Por qu¨¦ estamos tan polarizados
Nuestra tendencia a identificarnos emocionalmente con el grupo debi¨® de ser una cuesti¨®n de supervivencia en el pasado
Hace pocas semanas asistimos at¨®nitos al espect¨¢culo de las elecciones estadounidenses. Las principales cadenas de televisi¨®n llegaron a cortar el discurso del presidente de la naci¨®n, en el que denunciaba sin pruebas un fraude electoral generalizado. Estados Unidos lleva varios a?os inmerso en un proceso de creciente polarizaci¨®n, un fen¨®meno tambi¨¦n observado en otros pa¨ªses, como Reino Unido y Nueva Zelanda. Seg¨²n los trabajos de Luis Miller, del Instituto de Pol¨ªticas y Bienes P¨²blicos del CSIC, en Espa?a ...
Hace pocas semanas asistimos at¨®nitos al espect¨¢culo de las elecciones estadounidenses. Las principales cadenas de televisi¨®n llegaron a cortar el discurso del presidente de la naci¨®n, en el que denunciaba sin pruebas un fraude electoral generalizado. Estados Unidos lleva varios a?os inmerso en un proceso de creciente polarizaci¨®n, un fen¨®meno tambi¨¦n observado en otros pa¨ªses, como Reino Unido y Nueva Zelanda. Seg¨²n los trabajos de Luis Miller, del Instituto de Pol¨ªticas y Bienes P¨²blicos del CSIC, en Espa?a tambi¨¦n ha crecido la polarizaci¨®n afectiva e ideol¨®gica y los sentimientos de los votantes de un partido hacia otros votantes est¨¢n entre los m¨¢s negativos del mundo.
Lo que entendemos aqu¨ª por polarizaci¨®n no es el hecho de situarse en los extremos del espectro pol¨ªtico, sino el hecho de que existan fuertes sentimientos negativos hacia otras formaciones. Se han propuesto multitud de posibles explicaciones para este fen¨®meno: el aumento de la desigualdad despu¨¦s de la crisis del 2008, el malestar por la globalizaci¨®n, el auge de las redes sociales o incluso la reciente gesti¨®n de la pandemia. Aunque existe un marco para la discrepancia genuina sobre diferentes opciones pol¨ªticas, es importante se?alar que la polarizaci¨®n en Espa?a parece deberse mucho m¨¢s a razones ideol¨®gicas y de organizaci¨®n territorial que a cuestiones concretas de la administraci¨®n del Estado, tales como los impuestos o la gesti¨®n de los servicios p¨²blicos. Sin embargo, la causa ¨²ltima de la polarizaci¨®n tiene ra¨ªces profundas y entronca con nuestro pasado evolutivo como especie. Los psic¨®logos Jonathan Haidt y Joshua Greene, han se?alado de forma brillante el papel fundamental que juegan las emociones en nuestro razonamiento moral y en nuestras preferencias pol¨ªticas. La polarizaci¨®n se debe a nuestra tendencia a identificarnos emocionalmente con nuestra ¡°tribu¡±, un hecho probado por la evidencia cient¨ªfica y anecd¨®ctica. Los deportes de equipo nos ense?an de manera cotidiana lo fuerte que puede llegar a ser a este tipo de identificaciones emocionales. Obviamente, no necesitamos que sean tribus en el sentido literal de la palabra, sino que podemos fabricar ¡°tribus morales¡± en funci¨®n de la ideolog¨ªa, la religi¨®n, la etnicidad o incluso cuestiones triviales, como el uso de una determinada marca. La pregunta fundamental es: ?por qu¨¦ somos tan tribales?
