Repensar las enfermedades infecciosas para el siglo XXI
En solo 20 a?os los coronavirus han saltado al hombre en tres ocasiones produciendo dos epidemias y una pandemia de enorme magnitud
Las enfermedades infecciosas siguen siendo determinantes de la historia humana. Cuando aparecieron las primitivas sociedades densas se crearon condiciones para la transmisi¨®n de enfermedades de un hombre a otro. El sarampi¨®n, la viruela, el SIDA y los coronavirus, son regalos de los animales. Las conquistas del pasado fueron resultado de la superior organizaci¨®n y tecnolog¨ªa de los europeos y de los g¨¦rmenes que hab¨ªan evolucionado con ellos durante milenios. Cuando los pueblos nativos entraron en contacto con la viruela, murieron en proporciones inimaginables. Epidemias terribles diezmaron la...
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Las enfermedades infecciosas siguen siendo determinantes de la historia humana. Cuando aparecieron las primitivas sociedades densas se crearon condiciones para la transmisi¨®n de enfermedades de un hombre a otro. El sarampi¨®n, la viruela, el SIDA y los coronavirus, son regalos de los animales. Las conquistas del pasado fueron resultado de la superior organizaci¨®n y tecnolog¨ªa de los europeos y de los g¨¦rmenes que hab¨ªan evolucionado con ellos durante milenios. Cuando los pueblos nativos entraron en contacto con la viruela, murieron en proporciones inimaginables. Epidemias terribles diezmaron las islas del Pac¨ªfico hasta principio del siglo XX, cuando se complet¨® la unificaci¨®n microbiana del mundo. Como se?al¨® Jared Diamond, ¡°armas, g¨¦rmenes y acero¡± han determinado qu¨¦ pueblos han sido dominadores y cuales los despose¨ªdos de la tierra.
En la historia privada de las personas, las enfermedades infecciosas son motivo de gran sufrimiento. Por eso, quienes contribuyeron a la liberaci¨®n del hombre de estas fuerzas de la naturaleza se consideran benefactores de la humanidad.
Las condiciones sociales en las que vivimos, constituyen el factor m¨¢s importante de nuestra susceptibilidad a ellas
Hoy volvemos a estar afligidos por un virus originalmente salido de la tenebrosa garganta de un murci¨¦lago que, saltando a otras especies, ha llegado hasta nosotros; y estamos at¨®nitos al comprobar que pese al desarrollo tecnol¨®gico alcanzado, no podamos evitar una cat¨¢strofe que amenaza nuestras vidas. Pero ?c¨®mo hemos llegado aqu¨ª?
La mayor¨ªa de las enfermedades infecciosas no son nuevas. Los coronavirius son conocidos desde hace m¨¢s de 50 a?os. Son microorganismos que evolucionan y aprovechan las oportunidades del mundo en transformaci¨®n, los cambios del comportamiento humano, la forma como producimos y distribuimos los alimentos, el transporte y la tecnolog¨ªa. En solo 20 a?os los coronavirus, de ser pat¨®genos animales que solo causaban un insignificante resfriado, han saltado al hombre en tres ocasiones produciendo dos epidemias y una pandemia de enorme magnitud.
En este escenario, las decisiones pol¨ªticas y socioecon¨®micas tomadas por gobiernos o agentes empresariales, repercuten en lugares distantes. El comercio, las relaciones internacionales, la explotaci¨®n de la naturaleza o c¨®mo se estructuran los sistemas de salud, tienen impacto en el desarrollo de las enfermedades infecciosas. En resumen, las condiciones sociales en las que vivimos, constituyen el factor m¨¢s importante de nuestra susceptibilidad a ellas.
No podemos predecir el futuro; confiamos en la ciencia, pero ¡°atesorar conocimiento no es suficiente; hay que aplicarlo¡¡¡± como dec¨ªa Goethe
Vivimos en una econom¨ªa interdependiente y planetaria que se basa en la libertad de mercado y en la competencia. Siente aversi¨®n por la intervenci¨®n estatal, le disgusta el d¨¦ficit p¨²blico y estima que la protecci¨®n social impide el desarrollo. Deshumaniza la sociedad y la abandona a la evoluci¨®n darwiniana. El poder econ¨®mico, antes en manos de los estados, est¨¢ hoy en los consejos de administraci¨®n de corporaciones cuya actividad puede eludir el control democr¨¢tico. La OMC, creada en 1995 en plena efervescencia neoliberal, es la ¨²nica organizaci¨®n que se ocupa de las normas que rigen el comercio internacional.
