Brisa de vieja escuela

La condici¨®n de mito es imposible de buscar, simplemente surge. Y aunque los que han llegado a alcanzarla no sean intocables, su remedo requiere al mismo tiempo una mezcla de respeto y de atrevimiento dif¨ªcilmente conciliable. Es lo que le ocurre a los primeros 45 minutos de Aliados, la nueva pel¨ªcula de Robert Zemeckis, creador de mitos propios (Regreso al futuro, Forrest Gump), pero ahora inspirado por mitos ajenos.

Ciudad de Casablanca, II Guerra Mundial, relato rom¨¢ntico de aire descre¨ªdo, nazis vigilantes, resistencia aliada. Intentar a estas alturas emular el esp¨ªritu de la pel¨ªcula de Michael Curtiz es meterse en la boca del lobo. Y m¨¢s si el gui¨®n se empe?a en la secuencia inolvidable, ya sea por el di¨¢logo (brillantes en su impostura, impostores en su brillantez) o por la acci¨®n (ese polvo en el desierto, y no precisamente de arena). Sin embargo, en cuanto la pel¨ªcula se muda a Londres y, a la hora de metraje, surge el giro dram¨¢tico que todos esper¨¢bamos, el relato se eleva, derivando hacia el thriller de espionaje que, aunque no llegue a los altares de Graham Greene (el personaje de Brad Pitt, como un gui?o para entendidos, est¨¢ leyendo Brighton Rock), divierte durante un buen trecho del camino.

Zemeckis ha compuesto una competente pel¨ªcula al modo vieja escuela, pero cada vez que un director de prestigio se adentra en este tipo de operaciones nost¨¢lgicas el resultado se queda en tibia fotocopia del resplandor del clasicismo. Aliados es a Zemeckis lo que El buen alem¨¢n a Steven Soderbergh: la copia imposible de un tiempo que jam¨¢s volver¨¢.