Otra noche con Hamlet
Una reescritura clara de Miguel del Arco, buenas interpretaciones y una puesta en escena diestra, que entretiene pero no emociona
Una reescritura clara y expresiva desde el soliloquio inicial, una puesta en escena atractiva y resoluta, impecable visualmente, pero una lectura sin el valor a?adido o la novedad que cabe pedir cuando se monta de nuevo un cl¨¢sico archirrepresentado. El Hamlet de Miguel del Arco tiene muchos atractivos, empezando por una serie de escenas iniciales simult¨¢neas protagonizadas por Ofelia, que con solo girarse pasa de un lugar y de un tiempo a otro, y de los brazos del pr¨ªncipe a los de su hermano. ¡°M¨¦tete a monja¡±, le dice aquel, y suena mejor que el ya desgastado: ¡°Vete a un convento¡±, o que el contundente: ¡°Vete a un burdel¡±, que arriesg¨® a decir Antonio Buero Vallejo en su excelente versi¨®n. Del Arco busca otras palabras para que el aqu¨ª y ahora resuene bien alto en la f¨¢bula de siempre, y a fe que las encuentra en ejemplos como este: ¡°Austeridad, Horacio, austeridad¡±.
HAMLET
Autor: Shakespeare. Versi¨®n y direcci¨®n: Miguel del Arco. Actores: Israel Elejalde, ?ngela Cremonte, Crist¨®bal Su¨¢rez, Ana Wagener, Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez, Daniel Freire y Jorge Kent. Madrid. Teatro de la Comedia, hasta el 20 de marzo.
?No est¨¢ nada mal el Hamlet de Israel Elejalde: impetuoso donde conviene, dial¨¦ctico consigo mismo, oblicuo, salvo con Horacio. Es, sobre todo, un hijo dolido en el alma con la conducta de su madre, a la que apenas reconoce en esa rubia oxigenada (vigorosamente interpretada por Ana Wagener), amante sobrevenida de su cu?ado. Un ni?o grande y redicho. Acaso Elejalde y Del Arco debieran de sopesar mejor el tono coloquial en exceso, rural m¨¢s que cortesano, con el que el pr¨ªncipe se burla de la pareja real, mientras espera que comience el teatro dentro del teatro: lanza las frases en esta ocasi¨®n como el peque?o Miguel Hern¨¢ndez, cuando oficiaba de pastor, en la interpretaci¨®n de ?lvaro Lav¨ªn de la comedia hom¨®nima de Julio Salvatierra.
La actuaci¨®n de los c¨®micos daneses, que suele recortarse, se alarga aqu¨ª, y se echan en falta, en cambio, los versos del pr¨ªncipe, calavera en mano, icono central de la pieza: ¡°C¨¦sar el Magno/ muerto y vuelto a tierra¡¡±. Excelente, la utilizaci¨®n de la luz (esas transiciones silueteadas, como extra¨ªdas de una pesadilla de Hamlet), de las proyecciones y de todos los elementos formales, formidable combate a espada final incluido, en el que Crist¨®bal Su¨¢rez y el propio Elejalde nada tienen que envidiar a Errol Flynn. Manierista y pasado de vueltas, el enfoque de la escena de la locura de Ofelia; por algo r¨ªe el p¨²blico a destiempo cuando Claudio pregunta, preocupado por la joven: ¡°?Hace mucho que est¨¢ as¨ª?¡±.
En piezas tan sobradamente puestas en escena como esta (?No deber¨ªa la Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico ce?irse a representar t¨ªtulos auriseculares y, en su caso, t¨ªtulos extranjeros poco frecuentados?) las comparaciones son inevitables: a pesar de la buena factura de las interpretaciones y del montaje, ech¨¦ de menos la emoci¨®n que despertaban algunas escenas (el abrazo del hijo con el fantasma paterno) en el montaje de Brook. No as¨ª el p¨²blico del estreno, que ofreci¨® al final muestras claras de entusiasmo.
Babelia
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