Cuatro d¨ªas de noviembre para convertirse en leyenda
En 1990 Juan Gabriel cant¨® por primera vez en Bellas Artes, un espacio reservado para la alta cultura
Francisca Cort¨¦s no pudo despegarse de la televisi¨®n toda la tarde del domingo. Esta empleada dom¨¦stica cambiaba los canales porque ten¨ªa la esperanza de que los informativos hab¨ªan errado lo que anunciaron: Juan Gabriel hab¨ªa muerto. ¡°?Qui¨¦n era ese, mam¨¢?¡±, le pregunt¨® ?ngel, su hijo de siete a?os. ¡°Es el artista que cantaba la canci¨®n que bailaste cuando saliste del jard¨ªn de ni?os¡±, respondi¨® su madre sin despegar la mirada de la pantalla.
Muchos a?os antes de hacer bailar a los cr¨ªos el Divo de Ju¨¢rez tuvo un bautismo de fuego que ayud¨® a convertirlo en una leyenda querida por todos los estratos sociales, de los m¨¢s pobres a los m¨¢s ricos. Ese hito tiene fecha. Sucedi¨® del 27 al 30 de noviembre de 1990, cuando las puertas del Palacio de Bellas Artes le fueron abiertas de par en par por primera vez. Hasta ese momento, ese espacio inaugurado en 1934 hab¨ªa sido reservado al teatro, ¨®peras, conciertos sinf¨®nicos y espect¨¢culos de la ¨¦lite. ¡°Esa gran sala casi siempre se hab¨ªa negado para el espect¨¢culo popular¡±, escribi¨® Eduardo Magallanes, compositor del artista en la biograf¨ªa Querido Alberto.
La idea de cantar all¨ª no vino del artista sino de Mar¨ªa Esther del Pozo, asistente de V¨ªctor Sandoval de Le¨®n, el director del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Las gestiones para el concierto comenzaron en mayo de 1990 y generaron cr¨ªticas y resistencias de los sectores de la alta cultura. El periodista V¨ªctor Roura describi¨® el hecho como la conquista del pop de espacios inexplorados. ¡°Bellas Artes fue moment¨¢neamente un palenque, un estudio de Televisa¡±, escribi¨®.
El ¨²ltimo adi¨®s
El Gobierno quiere que los mexicanos den el ¨²ltimo adi¨®s a su ¨ªdolo en el Palacio de Bellas Artes. Esa distinci¨®n ha sido reservada a titanes culturales como Octavio Paz, Carlos Fuentes, Mario Moreno Cantinflas, Rufino Tamayo y Chavela Vargas. Rafael Tovar, el secretario de Cultura mexicano, ha se?alado que el espacio est¨¢ listo para cuando la familia del artista d¨¦ su visto bueno. El artista tambi¨¦n recibir¨¢ homenajes en Ciudad Ju¨¢rez (Chihuahua). Las fechas para los tres eventos est¨¢n a¨²n por definirse.
Juan Gabriel no era ning¨²n desconocido en ese entonces. El artista nacido con el nombre de Alberto Aguilera Valadez viv¨ªa en una gira permanente llenando plazas de toros, palenques y estadios. En julio de 1982, once a?os despu¨¦s de haber grabado su primer ¨¦xito, hab¨ªa vendido todos los asientos del Auditorio Nacional. Pero Bellas Artes era inalcanzable incluso para ¨¦l en ese momento.
El tono del debate subi¨®. ¡°Hubo majader¨ªas, injurias y ofensas¡±, escribi¨® Magallanes. Lo insultos se dirigieron al artista y a los funcionarios que hab¨ªan dado el permiso. Hubo tambi¨¦n ataques hom¨®fobos que trataron de hacer sangre por la difusa sexualidad de Juan Gabriel. Para tratar de calmar los ¨¢nimos, las autoridades culturales anunciaron que el dinero recaudado del concierto se destinar¨ªa a la Orquesta Sinf¨®nica Nacional.
Lo que sucedi¨® ese invierno qued¨® grabado en la memoria popular mexicana. Las famosas cortinas de vidrio de la sala, decoradas con un paisaje de los volcanes mexicanos, revelaron al artista michoacano acompa?ado de la Sinf¨®nica dirigida por Enrique Patr¨®n de Rueda. Sobre el escenario, Juan Gabriel present¨® a 24 ni?os educados en un albergue que cre¨® en 1987 en Ciudad Ju¨¢rez, la urbe fronteriza donde creci¨®. Los menores cantaron un popurr¨ª de ¨¦xitos, entre ellos?No tengo dinero y Buenos d¨ªas, se?or sol, como cont¨® Carlos Monsiv¨¢is en su cr¨®nica?en el semanario Proceso.?
El concierto dur¨® poco menos de tres horas y fue el primero videograbado en el palacio. Hubo varios bises y ovaciones que se prolongaron quince minutos. Lo m¨¢s importante ocurri¨® en el patio de butacas. ¡°Todo el auditorio bail¨® sin ning¨²n complejo¡ a¨²n el m¨¢s reacio se mov¨ªa llevando el ritmo¡±, describi¨® Magallanes. Durante cuatro d¨ªas, 1396 personas se entregaron cada noche a los temas de Juan Gabriel. Los cronistas de la ¨¦poca encontraron a pol¨ªticos y funcionarios que disfrutaron del espect¨¢culo protegidos por las sombras de los palcos. Quer¨ªan ver al Divo en una ¨¦poca donde admitir su devoci¨®n en p¨²blico no era bien visto.
Monsiv¨¢is escribi¨® el programa de mano del concierto. Nueve a?os antes, el autor hab¨ªa escrito en Escenas de pudor y liviandad?(Grijalbo, 1981) sobre la presencia ubicua del artista. ¡°Va del bar a las tres de la ma?ana a la fiesta de quince a?os, de Nogales a Ciudad Neza, del travesti al diputado, de la loncher¨ªa al radio de transistores que acompa?a a las prostitutas¡±. Cuatro d¨ªas de noviembre bastaron a Juan Gabriel para difuminar las divisiones de las clases sociales mexicanas.
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