Cuando se nos eriza el pelo al escuchar un himno, conviene recordar que nuestro cerebro est¨¢ siendo en parte secuestrado por una tormenta emocional que procede de nuestro pasado remoto
En 1996, el antrop¨®logo Lawrence Keeley liquid¨® la idea rom¨¢ntica y rousseauniana del ¡°buen salvaje¡± demostrando que en la mayor¨ªa de las sociedades tradicionales, esto es, sin estado, las tasas de homicidio son ¨®rdenes de magnitud m¨¢s altas que en las sociedades modernas. As¨ª mismo, se?al¨® que la guerra ha sido una constante en la historia y en la evoluci¨®n del ser humano. No quiere esto decir que nuestro pasado violento sea inevitable. Steven Pinker, psic¨®logo de la Universidad de Harvard, ha documentado de forma exhaustiva c¨®mo la violencia ha ido declinando en todos los ¨¢mbitos en las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Nuestra tendencia a identificarnos emocionalmente con el grupo debi¨® ser una cuesti¨®n de supervivencia en el pasado. El linaje humano tuvo que adaptarse a las cambiantes condiciones clim¨¢ticas del fin del Pleistoceno empleando sus armas secretas: lenguaje, cultura y cooperaci¨®n. Hace unos 70.000 a?os, los Homo sapiens modernos salieron de ?frica y se dispersaron por todo el planeta adapt¨¢ndose a los h¨¢bitats m¨¢s hostiles. La Paradoja Humana consiste en que somos una especie ultrasocial y cooperativa con muy baja tendencia a la agresividad, y al mismo tiempo, capaz de cometer actos de violencia inusitadamente crueles. Se dir¨ªa que tanto Hobbes como Rousseau ten¨ªan raz¨®n. En nuestra especie, la violencia est¨¢ asociada frecuentemente a la defensa del grupo. Ambas tendencias, docilidad y violencia, son innatas: nuestra mansedumbre viene de un m¨¢s que probable proceso de auto-domesticaci¨®n que debi¨® producirse con la aparici¨®n de los sapiens modernos, favoreciendo a los individuos con mayor capacidad de autocontrol; la violencia viene probablemente de la necesidad de defender a la tribu en un contexto de alta competencia territorial.
Se conocen pocos detalles sobre las bases neurol¨®gicas del tribalismo, pero una mol¨¦cula candidata a estar involucrada es la oxitocina, la cual tiene un efecto calmante en el organismo y se ha visto que, en general, promueve la confianza entre las personas. Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado que esta mol¨¦cula tambi¨¦n tiene un lado oscuro: favorece el etnocentrismo e incentiva la falta de honradez si esto favorece los intereses del grupo. Nuestras tendencias grupales son tan fuertes que se ha dicho que los humanos somos 90% chimpanc¨¦, 10% abeja, ya que a veces estamos dispuestos a morir para defender a nuestro grupo, como lo hacen las abejas para defender el panal.
La polarizaci¨®n, como un estado de fuerte identificaci¨®n emocional con nuestra tribu moral, constituye un estado pre-b¨¦lico que necesitamos revertir
El ya mencionado Jonathan Haidt y sus colaboradores han formulado recientemente una teor¨ªa, de acuerdo con la cual los humanos tenemos diferentes ¡°receptores morales¡± universales que ser¨ªan adaptaciones a amenazas y oportunidades de la vida social, y por tanto, deber¨ªan tener un asiento en el genoma, aunque todav¨ªa estamos lejos de conocer estos detalles. El t¨¦rmino establece una analog¨ªa con los receptores del gusto, aunque no estar¨ªan situados en la lengua sino en el cerebro. Los receptores morales estar¨ªan relacionados con diferentes aspectos importantes para la supervivencia del grupo, tales como: el cuidado/da?o f¨ªsico a otras personas (especialmente a los m¨¢s desvalidos), la sensaci¨®n de justicia/enga?o (que cada cual reciba lo que se merece), la lealtad/traici¨®n a los intereses del grupo, el respeto/subversi¨®n a la autoridad y a las jerarqu¨ªas establecidas, y la pureza/degradaci¨®n de ciertos actos. Diferentes sistemas morales o ideolog¨ªas apelar¨ªan a diferentes receptores o lo har¨ªan de diferente manera. Por ejemplo, es muy probable que el receptor de pureza/degradaci¨®n sea muy importantes para grupos religiosos ultraortodoxos y poco importante para la mayor¨ªa de la poblaci¨®n.
Mientras que el reto ahora mismo para los bi¨®logos consiste en estudiar la existencia f¨ªsica de dichos receptores, para la filosof¨ªa moral consiste en encontrar formas de convivencia entre individuos con matrices morales diferentes. La polarizaci¨®n, como un estado de fuerte identificaci¨®n emocional con nuestra tribu moral, constituye un estado pre-b¨¦lico que necesitamos revertir, aprendiendo a discrepar de una forma m¨¢s constructiva. El pasado evolutivo no tiene por qu¨¦ determinar nuestro futuro, pero tampoco es irrelevante. El tribalismo es gasolina para los humanos, como demuestran algunos episodios particularmente cruentos de la historia reciente, como el genocidio tutsi en Ruanda de los a?os noventa. Cuando se nos eriza el pelo al escuchar un himno, conviene recordar que nuestro cerebro est¨¢ siendo en parte secuestrado por una tormenta emocional que procede de nuestro pasado remoto y esto, tal vez, pueda impedir que las emociones acaben sustituyendo del todo a la raz¨®n.
Pablo Rodr¨ªguez Palenzuela es catedr¨¢tico de Biolog¨ªa Molecular en la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid
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