Los tres consejos del bosque para recuperar el tiempo perdido
La ¨²ltima obra de Joaqu¨ªn Ara¨²jo condena la prisa y recuerda la importancia de la naturaleza
Joaqu¨ªn Ara¨²jo (Madrid, 72 a?os) habla de su ¨²ltimo libro Los ¨¢rboles te ense?an a ver el bosque (Cr¨ªtica, 2020) mientras, del otro lado del tel¨¦fono, se oyen sus cabras agitarse y el viento perturbar ligeramente la comunicaci¨®n. ¡°Estoy pisando unos suelos que tienen 500 millones de a?os y tengo vistas sobre una naturaleza de unos 580 millones de a?os y de m¨¢s de 60 kil¨®metros de largo¡±, describe ...
Joaqu¨ªn Ara¨²jo (Madrid, 72 a?os) habla de su ¨²ltimo libro Los ¨¢rboles te ense?an a ver el bosque (Cr¨ªtica, 2020) mientras, del otro lado del tel¨¦fono, se oyen sus cabras agitarse y el viento perturbar ligeramente la comunicaci¨®n. ¡°Estoy pisando unos suelos que tienen 500 millones de a?os y tengo vistas sobre una naturaleza de unos 580 millones de a?os y de m¨¢s de 60 kil¨®metros de largo¡±, describe el ecologista y primer espa?ol galardonado con el Premio Global 500 de las Naciones Unidas y dos veces con el Premio Nacional de Medio Ambiente.
Cada una de las hojas de su ¨²ltima obra dan ganas de abrazar un ¨¢rbol. En su relato, Ara¨²jo describe la vida y complejidad de la naturaleza como si fuese un poema de m¨¢s de 300 p¨¢ginas y muestra una estrecha conexi¨®n con ella. El escritor lleva el t¨ªtulo de ¡°fundador de bosques¡±, aunque ¨¦l se diga ¡°campesino¡± o ¡°emboscado¡±, porque, en definitiva, ha plantado un bosque; unos 25.000 ¨¢rboles que corresponden a los d¨ªas que ha vivido.
La civilizaci¨®n se equivoc¨® al creer que no ten¨ªa nada que ver con el mundo
El enamorado del campo ha decidido vivir fuera del tiempo, sin relojes, para estar en armon¨ªa con los ¨¢rboles. ¡°Ellos existen fuera de las casillas del calendario¡±, asegura desde la sombra de un alcornoque que ¨¦l mismo sembr¨® en la comarca de Villuercas (C¨¢ceres), donde vive desde hace 42 a?os. Al leer su nueva obra y o¨ªr sus palabras, sobresalen tres caracter¨ªsticas de los ¨¢rboles que podr¨ªan servir a las personas para ser "m¨¢s humanas¡±.
Uno, toma su tiempo
El autor dedica varias p¨¢ginas a la ca¨ªda de una hoja y lo cuenta como si fuera un espect¨¢culo. El espacio que ofrece a tal acontecimiento que dura poco m¨¢s de dos segundos obliga al lector a pasar tiempo y a leer cada palabra con calma, al ritmo de la naturaleza. ¡°Ella no tiene prisa. Eso es una concepci¨®n exclusiva de los humanos y es devastadora. La prisa es la mayor estupidez¡±, opina antes de correr tras una cabra traviesa.
Un ¨¢rbol puede llegar a los 9.950 a?os como es el caso de la p¨ªcea solitaria de Noruega o, al menos y m¨¢s a menudo, a los cuatro milenios de vida como las secuoyas. El ser humano, sin embargo, lo puede cortar en cuesti¨®n de minutos. Ara¨²jo insiste en que la energ¨ªa que se ha ido acumulando durante millones de a?os, se gasta en apenas dos siglos. ¡°Un ¨¢rbol desaparece a la velocidad de la luz comparado con la lentitud de su crecimiento. La civilizaci¨®n se equivoc¨® al creer que no ten¨ªa nada que ver con el mundo¡±, afirma el ecologista.
Por eso y muchas otras razones, la nueva obra de Ara¨²jo vuelve a dar una oportunidad de contemplar lo que se quema, tala o aplasta. El lector establece un v¨ªnculo con la vegetaci¨®n, pues al escritor no se le escapa nada, ning¨²n detalle, ninguna definici¨®n. El emboscado toma el tiempo de describir, desde el nacimiento de la ra¨ªz hasta la rama m¨¢s alta, toda la vida que transcurre en una sola planta y resaltar su importancia. ¡°El 90% de lo que vive sobre la tierra es una planta¡±, asegura.
