Jos¨¦ Luis G¨®mez-Skarmeta, un legado generoso
Amigos y compa?eros recuerdan al carism¨¢tico investigador del Centro Andaluz de Biolog¨ªa del Desarrollo que ha muerto a los 54 a?os
El pasado mi¨¦rcoles 16 de septiembre nos dej¨® Jos¨¦ Luis G¨®mez-Skarmeta despu¨¦s de un a?o de lucha contra el c¨¢ncer. En las dolorosas horas que siguieron a su muerte, sus amigos y colaboradores m¨¢s cercanos del Centro Andaluz de Biolog¨ªa del Desarrollo en Sevilla, contestamos como pudimos a una marea de correos y llamadas telef¨®nicas de colegas de todo el mundo. Las redes se inundaron de mensajes de apoyo, celebrando su vida y lamentando con incredulidad su fallecimiento. No pod¨ªa ser de otra manera. Se trataba de...
El pasado mi¨¦rcoles 16 de septiembre nos dej¨® Jos¨¦ Luis G¨®mez-Skarmeta despu¨¦s de un a?o de lucha contra el c¨¢ncer. En las dolorosas horas que siguieron a su muerte, sus amigos y colaboradores m¨¢s cercanos del Centro Andaluz de Biolog¨ªa del Desarrollo en Sevilla, contestamos como pudimos a una marea de correos y llamadas telef¨®nicas de colegas de todo el mundo. Las redes se inundaron de mensajes de apoyo, celebrando su vida y lamentando con incredulidad su fallecimiento. No pod¨ªa ser de otra manera. Se trataba de uno de los cient¨ªficos m¨¢s relevantes del pa¨ªs, una referencia a nivel mundial en el campo de la epigen¨®mica, y una persona sin duda de excepcional carisma. Pero, para entender qui¨¦n era en realidad Jos¨¦ Luis, lo mejor es empezar al refugio de algunos conceptos b¨¢sicos de la gen¨¦tica, la ciencia que ¨¦l tanto amaba.
Los seres humanos, como todos los seres vivos, nos construimos en base a las instrucciones que recibimos de nuestros progenitores, y que estos recibieron a su vez de sus antepasados en una cadena que nos une a todos en un origen gen¨¦tico com¨²n. Estas instrucciones, almacenadas en el ADN, deciden entre otras cosas la forma de la cara, el tama?o del ojo, el n¨²mero de los dedos o las conexiones neuronales. Jos¨¦ Luis dedic¨® su carrera, prematuramente truncada a los 54 a?os, a entender c¨®mo este c¨®digo de instrucciones gen¨¦ticas controla la formaci¨®n de los ¨®rganos en el embri¨®n. Tambi¨¦n a comprender c¨®mo, en una escala de millones de a?os, estas instrucciones se modificaron para dirigir el cambio evolutivo que transform¨® la aleta en pata, y la pata en mano, por citar un ejemplo relevante. Y, finalmente, a entender la relaci¨®n que existe entre las mutaciones de este c¨®digo y numerosas enfermedades humanas. Empleando el pez cebra como organismo modelo, los intereses cient¨ªficos de Jos¨¦ Luis rotaban precisamente sobre estos tres ejes: desarrollo, evoluci¨®n y enfermedad. Su trabajo a lo largo de los a?os se ha materializado en m¨¢s de 100 publicaciones en prestigiosas revistas cient¨ªficas, a menudo colaborando con los mejores investigadores del campo.
