?De qui¨¦n es el cielo?
La necesidad de leyes supranacionales que regulen el espacio exterior es cada vez m¨¢s acuciante
La historia de la humanidad est¨¢ ¨ªntimamente asociada a los conceptos de propiedad y utilidad, de explotaci¨®n de bienes, de beneficio econ¨®mico y de reparto (equitativo y solidario o desigual y ego¨ªsta) de riquezas y recursos. La propiedad de extensiones de tierra es una de las bases de nuestra organizaci¨®n mundial en pa¨ªses, que se ha ido esculpiendo tanto a trav¨¦s de conflictos, colonizaciones, guerras de independencia y revoluciones (tantas veces movidas por disquisiciones sobre de qui¨¦n es qu¨¦ cosa y por el beneficio econ¨®mico de unos pocos), como por avances tecnol¨®gicos y un af¨¢n continuo por la exploraci¨®n y la superaci¨®n de fronteras.
Las Naciones Unidas reconoce 195 naciones soberanas con derecho a determinar libremente su r¨¦gimen pol¨ªtico y su desarrollo econ¨®mico, social y cultural sin injerencias. Sin embargo, muchas de las decisiones y actividades nacionales afectan al resto del planeta. Por ejemplo, los efectos de las emisiones de CO2 o la explotaci¨®n de los bosques o el subsuelo trascienden fronteras. Esto demanda la creaci¨®n de organismos globales, por encima de las soberan¨ªas nacionales, que regulen nuestra actividad porque, al fin y al cabo, ?de qui¨¦n es la Tierra? En cambio, lamentablemente florecen en los ¨²ltimos tiempos las reacciones chovinistas, ultranacionalistas, xen¨®fobas y miopes con respecto a los conceptos de necesidades de especie y de comunidad global.
Durante milenios, el ser propietario de un trozo de terreno solo significaba el poder hacer lo que se quisiera en la superficie. Nadie se preocupaba mucho de lo que hubiera por encima ni por debajo. Pero llegaron cosas como el petr¨®leo y empez¨® a ser muy importante tener claro de qui¨¦n es el subsuelo debajo de tu casa. Que se lo cuenten a los que est¨¢n haciendo fracking por todo el mundo. Por no hablar de los tesoros que puedes desenterrar en tu jard¨ªn, en la playa o cuando construyes o remodelas una casa.
A mediados del siglo pasado, cuando comenz¨® la explotaci¨®n comercial de los viajes en avi¨®n, surgi¨® el debate acerca de la propiedad de los cielos
De manera an¨¢loga, a mediados del siglo pasado, cuando comenz¨® la explotaci¨®n comercial de los viajes en avi¨®n, surgi¨® el debate acerca de la propiedad de los cielos. La Ley Internacional hoy incluye el concepto de ¡°espacio a¨¦reo¡±, que pertenece a la naci¨®n sobre la que est¨¢, aunque no se especifica hasta qu¨¦ altura. Con el desarrollo de la carrera espacial, las Naciones Unidas redactaron una ley espacial (tras a?os de discusi¨®n, por ejemplo sobre si hab¨ªa que poner una bandera en la Luna) donde se indica, entre otras cosas, que el ¡°espacio exterior¡± es propiedad de toda la humanidad. Sin embargo, no se especifica qu¨¦ se entiende por espacio exterior, d¨®nde empieza, !ni d¨®nde -o cu¨¢ndo- acaba!
El vac¨ªo legal sobre el espacio ha permitido que empiecen a proliferar sat¨¦lites comerciales en ¨®rbitas bajas alrededor de la Tierra. Entre ellas destaca Starlink, propiedad del multimillonario Elon Musk, que se define como una constelaci¨®n de miles de sat¨¦lites de peque?o tama?o que orbitar¨¢n a altitudes entre 450 y 1200 km y pretenden dar cobertura de internet a nivel planetario, con m¨²ltiples aplicaciones en campos cient¨ªficos, civiles y militares. Este tipo de iniciativas ya cuenta con una decena de competidores y se espera que para finales de este a?o y el siguiente pueda haber miles de estos artefactos surcando los cielos. Los enjambres de sat¨¦lites lanzados por compa?¨ªas estadounidenses autorizadas por su gobierno ya surcan en su ¨®rbita cielos alrededor de todo el mundo.
