Este no es mi rey de la jungla
Existen muchos escenarios ex¨®ticos, efectos especiales de lujo y acci¨®n continua. En vano
Recuerdo a mi primer y m¨¢s memorable Tarz¨¢n filmado en un rudimentario blanco y negro, en la infancia, viendo reposiciones o en la televisi¨®n, ya que Johnny Weissmuller deja los campeonatos de nataci¨®n para calzarse un taparrabos, saltar de liana en liana con la mona Chita, lanzar su legendario aullido, pelearse en la selva con cocodrilos, leones, tigres, blancos y negros mal¨ªsimos, hacerle moner¨ªas a sweet Jane (existen serias dudas de que Maureen O¡¯Sullivan portara ropa interior, imagino que a causa del bochornoso calor de la jungla, aunque rodaran en los estudios) en el a?o 1932, pocos a?os despu¨¦s de la llegada del sonoro. Y creo haber visto esas pel¨ªculas entre finales de los cincuenta y los sesenta. O sea, que no viv¨ª el bautismo de mi Tarz¨¢n favorito, de ese grato descubrimiento de la ni?ez. No he vuelto a ver esas pel¨ªculas. Es probable que ahora me resultaran excesivamente naives, o convencionales, o torpes. Bueno, que me quiten lo bailado.
LA LEYENDA DE TARZ?N
Direcci¨®n: David Yates.
Int¨¦rpretes: Alexander Skarsg?rd, Margot Robbie, Christoph Waltz.
G¨¦nero: aventuras. EE UU, 2016.
Duraci¨®n: 110 minutos.
Por supuesto, han existido muchos tarzanes, pero la mayor¨ªa cutres. Las productoras siempre han confiado en la pasta que generar¨ªan las resurrecciones de la ex¨®tica criatura que pari¨® la imaginaci¨®n de Edgar Rice Burroughs. Y no les ha debido de ir mal. Pero ninguno de ellos ha durado demasiado tiempo. Por ejemplo: cada vez que repasan la apasionante trayectoria vital de la baronesa Thyssen citan que estuvo casada con Lex Barker, int¨¦rprete del m¨ªtico Tarz¨¢n. Pero no conozco a nadie que haya visto esas pel¨ªculas, incluido el firmante. Tanto Tarz¨¢n para nada.
Hay excepciones. Me pareci¨® bonita y espectacular Greystoke, la leyenda de Tarz¨¢n. La dirig¨ªa Hugh Hudson, se?or con oscar y enorme tir¨®n comercial gracias a la ejemplarizante y pretendidamente ¨¦pica Carros de fuego. Tambi¨¦n creo haber visto por primera vez en la pantalla a esa se?ora tan elegante y distinguida llamada Andie MacDowell. Terminaba con el ni?o salvaje regresando a la mansi¨®n inglesa de sus aristocr¨¢ticos padres, rescatado para la civilizaci¨®n aunque a?orando ?frica, heredando el t¨ªtulo de Lord Greystoke y comiendo perdices al lado de su amada Jane.
Y en ese escenario, complacido con su burguesa existencia, volvemos a encontrarlo en La leyenda de Tarz¨¢n. Pod¨ªan haberse esmerado con el t¨ªtulo, ya que es el mismo de la anterior aparici¨®n. Se supone que van a ocurrir muchas cosas en el retorno de Tarz¨¢n a ?frica, acompa?ado de la hasta entonces inf¨¦rtil Jane, para ayudar a la amenazada tribu de nativos que le cuidaron y amaron. Tambi¨¦n para reencontrarse con un fraternal gorila, que acab¨® mosqueado y celoso con ¨¦l. Y para enfrentarse al sibilino y cruel emisario del rey Leopoldo de B¨¦lgica, que quiere adue?arse de las minas de diamantes que posee en el Congo una tribu ancestral. Todo ello narrado en paralelo con la antigua historia en la jungla del Tarz¨¢n ni?o y adolescente.
Y efectivamente, existen muchos escenarios ex¨®ticos, efectos especiales de lujo y acci¨®n continua. Pero en vano. Todo es previsible, rutinario, hueco, t¨®pico. Alexander Skarsg?rd, el nuevo Tarz¨¢n, tampoco aporta nada especial. El chico es tan guapo como hier¨¢tico. Se supone que los secundarios Christoph Waltz y Samuel L. Jackson, esos actores siempre brillantes con Tarantino, van a otorgar un toque de clase. pero me cargan ambos. No funciona ni la sofisticaci¨®n del primero ni el histrionismo del segundo. ?Por qu¨¦ ya no existen grandes pel¨ªculas de aventuras? Necesito reconciliarme con el g¨¦nero, volver a ser feliz con El hombre que pudo reinar, El viento y el le¨®n o El halc¨®n y la flecha.
Babelia
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