Hace falta una persona extraordinaria para hacer ciencia extraordinaria, y Jos¨¦ Luis desde luego era de esa clase
Los cient¨ªficos, como todos los dem¨¢s, somos producto de las ense?anzas de nuestros maestros. Las escuelas cient¨ªficas se construyen pacientemente y con esfuerzo imbricando generaciones de investigadores que transmiten una cultura que va m¨¢s all¨¢ de los simples conocimientos t¨¦cnicos. Jos¨¦ Luis tuvo una infancia y adolescencia n¨®madas, a caballo entre Santiago de Chile, donde naci¨®, y Sevilla y Murcia donde complet¨® sus estudios de bachillerato y universitarios, respectivamente. Llegado el momento de decidir d¨®nde realizar su tesis doctoral, tuvo la determinaci¨®n y el acierto de escoger el laboratorio del Juan Modolell, en el Centro de Biolog¨ªa Molecular Severo Ochoa en Madrid. Este era uno de los laboratorios de referencia de la prestigiosa escuela espa?ola de gen¨¦tica del desarrollo iniciada en Madrid por Garc¨ªa-Bellido trabajando en la mosca del vinagre (Drosophila). Tras una etapa investigadora en Chile, Jos¨¦ Lu¨ªs regres¨® a Espa?a como investigador independiente, donde con su car¨¢cter arrollador contribuy¨® decisivamente al crecimiento del jovenc¨ªsimo Centro Andaluz de Biolog¨ªa del Desarrollo (CABD), desde su fundaci¨®n en 2003. Hablar de Jos¨¦ Luis es hablar del CABD y viceversa, ya que el centro fue desde el principio un proyecto colectivo que ¨¦l hizo propio. Junto con otros pioneros, procedentes de la Universidad Pablo de Olavide o formados en la escuela de gen¨¦tica del desarrollo de Madrid, hizo crecer el centro con paciencia, dedicaci¨®n y extraordinaria visi¨®n de futuro hasta convertir el CABD en el instituto de investigaci¨®n de excelencia que es hoy en d¨ªa. Durante estos a?os, su contagioso entusiasmo y su generosidad, especialmente con los m¨¢s j¨®venes, han inspirado a muchos hasta formar su propia escuela. Una escuela impregnada del car¨¢cter de Jos¨¦ Luis, con todos sus gui?os irreverentes, su pasi¨®n por el rock, su naturaleza rebelde e hipercr¨ªtica, su inagotable tenacidad, su humildad y su espl¨¦ndido coraz¨®n.
Y es que, aunque a ratos se nos olvida a todos, la ciencia la hacemos personas y no hay dos cient¨ªficos iguales. Hace falta una persona extraordinaria para hacer ciencia extraordinaria, y Jos¨¦ Luis desde luego era de esa clase de personas. Gracias precisamente a ese entra?able carisma, y a esas incontenibles ganas de hablar de ciencia, se fue forjando una red internacional de colaboradores cient¨ªficos de primer nivel. Con ellos comparti¨® cervezas, ideas, proyectos, reuniones, veranos cient¨ªficos en Woods Hole (Massachusetts) y, al cabo, amistad. Fueron tambi¨¦n esa personalidad extra?amente seductora y ese sentido del humor transgresor los que atrajeron a muchos investigadores a unirse al CABD y a su laboratorio. Y es tal vez el aprecio y la lealtad que le ten¨ªan los miembros de su laboratorio y sus colaboradores m¨¢s cercanos, el m¨¢s elocuente de los elogios a la trayectoria de Jos¨¦ Luis como cient¨ªfico y como persona.
Jos¨¦ Luis deja una hija, un hijo y a su mujer, Elisa de la Calle-Mustienes, su compa?era de aventuras y de laboratorio, quien tanto lo apoy¨® en la ciencia y en la vida, y quien lo hizo inmensamente feliz. Nos deja a sus compa?eros del CABD, y a la investigaci¨®n espa?ola en su conjunto, con un vac¨ªo dif¨ªcil de llenar. Pero al mismo tiempo nos quedamos con un generoso legado, mucho m¨¢s grande. Un regalo del que no solo la comunidad cient¨ªfica sino la sociedad al completo es heredera. Ojal¨¢ que entre todos sepamos conservar y transmitir este legado.
Sus amigos y compa?eros del Centro Andaluz de Biolog¨ªa del Desarrollo (CSIC/Universidad Pablo de Olavide/Junta de Andaluc¨ªa).