n individual.
El centro de la trama, empero, est¨¢ en aquello que ocurre con los dos hermanos y su reencuentro. La dupla Jer¨®nimo / Juli¨¢n sirve para mostrar las dos caras de una misma moneda: las personalidades de ambos enfatizan rasgos que, m¨¢s que oponerse, se complementan. Aunque, a ratos hay en Montero un dejo de superioridad a la hora de describir el mundo rural o de criticar la hiperconexi¨®n de los sujetos que llegan a la isla con sus c¨¢maras de fotos y maletas con ruedas, pareciera haber en el narrador un esp¨ªritu m¨¢s l¨²dico que condescendiente. De todos modos, la vida que ha llevado Jer¨®nimo en el extranjero ejerciendo el periodismo se describe como una biograf¨ªa te?ida por lo no aut¨¦ntico, lo impostado, lo falso: ¡°Ese yo cronista ten¨ªa mucho de disfraz. Aquel ente abstracto resultaba estupendo para esconderme tras las letras dejando ver a alguien mejor, m¨¢s comprometido, m¨¢s aventurero, m¨¢s inteligente, tant¨ªsimo m¨¢s deseable que el amasijo de carne y huesos que estaba golpeando, casi siempre cansado, casi siempre triste, casi siempre harto de todo, las teclas del ordenador¡±. El retorno a casa, de ese modo, se convierte en el retorno a lo genuino y lo real. Habr¨ªa, para el narrador, mucha m¨¢s verdad en el trabajo manual de reparar la mansi¨®n familiar o de labrar la tierra que en los libros escritos por Jer¨®nimo, esos que yacen sin pena ni gloria en la abandonada biblioteca de la isla.
El a?o en que hablamos con el mar es, sin duda, un paso adelante en las narraciones de Montero. A una prosa que desde hace a?os ven¨ªa mostrando ligereza y ritmo se suman, ahora, personajes cuyas tramas y conflictos tienen hondura sin caer en lo grave o excesivamente serio. Y aunque los ecos de Garc¨ªa M¨¢rquez est¨¢n mucho m¨¢s presentes de lo que a primera vista podr¨ªa considerarse, Montero logra levantar un entramado original donde la leyenda y la f¨¢bula logran penetrar los rasgos de un mundo alejado de lo urbano y lo contempor¨¢neo. Su mirada de lo buc¨®lico rural est¨¢ conscientemente idealizada; sin embargo, todo pareciera redimirse cuando pone el ¨¦nfasis en aquello que muchas veces, por nuestro propio apuro y velocidad, no logramos ver.
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