?Por qu¨¦ somos curiosos?
?Nos ense?an a serlo? ?Lo somos por el tipo de educaci¨®n que recibimos o llevamos algo en nuestros genes que nos incita a tratar de conocer incluso lo que no nos concierne?
Cualquier persona ajena que visitase nuestro laboratorio de psicobiolog¨ªa en la Universidad Aut¨®noma de Barcelona sentir¨ªa una especial curiosidad al ver diversas y coloridas piezas de lego esparcidas en las cajas de algunos m¨®dulos experimentales. Se sentir¨ªa intrigada, y hasta podr¨ªa pensar que utilizamos nuestras dependencias cient¨ªficas como guarder¨ªa infantil donde llevar a nuestros peque?os cuando no tenemos donde dejarlos. Nada m¨¢s lejos de la realidad, pues lo que ocurre es que el equipo de investigaci¨®n de la profesora ...
Cualquier persona ajena que visitase nuestro laboratorio de psicobiolog¨ªa en la Universidad Aut¨®noma de Barcelona sentir¨ªa una especial curiosidad al ver diversas y coloridas piezas de lego esparcidas en las cajas de algunos m¨®dulos experimentales. Se sentir¨ªa intrigada, y hasta podr¨ªa pensar que utilizamos nuestras dependencias cient¨ªficas como guarder¨ªa infantil donde llevar a nuestros peque?os cuando no tenemos donde dejarlos. Nada m¨¢s lejos de la realidad, pues lo que ocurre es que el equipo de investigaci¨®n de la profesora Margalida Coll utiliza las piezas de lego como objetos llamativos para estudiar la memoria de reconocimiento en ratas. Al igual que los visitantes de nuestro laboratorio, es decir, al igual que las personas, los roedores son tambi¨¦n curiosos y desean conocer incluso aquello que no les concierne o no es de su incumbencia. Cuando las ratas observan algo nuevo en su entorno habitual lo exploran concienzudamente, olfate¨¢ndolo y toc¨¢ndolo, pero apenas hacen caso de los objetos viejos que ya conocen.
En el ¨¢mbito humano la curiosidad es parte de la vida de las personas. Es el mirar por el visillo de la ventana para ver quien pasa, el echarle una miradita de reojo al m¨®vil de quien va sentado a nuestro lado en el autob¨²s, el querer saber que piensan y hacen otras personas, c¨®mo es su casa, con quien salen, qu¨¦ votan en las elecciones, qu¨¦ hacen los reyes, los pol¨ªticos o los famosos en su vida privada, etc, aunque todo eso tenga muy poco que ver con quien lo husmea. Hay revistas y programas de televisi¨®n, por cierto muy exitosos, que satisfacen m¨¢s que nadie ese tipo de curiosidad de la gente que el lenguaje popular califica de variadas formas, como fisgar, hurgar, escudri?ar, atisbar o, simplemente, cotillear.
Es dif¨ªcil encontrar a alguien que no sea curioso, pero no todas las personas lo son en la misma medida. Las hay poco curiosas y a quienes lo son en demas¨ªa les aplicamos el calificativo, generalmente peyorativo, de cotillas o chafarderas. Siendo as¨ª, otro tipo de curiosidad, esta vez la cient¨ªfica, nos hace preguntarnos por qu¨¦ somos curiosos. ?Nos ense?an a serlo?, ?lo somos por el tipo de educaci¨®n que recibimos o llevamos algo en nuestros genes y nuestra herencia biol¨®gica que nos incita a tratar de conocer incluso lo que no nos concierne? Sin duda, la educaci¨®n y el ambiente en que nos criamos puede contribuir a que seamos curiosos, pero puede haber algo m¨¢s y la neurociencia se ha prestado a investigarlo con cierto ¨¦xito en ratones de laboratorio.
Mehran Ahmadlou, del University College de Londres, y un amplio grupo de investigadores, han usado el sistema de im¨¢genes de microscop¨ªa que mide el calcio de las c¨¦lulas y han descubierto un grupo de neuronas en una zona del dienc¨¦falo de ratones (zona medial incerta subtal¨¢mica) esencial para su decisi¨®n de explorar e investigar un objeto o un cong¨¦nere nuevo que se introduzca en su jaula. Su descubrimiento fue corroborado mediante la poderosa t¨¦cnica de optogen¨¦tica, pues gracias a ella pudieron mostrar que cuando se activan experimentalmente dichas neuronas los ratones aumentan su conducta exploratoria de objetos o cong¨¦neres nuevos, mientras que cuando se inhiben las conductas exploratorias se reducen, como si los ratones se volvieran menos interesados en la novedad o, por as¨ª decirlo, menos curiosos. Los investigadores, que han publicado su trabajo recientemente en la revista Science, sostienen que las neuronas descubiertas son diferentes a las implicadas en otras conductas motivadas, como la de buscar comida.
Parece entonces, aunque el trabajo haya sido realizado en ratones, que en la l¨ªnea filogen¨¦ticamente evolutiva de los mam¨ªferos no es excluible que los humanos tengamos en nuestro cerebro circuitos neuronales que nos predispongan a la curiosidad. Por supuesto, eso no excluye que un determinado tipo de cultura y educaci¨®n pueda modelar esa predisposici¨®n, potenci¨¢ndola o reduci¨¦ndola. Una predisposici¨®n que, por otro lado, podr¨ªa justificarse por la necesidad de las especies animales ancestrales de distinguir lo viejo de lo nuevo, o los compa?eros habituales de los extranjeros o los intrusos, para evitar peligros y competencias y aumentar, gracias a ese tipo de reconocimiento, su supervivencia. Como efecto positivo colateral, la curiosidad podr¨ªa haber evolucionado tambi¨¦n como un modo de evitar la desagradable sensaci¨®n del aburrimiento.
Ignacio Morgado Bernal es catedr¨¢tico em¨¦rito de Psicobiolog¨ªa en el Instituto de Neurociencias y en la Facultad de Psicolog¨ªa de la Universidad Autonoma de Barcelona. Autor de ¡®Materia gris: la apasionante historia del conocimiento del cerebro¡¯ (Ariel, 2021).
Materia gris es un espacio que trata de explicar, de forma accesible, c¨®mo el cerebro crea la mente y controla el comportamiento. Los sentidos, las motivaciones y los sentimientos, el sue?o, el aprendizaje y la memoria, el lenguaje y la consciencia, al igual que sus principales trastornos, ser¨¢n analizados en la convicci¨®n de que saber c¨®mo funcionan equivale a conocernos mejor e incrementar nuestro bienestar y las relaciones con las dem¨¢s personas.
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