Tras el lanzamiento de los primeros 60 sat¨¦lites de Starlink, hace ya casi un a?o, se empezaron a detectar cadenas de luces en los cielos nocturnos. Muchos observatorios astron¨®micos profesionales, por ejemplo los del Observatorio Europeo Austral (ESO) o del Observatorio Internacional de Cerro Tololo (CTIO), han visto sus medidas arruinadas debido a estos sat¨¦lites. Teniendo en cuenta el coste de estas instalaciones, en el caso de ESO unos 60.000 euros por noche que salen de las arcas de 14 naciones europeas m¨¢s Brasil, no solo los astr¨®nomos, bastante preocupados e incluso enfadados con el asunto, sino todos los ciudadanos y gobiernos deben tomar cartas en el asunto.
El vac¨ªo legal sobre el espacio ha permitido que empiecen a proliferar sat¨¦lites comerciales en ¨®rbitas bajas alrededor de la Tierra
En lo que a la astronom¨ªa respecta, en estos momentos Starlink ha lanzado al espacio 300 sat¨¦lites que se interponen en el camino de todo, desde asteroides potencialmente peligrosos que hay que monitorizar, hasta galaxias que nos dicen c¨®mo era el universo en su infancia, y afectan a ambiciosos proyectos multimillonarios en desarrollo como el Vera C. Rubin Observatory o ELT. Sin embargo, no tenemos nadie a quien reclamar, aunque asociaciones cient¨ªficas nacionales y supranacionales como la IAU o AAS han reaccionado con preocupaci¨®n y est¨¢n evaluando la situaci¨®n, elaborando informes detallados y pidiendo medidas.
Los cient¨ªficos partimos de la posici¨®n de que, como ocurre con el resto del planeta, el cielo nocturno es un bien com¨²n que debemos cuidar entre todos, permitiendo a las nuevas generaciones disfrutar y conocer el firmamento como se ha hecho durante milenios. Por otro lado, seguramente el problema no dista mucho, conceptualmente y en ciertos aspectos, de los problemas entre taxistas y plataformas como Uber: es dif¨ªcil luchar contra los avances tecnol¨®gicos. Los intereses econ¨®micos y sociales involucrados son inmensos. Pero tambi¨¦n hay que prestar atenci¨®n a los intereses culturales, las implicaciones para la ciencia b¨¢sica y las proyecciones al futuro cuando la propiedad del cielo y los astros sea el pan nuestro de cada d¨ªa.
De manera m¨¢s general, en los pr¨®ximos a?os el cambio clim¨¢tico, los avances en ingenier¨ªa gen¨¦tica e inteligencia artificial, los viajes comerciales al espacio y la explotaci¨®n de los recursos lunares, marcianos o de asteroides, o el control de enfermedades a nivel planetario, van a requerir la redacci¨®n de leyes y ejecuci¨®n de pol¨ªticas supranacionales. La realidad es que esas acciones son urgentes ya.
Pablo G. P¨¦rez Gonz¨¢lez es investigador del Centro de Astrobiolog¨ªa, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas y del Instituto Nacional de T¨¦cnica Aeroespacial (CAB/CSIC-INTA).
Patricia S¨¢nchez Bl¨¢zquez es profesora titular en la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Vac¨ªo C¨®smico es una secci¨®n en la que se presenta nuestro conocimiento sobre el universo de una forma cualitativa y cuantitativa. Se pretende explicar la importancia de entender el cosmos no solo desde el punto de vista cient¨ªfico sino tambi¨¦n filos¨®fico, social y econ¨®mico. El nombre "vac¨ªo c¨®smico" hace referencia al hecho de que el universo es y est¨¢, en su mayor parte, vac¨ªo, con menos de 1 ¨¢tomo por metro c¨²bico, a pesar de que en nuestro entorno, parad¨®jicamente, hay quintillones de ¨¢tomos por metro c¨²bico, lo que invita a una reflexi¨®n sobre nuestra existencia y la presencia de vida en el universo.
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