Dos, comunica
Algunos bosques cuentan con una sola especie de ¨¢rbol. ¡°Se trata de un mismo y ¨²nico ser vivo¡±, escribe Ara¨²jo. Por ejemplo, en Estados Unidos, 47.000 ¨¢lamos temblones ocupan 430.000 metros cuadrados. Previamente, el autor hace una comparaci¨®n curiosa: ¡°A trav¨¦s de sus ra¨ªces los ¨¢rboles llegan a construir una trama de tramas que hace palidecer de envidia a Internet. Entre otros motivos, porque nada circula de trivial o mentiroso por los conductos que la selva usa para ser¡±. Aunque todav¨ªa no haya evidencia cient¨ªfica el ecologista apunta que todos los ¨¢rboles podr¨ªan estar en contacto entre ellos a trav¨¦s de las ra¨ªces.
Los ¨¢rboles tienen su lenguaje. Ara¨²jo oy¨® un lamento escaparse de un tronco debido a la sequ¨ªa que padec¨ªa. Seg¨²n relata en su obra, peg¨® su oreja a la madera y se qued¨® asombrado. ¡°A?os m¨¢s tarde le¨ª, en m¨¢s de un informe cient¨ªfico, que el estr¨¦s h¨ªdrico comprime de tal forma los vasos por los que circula la savia que producen un sonido¡±, narra. Seg¨²n su punto de vista, los ¨¢rboles comunican entre ellos, pero tambi¨¦n con nosotros.
Tres, crea comunidad
Las ra¨ªces pueden ser sin¨®nimo de origen. ¡°Quise hacer un recordatorio¡±, explica el autor que destina un cap¨ªtulo a este elemento del cual parte la vida y que al mismo tiempo le ancla en un punto del mapa. ¡°Nosotros procedemos del bosque y hay una clara necesidad de crear una nueva humanidad, al igual que una nueva normalidad. Deber¨ªamos ser capaces de aprovechar la pandemia porque es una clarividente advertencia de que hacemos mal las cosas de manera masiva y generalizada¡±, opina. Ara¨²jo tiene muy claro que la civilizaci¨®n, para cambiar, tiene que aprender del bosque. Para ¨¦l, es un modelo de fraternidad, de comunicaci¨®n, de econom¨ªa, y sobre todo, de comportamiento solidario, algo que recuerda a lo largo de su libro. ¡°El bosque sabe lo que significa ser comunidad¡±, a?ade.
Cuando ten¨ªa apenas cinco a?os, Joaqu¨ªn Ara¨²jo quer¨ªa jugar a ser jardinero y ped¨ªa instrumentos de labranza. Su sue?o se cumpli¨®: pasa seis horas al d¨ªa ocup¨¢ndose de su huerto y sus 5.000 plantas. A pesar de haber nacido en la capital, rodeado de coches, contaminaci¨®n, ruido y, como no, prisa, sent¨ªa desde siempre un inter¨¦s y un amor por la naturaleza. ¡°Tengo un gen travieso y era ese t¨ªpico estudiante revoltoso¡±, confiesa con humor. ¡°Adem¨¢s soy tataranieto de militares. No parece que estuvieran en el campo viendo crecer la hierba ?no?¡±, a?ade. Sin contacto directo con el mundo rural, hacia los 18 a?os, Ara¨²jo empez¨® a escribir poemas. ¡°Es dif¨ªcil no escribir cuando contemplas¡±, asevera. Para ¨¦l, la contemplaci¨®n es un principio de comprensi¨®n e insiste en que todas las personas necesitan recurrir a ella: ¡°Es la forma m¨¢s pac¨ªfica de disfrutar de la vida y, como seres vivos, aunque lo ocultemos o la masacremos, estamos enamorados de la vida¡±.
Datos alarmantes
Hay unas dos millones de especies catalogadas lo que, seg¨²n Ara¨²jo, corresponden al 20% de los seres vivos que existen. En cuanto a ¨¢rboles, unos 75.000 millones cubren la tierra, y se han descrito unas 60.000 especies. Hasta ah¨ª, todo bien. Sin embargo, seg¨²n el ecologista, el planeta se podr¨ªa quedar sin ¨¢rboles dentro de tres siglos ya que ¡°a lo largo de los ¨²ltimos doscientos a?os, se ha perdido un tercio de los bosques que hab¨ªa". Adem¨¢s, en estos momentos, se planta la mitad de lo que se pierde, seg¨²n el experto. Para paliar este problema y colmar el vac¨ªo, la Organizaci¨®n de Naciones Unidas estim¨® que cada ser humano ten¨ªa que plantar 120 ¨¢rboles. Ara¨²jo no est¨¢ del todo convencido: "Es una iniciativa muy buena, pero no suficiente. Ah¨ª interviene la cuesti¨®n de la calidad. No es lo mismo una vieja encina de 400 a?os que un brinzal de dos que has puesto t¨² a crecer. Ser viejo es un atributo de calidad. La soluci¨®n que veo es lanzar un decreto que impida que se corte un solo ¨¢rbol m¨¢s y adem¨¢s procurar de que no enfermen".
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