La globalizaci¨®n ha tenido efectos beneficiosos sobre la salud en muchos pa¨ªses aunque con desigualdades regionales. ?frica, ¡°de donde siempre nos viene algo inesperado¡± seg¨²n Plinio el Viejo en su Historia Natural, no se ha beneficiado mucho del proceso. Guerras, epidemias letales, emigraci¨®n forzada, contrarrestan los significativos avances en la lucha contra el SIDA o las tripanosomiasis. El intercambio de conocimientos y tecnolog¨ªa y los avances de la industria farmac¨¦utica han mejorado la salud en muchos lugares. La creaci¨®n de riqueza y una mejor alimentaci¨®n e higiene, son a¨²n m¨¢s importantes. En Asia se han conseguido aumentar la vida media y disminuir de la mortalidad infantil. Pero la producci¨®n de alimentos para satisfacer las necesidades de pa¨ªses superpoblados, ha necesitado pol¨ªticas agrarias y forestales con fuerte impacto medioambiental. La concentraci¨®n de cientos de miles de animales en explotaciones agropecuarias no tiene precedentes en la historia y actualmente el 90% de la biomasa del planeta, est¨¢ constituida por seres humanos y ganado. Se han creado ecosistemas donde ignotos virus animales evolucionan, intercambian genes, saltan de especie en especie buscando nuevos hospedadores donde extender su ciclo vital. A veces, el azar y la necesidad les hace encontrarse con nosotros.
En tiempos de crisis, las consecuencias de las pol¨ªticas neoliberales sobre los sistemas sanitarios se hacen patentes: insuficiencia financiera, penuria de camas hospitalarias para una poblaci¨®n creciente, reducciones de personal, privatizaciones, abandono de pol¨ªticas de salud p¨²blica, dispersi¨®n de recursos y, no menos grave, escasez de inversiones para investigaci¨®n.
El intercambio de conocimientos y tecnolog¨ªa y los avances de la industria farmac¨¦utica han mejorado la salud en muchos lugares
Estas dificultades son compartidas, y sistemas prestigiosos como el NHS de Gran Breta?a, se han transformado en empresas hospitalarias con gesti¨®n descentralizada y tras d¨¦cadas de recortes, ha visto disminuir el n¨²mero de m¨¦dicos, muchos hospitales han perdido capacidad y est¨¢n pobremente equipados. Actualmente, seg¨²n la OCDE Gran Breta?a tiene menos camas por 1000 habitantes (2.5) que Espa?a (3) y muchas menos que Alemania (8). Durante una crisis, cuando un centro directivo ¨²nico es m¨¢s necesario, esta dispersi¨®n favorece la competici¨®n por el material y el personal. Algo parecido ocurre ahora en Espa?a entre las CCAA.
En EEUU, donde la asistencia sanitaria est¨¢ privatizada y 50 millones de habitantes no est¨¢n asegurados, la epidemia actual puede tener consecuencias terribles. Seg¨²n datos publicados en N Engl J Med el 27 de Marzo, se estima que en el mejor de los escenarios, podr¨ªan contagiarse 16-64 millones de personas, entre 1,280.000 y 5 millones requerir¨ªan hospitalizaci¨®n y entre 960.000 y 3.840.000 requerir¨ªan ingreso en UCI. Considerando que el n¨²mero de respiradores es inferior a 200.000 unidades, hemos de concluir que el pa¨ªs se enfrenta a un reto colosal. Su capacidad industrial podr¨¢ producir muchos en poco tiempo, pero estos equipos precisan personal muy entrenado y eso no se improvisa f¨¢cilmente.
Sucintamente, las fuerzas que configuran la salud vienen determinadas por factores humanos y econ¨®micos y est¨¢n sujetos a intereses de grupos. El futuro de la salud del planeta estar¨¢ relacionado con la econom¨ªa transnacional y los cambios sociopol¨ªticos y tecnol¨®gicos que est¨¢n ocurriendo. La globalizaci¨®n se ha convertido en un factor modificador de la epidemiolog¨ªa de las enfermedades infecciosas. Pero si bien estos cambios tienen un fuerte componente de fabricaci¨®n humana, la vida microbiana tiene leyes que escapan a nuestro control y tiende a abrirse camino por la v¨ªa de la evoluci¨®n, esquivando interferencias.
El futuro de la salud del planeta estar¨¢ relacionado con la econom¨ªa transnacional y los cambios sociopol¨ªticos y tecnol¨®gicos que est¨¢n ocurriendo
No podemos predecir el futuro; confiamos en la ciencia, pero ¡°atesorar conocimiento no es suficiente; hay que aplicarlo¡¡¡± como dec¨ªa Goethe. Esperamos una buena administraci¨®n p¨²blica para sobrevivir y gozar de las maravillas que nos rodean y dan valor a la vida. Pero ¡°¡¡ la voluntad no basta; hay que actuar¡±.
La superpoblaci¨®n, la pobreza rampante en gigantescas zonas del mundo, la forma en que producimos los alimentos, c¨®mo tratamos el medio ambiente, parecen augurar un futuro incierto. Al final de Medea, la tragedia de Eur¨ªpides, el coro abandona la escena recitando: ¡°los dioses nos crean muchas sorpresas: lo esperado no se cumple y un dios abre la puerta a lo inesperado¡±. Quiz¨¢s ¨¦sa sea la puerta por la que nuevos microorganismos ahora en gestaci¨®n en la profundidad de las selvas, en los guetos de las grandes urbes, en los ultratecnificados hospitales occidentales o en los gigantescos gallineros y porquerizas distribuidos por el planeta, entraran e irrumpieran en nuestras vidas. En nosotros est¨¢ el impedirlo.
Manuel L. Fern¨¢ndez Guerrero es Profesor Em¨¦rito del Departamento de Medicina en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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